Leópolis (Ucrania), 28 nov (EFE).- Los soldados veganos ucranianos intentan mantenerse fieles a su dieta y sus creencias en las trincheras, mientras cuentan con el apoyo de voluntarios que envían comida vegana al frente y hacen campaña para que se introduzcan raciones veganas en el ejército.
Garantizar que los veganos en sus filas reciban una alimentación adecuada no es actualmente una prioridad para el ejército ucraniano, que debe afrontar una serie de retos para repeler la invasión rusa.
Sin embargo, para cada soldado de manera individual, el acceso a la comida vegana puede ser una cuestión de suma importancia que afecte a su fuerza física y a su capacidad para realizar eficazmente las tareas de combate, asegura a EFE la ONG "Every Animal" .
"Se trata de un problema sumamente relevante, ya que la ausencia de una nutrición adecuada afecta a la salud de los soldados y puede provocar pérdida de fuerza, apatía y problemas estomacales", afirma la ONG.
El ejército ucraniano sólo ofrece 2 o 3 comidas aptas para veganos. Esto significa que muchos de ellos tienen que arreglárselas sin la cantidad necesaria de calorías, especialmente en la primera línea del frente, o tienen que comer alimentos no veganos, lo que también afecta a su moral y su salud.
Para aliviar la situación de los soldados veganos, "Every Animal" ha organizado un micromecenazgo para preparar y enviar sus propias raciones secas al frente. Un paquete incluye platos instantáneas de productos de proteínas a base de vegetales como salchichas veganas, mantequilla de cacahuete, barritas proteínicas y leche vegetal.
300 soldados han estado recibiendo estos paquetes de la ONG, aunque el número real de potenciales beneficiarios es mucho mayor, según "Every Animal".
Oleksandr Zhugan, de 39 años, de la brigada 241 del ejército ucraniano, es uno de ellos. Dejó de comer alimentos de origen animal poco antes de que Rusia lanzara su invasión a gran escala.
"No es el mejor momento para hacerse vegano", sonríe al hablar con EFE por videollamada desde la trinchera de su unidad en la región de Donetsk.
A pesar de que el ejército casi no le proporciona comida vegana, Zhugan, en general, ha tenido suerte.
En los primeros meses dependía de la comida que era enviada desde otros países europeos como ayuda humanitaria. "Un día podía ser pan y té. Luego podían ser aceitunas y trigo sarraceno", dice.
Más tarde, tras ofrecerse voluntario para llevar una cocina para 150 soldados, pudo cocinarse por su cuenta.
Una vez que Zhugan se trasladó a la trinchera, cerca de la línea del frente, las cosas se complicaron.
Recibe paquetes con comida de sus amigos y de "Every Animal" en una oficina de correos cercana. Sin embargo, cada vez que vuelve a su trinchera, tiene que elegir si llevar más comida o más munición consigo, debido al complicado acceso a las posiciones.
Además, parte de la comida vegana debe consumirse muy rápidamente debido a los omnipresentes ratones y a la falta de almacenamiento adecuado, lo que significa que sigue sin haber suficiente.
Zhugan se ha visto obligado a permitirse comer "Snickers" a pesar de la presencia de productos lácteos.
Dado que la comida es una fuente importante de alegría en la vida de un soldado, Zhugan dice que se sintió exultante tras recibir su primera ración vegana de "Every Animal".
"Nos dimos un gran festín, con humus y falafel", sonríe.
Aun así, los voluntarios no van a resolver el problema, subraya "Every Animal", al señalar que es el Estado el que tiene que asumir la responsabilidad de alimentar a sus tropas.
Sin embargo, hasta el momento el Ministerio de Defensa "no ha mostrado interés alguno" en resolver el problema al alegar otras prioridades más urgentes.
Mientras tanto, oficiales y soldados intentan a nivel personal ocuparse de los veganos de sus unidades, al menos en el caso de Zhugan.
Si otros reciben de casa algo que él pueda comer se lo dan en seguida, explica Zhugan.
"Eso ayuda mucho. Y ni siquiera porque esto signifique que hoy no tendré que pasar hambre, sino simplemente porque alguien ha pensado en mí y ha compartido su comida", cuenta a EFE.
Rostyslav Averchuk