Los vecinos de Maceió temen el colapso de las minas: "Nos vamos a dormir con miedo"

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Maceió, 12 dic (EFE).- Los vecinos de algunos barrios de la ciudad de Maceió, en el noreste de Brasil, viven con el temor al colapso inminente de las minas de sal que la petroquímica Braskem tiene en las proximidades y piden ser reubicados lejos del peligro.

"Nos vamos a dormir con miedo", afirma a EFE Maria Edna da Silva, de 68 años y vecina del barrio de Flexal desde hace más de dos décadas.

Ubicada a unos 400 metros de la laguna donde se sitúan las minas, la humilde casa de Da Silva está atravesada por cicatrices. En las paredes, las grietas provocadas por el hundimiento del suelo asoman aquí y allá por mucho que ella intente taparlas con nuevas capas de cemento.

"Esto fue un remedio que hice, pero mire cómo ya está abriéndose... El suelo también está blando", dice ella, vestida con una camiseta estampada de flores, mientras pisa la baldosa blanca de la cocina.

Los muros de las viviendas del barrio están cubiertos de soflamas contra la culpable de sus desgracias: "Braskem asesina", "¿Hasta cuándo van a matarnos?", "Vivimos aquí desde hace 64 años y Braskem hundió los sueños".

La empresa petroquímica extrajo durante cuatro décadas sal de roca de las profundidades de Maceió, una ciudad de casi un millón de personas situada sobre fallas geológicas, hasta que en 2018 unos temblores obligaron a frenar las operaciones.

Desde entonces, cerca de 60.000 personas han sido desalojadas de cuatro barrios de la ciudad y Braskem dice haber desembolsado 4.400 millones de reales (unos 880 millones de dólares) en indemnizaciones a vecinos y comerciantes.

El empresario Alexandre Sampaio, presidente de la Asociación de Emprendedores y Víctimas de la Minería en Maceió, asegura a EFE que Braskem evaluó de forma "equivocada" los tres negocios que él poseía en la zona y que tuvo que cerrar tras el desalojo.

"Fue una coerción para firmar el acuerdo. O aceptabas la indemnización o te ibas a luchar durante años en los tribunales", afirma.

El barrio de Flexal todavía no ha sido evacuado porque las autoridades consideran que no está en riesgo, pese a su proximidad al área de operaciones de Braskem, controlada por el grupo Novonor -antigua Odebrecht-.

El hundimiento de una de las minas el domingo pasado ha intensificado los temores de los habitantes. Desde noviembre, el suelo de algunas partes de Maceió se ha hundido 2,35 metros.

"Todo el mundo quiere salir de aquí; tenemos miedo de que el suelo se hunda", afirma Maria Josefa Silva do Nascimento, vecina de 68 años que cita una reunión reciente con las autoridades, en la que estas aseguraron a los pobladores que serían reubicados pero no dieron una fecha.

La semana pasada Braskem fue multada con 72 millones de reales, mientras que en el Congreso varios legisladores redoblaron sus llamados para que se abra una comisión especial para investigar a la empresa.

Sampaio, por su parte, acaba de presentar una denuncia por crimen ambiental: "La Fiscalía no hizo sus deberes y no procesó criminalmente a Braskem. Ahora, esperamos empezar a ver prisiones por toda esta barbarie".

Muchas de las tiendas de Flexal han cerrado y sus habitantes tienen que tomar el autobús para hacer sus compras en otros barrios de la ciudad.

Maria Edna da Silva lamenta, además, que ya no hay donde comprar boletos de lotería y que no es posible encontrar sururu, una especie de mejillón que antes abundaba en la laguna.

"La laguna era la riqueza del pobre, pero ahora ya no hay más", afirma.

André Coelho

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