China afronta la COP28 con ambición pero sin prisa por alcanzar sus objetivos

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Jesús Centeno

Pekín, 23 nov (EFE).- China, el mayor emisor de gases de efecto invernadero del mundo, llega a la COP28 de Dubái con la ambición de cumplir sus compromisos climáticos pero sin intención de ceder a lo que considera presiones externas, como las voces que piden a Pekín que adelante las fechas para lograr sus metas.

El principal objetivo es cumplir la promesa que realizó su presidente, Xi Jinping, en septiembre de 2020, de que el gigante asiático alcanzará el pico de sus emisiones de CO2 antes de 2030 y la neutralidad de carbono antes de 2060.

China también se comprometió a reducir sus emisiones de CO2 por unidad de PIB en al menos un 60 % para 2030, en comparación con los niveles de 2005, según un plan climático que presentó en 2021. Además, en 2030 aspira a conseguir que los combustibles no fósiles procuren un 25 % de la energía generada en el país, en el que el carbón es todavía protagonista absoluto.

Aunque estos compromisos supusieron un hito importante, algunas voces han pedido en los últimos meses que, teniendo en cuenta los avances tecnológicos, China debería acelerar sus planes.

Entre estas voces, la de la Unión Europea (UE): el pasado septiembre, el comisario europeo para Medio Ambiente, Virginijus Sinkevicius, pidió en una visita “más esfuerzos” para que alcance la meta de cero emisiones netas en 2050, diez años antes de la fecha fijada por Pekín.

“China asumirá su responsabilidad, cumplirá con sus objetivos. Pero es un país enorme, en constante crecimiento y con mucha demanda de energía. Si políticamente se ha decidido una fecha, es difícil que se cambie sin un motivo de peso”, comenta a EFE la académica Zhang Yongxiang, del Centro Nacional para el Clima de la Administración Meteorológica de China.

Lo que sí ha aceptado Pekín es impulsar un plan para reducir las emisiones de metano, el segundo mayor contribuyente al calentamiento global.

El país asiático es el mayor emisor mundial de metano relacionado con el sector energético, con 28 millones de toneladas anuales, seguido por Rusia (18 millones de toneladas) y Estados Unidos (17 millones), según la Agencia Internacional de la Energía.

Las autoridades dieron a conocer el pasado 8 de noviembre un plan que, sin dar demasiados detalles, se compromete a disminuir las emisiones de este gas en sectores como la minería o la agricultura o a construir sistemas de vigilancia, contabilidad y verificación, así como a mejorar la legislación, estándares y políticas de incentivo económico.

A falta de confirmación oficial, participará en la conferencia el enviado climático Xie Zhenhua, quien mantendría con su homólogo estadounidense, John Kerry, una suerte de "cumbre sobre el metano” el 30 de noviembre, coincidiendo con el inicio de la COP28.

Queda por ver si Xie, hombre de confianza de Xi y encargado de negociar con otros países los asuntos relacionados con el clima, firma una declaración conjunta con Kerry como ya hiciera en la COP27 de 2022, en la que ambos comprometieron a cooperar en la reducción de otros gases distintos del CO2.

"China defenderá sus avances", señala Zhang, quien destaca que “en 2022 logró que la intensidad de las emisiones de carbono disminuyera más del 51 % con respecto a su nivel de 2005”.

Pekín también resaltará "el desarrollo de las energías renovables, especialmente la solar y la eólica”, pese a que el país sigue dependiendo en gran medida del carbón, la fuente de energía más contaminante, para satisfacer su creciente demanda de electricidad.

De hecho, un informe del Centro de Investigación sobre Energía y Aire Limpio (CREA) muestra que, en 2022 y 2023, China siguió acelerando "considerablemente” la aprobación de licencias para plantas de carbón tras experimentar problemas de suministro.

Esto ha planteado dudas sobre la viabilidad de sus objetivos o la coherencia de sus políticas: el comisario de la UE para el Clima, Wopke Hoekstra, planteó en este noviembre que Pekín debería dejar de construir estas plantas industriales a carbón, y defendió que economías emergentes ricas como China y Arabia Saudí también deben contribuir al fondo global de ayuda a países pobres afectados por el cambio climático.

En ese sentido, China tendrá que evaluar el fondo de "pérdidas y daños", diseñado para compensar a los países del sur global por los impactos inevitables del cambio climático, aunque insistirá en que ya proporciona financiación, tecnología y asistencia técnica a más de 120 países.

Pekín, que ha criticado lo que considera un "incumplimiento de los países ricos" en materia climática y defendido el principio de "responsabilidades comunes pero diferenciadas", reiterará que los países desarrollados son quienes deben “cumplir sus compromisos de financiación climática”, aunque se examinará su voluntad de llegar a acuerdos con otros países, especialmente con Washington.

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