São Paulo, 30 nov (EFE).- Brasil aterrizará en la COP28 en Dubái con una apuesta redoblada por el etanol, el biocombustible producido a partir de maíz o caña de azúcar del que el país suramericano se ha erigido en profeta en tierras extranjeras.
Con un 23 % de las emisiones globales de CO2 procedentes del transporte, el Gobierno brasileño ha reforzado su defensa del etanol en cumbres internacionales, si bien el avance del vehículo eléctrico y la cantidad de tierra necesaria para el cultivo amenazan con limitar la replicabilidad del modelo en el extranjero.
Mucho antes de que se empezara a hablar de cambio climático, el etanol ya formaba parte del ADN energético de Brasil, donde la caña de azúcar ha sido uno de los principales cultivos desde los tiempos de la colonización portuguesa.
Después de la Primera Guerra Mundial, este derivado se vio como una salida para los excedentes de caña y tras la Segunda, como una solución a la escasez de petróleo.
En la actualidad, Brasil es el segundo mayor productor mundial de etanol, que ya representa el 48 % de la matriz energética del sector transporte en el país, según la Unión de la Industria de la Caña de Azúcar (Unica).
La preocupación climática lo ha revestido de un atractivo adicional porque su producción genera un 90 % menos de emisiones contaminantes que la de la gasolina, según la industria.
Tras los años de parálisis en la agenda ambiental con el exmandatario ultraderechista Jair Bolsonaro, el Gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva presentó en septiembre un proyecto de ley para que la gasolina contenga entre un 22 % y un 30 % de etanol, en vez de la horquilla actual de 18 % a 27,5 %.
Lula dijo en la presentación que los biocombustibles son una oportunidad para “transformar Brasil en algo tan importante para el mundo como Oriente Medio en el caso del petróleo”.
Igual de confiado, el presidente de Unica, Evandro Gussi, que también participará en la COP28, afirma en entrevista con EFE que el etanol “se consolidará en los próximos años como una materia prima internacional”.
Las exportaciones suman 910 millones de dólares (829 millones de euros) en lo que va de año, según datos oficiales, y el volumen destinado a Europa se ha triplicado de 2013 a 2022, gracias a la adopción de normas en varios países que aumentan la proporción de este biocombustible en la gasolina.
Por otra parte, la estrategia central de la Unión Europea y EE UU pasa, en este momento, por apoyar la expansión de los vehículos eléctricos, no el etanol.
El ingeniero Ildo Sauer, profesor de la Universidad de São Paulo, afirma que los biocombustibles están perdiendo la batalla.
“Tendrán un papel menor. Por la ampliación de redes de transmisión y la multiplicidad de fuentes para producir energía renovable, la vertiente eléctrica tiene más posibilidades de volverse hegemónica”, explica a EFE.
El etanol, además, es visto con recelo fuera de Brasil por el posible impacto negativo de las plantaciones de caña y maíz sobre la deforestación y la producción de alimentos.
De hecho, una ley recientemente aprobada por el Parlamento Europeo para impulsar el uso de biocombustibles en los aviones admite por razones de "sostenibilidad" solo aquellos fabricados a partir de residuos agrícolas, lo que parece excluir la caña y el maíz.
Frente a estas preocupaciones, Gussi afirma que el 90 % de la caña que se usa para fabricar etanol en Brasil viene de tierras "degradadas" que ya habían sido deforestadas previamente.
En cuanto a una posible reducción de la producción de alimentos, la industria defiende que parte de los residuos se puede reutilizar, por ejemplo, para la fabricación de pienso para el ganado.
Al final, dice el profesor Ildo Sauer, todo dependerá del precio del producto frente al de la gasolina: “El etanol puede tener un espacio mayor fuera de Brasil si el petróleo se mantiene por encima de los 80 dólares (72,8 euros) el barril”.
Jon Martín Cullell