Pekín, 20 dic (EFE).- La cifra de víctimas por el terremoto que en la noche de este lunes azotó las provincias de Gansu y Qinghai, en el noroeste de China, asciende a 131, según el último recuento oficial ofrecido por las autoridades.
De los 131 fallecidos, 113 se registraron en Gansu y 18 en Qinghai, recoge la agencia estatal Xinhua.
Además, hay 980 heridos repartidos entre las dos provincias, según las autoridades, que también informan de 16 desaparecidos.
Entretanto, continúan las tareas de búsqueda y rescate en medio de bajas temperaturas mientras comienzan a llegar ayuda y equipos de refuerzo al noroeste de China para asistir a los damnificados.
El sismo se produjo un minuto antes de la medianoche del lunes, hora local (15.59 GMT), en la frontera entre las dos citadas provincias, con una magnitud de 6,2, y afectó especialmente al condado de Jishisan, en Gansu, y a la ciudad de Haidong, en la vecina Qinghai,
Los rescatistas se enfrentan a una ola de frío con temperaturas de hasta 14 grados bajo cero, por lo que trabajan a contrarreloj en la búsqueda de supervivientes, a lo que se unen las dificultades de acceso al terreno, una zona agreste y montañosa.
Mientras, algunos de los servicios básicos afectados han comenzado a restablecerse: en Jishisan se encuentran operativas 279 de las 314 estaciones de telecomunicaciones existentes y el 88 % de los hogares ha recuperado el suministro eléctrico, recoge Xinhua.
El movimiento telúrico dañó o provocó el derrumbe de más de 155.000 viviendas y afectó inicialmente a los servicios de agua, energía, telecomunicaciones y transportes.
El Gobierno chino y el Ministerio de Gestión de Emergencias decretaron una respuesta de nivel II al siniestro y se han asignado 200 millones de yuanes (alrededor de 28 millones de dólares) para las tareas de asistencia y recuperación.
Horas después del suceso el presidente chino, Xi Jinping, urgió las autoridades locales a que "hagan todos los esfuerzos posibles" para tratar a los heridos, reparar la infraestructura y reubicar a los afectados.
Se trata del movimiento telúrico más mortífero en China desde el sucedido en agosto de 2014 en la provincia meridional de Yunnan, que dejó 617 fallecidos, pero muy lejos del sufrido en 2008 en la provincia de Sichuan, que dejó al menos 70.000 muertos.