Roma, 18 dic (EFE).- El Nápoles del italiano Walter Mazzarri es ahora un equipo en busca de su propia identidad, esa que parece haber perdido tras haber coronado una temporada histórica con el 'Scudetto'. Fue el primero sin un Maradona que en los próximos octavos de final de Liga de Campeones hará de juez en el partido ante el Barcelona, un duelo que marca la cuenta atrás del nuevo técnico para recuperar la esencia del mejor Nápoles.
El reencuentro de los dos equipos del Diego, un partido con un aura siempre especial, es ahora en la máxima competición de clubes. Mucho ha cambiado el combinado partenopeo desde aquel 24 de febrero de 2022 en el que el Barcelona apeó de dieciseisavos de final de Liga Europa al combinado italiano con un doloroso 2-4 en el estadio que lleva el nombre del astro argentino.
Nápoles tocó el cielo en la temporada siguiente al fracaso europeo. Ganó el 'Scudetto' y se quedó a las puertas de las semifinales de la Liga de Campeones de la temporada 2022-23. Arrasó en Italia bajo el mando de Luciano Spalletti y llegó más lejos que nunca en Europa. Un éxito rotundo. La felicidad era total.
Duró todo un verano la fiesta. Hasta la llegada de Rudi García al banquillo napolitano, que heredó un equipo campeón y lo defenestró. Misma plantilla prácticamente que la que logró el éxito, solo con la baja del central Kim Min-Jae. El juego farragoso, la poca lucidez en los metros finales y las polémicas extradeportivas, varias con Victor Osimhen, estrella indiscutible del equipo, fueron un cóctel molotov que acabó con la destitución del técnico galo.
El presidente del club, Aurelio De Laurentiis, recurrió entonces a otro viejo conocido para tomar las riendas: Walter Mazzarri, el primer entrenador que logró un título sin Maradona en la Ciudad del Vesubio volvió a enfundarse en el chándal napolitano para revertir la situación y lograr lo que todo Nápoles ansía, encontrar la esencia de un equipo campeón.
Con un calendario tétrico dio comienzo la era Mazzarri. Victoria ante el Atalanta en su estreno, tres derrotas ante Real Madrid, Juventus e Inter, y otras dos victorias ante el Braga y el Cagliari.
El inicio era complicado para juzgar el éxito del entrenador, pero solventó con creces la papeleta, sellando el pase a octavos, en el aire en su llegada. Porque pese a las derrotas ante los dos máximos candidatos a levantar el 'Scudetto' y aquella en el Santiago Bernabeu, lo cierto es que el Nápoles es diferente.
Mazzarri no ha ido hacia adelante. No ha querido implementar un sistema táctico con demasiados cambios. Todo lo contrario. Ha ido hacia atrás, ha buscado dar con la tecla que dio Spalletti para reencontrar a un vestuario que parece superado por haber sido campeón, cansado tras una temporada en la que dejó todo sobre los campos italianos y europeos.
Y parece que su técnica está dando resultados. Osimhen, flamante campeón del Balón de Oro africano, parece de nuevo enchufado. Khvicha Kvaratskhelia ha recuperado la chispa. El centro del campo, con Lobotka, Zielinski y Anguissa, vuelve a dominar partidos con posesión. Y la defensa, incluso con el problema en el lateral izquierdo -bajas Mario Rui y Matías Olivera- que suplió Natan con solvencia, vuelve a ser sólida.
Al Nápoles le queda mucho camino por recorrer para volver a ser la versión que enamoró y dominó en Italia. De hecho, reeditar la hazaña del 'Scudetto' es ya casi imposible, pues su objetivo es ahora entrar en los puestos 'Champions'.
Mazzarri tiene la difícil tarea de reconducir a un Nápoles que tiene que reecontrarse consigo mismo. Está trabajando para ello. Tiene hasta el 12 de febrero para lograrlo, día en el que recibirá al Barcelona, en un duelo con Maradona de juez y que marcará su segunda etapa en Nápoles.