Nueva York le pone mil pegas a las terrazas de los restaurantes

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Nueva York, 20 nov (EFE).- Es difícil encontrar a alguien entusiasmado con la idea de abrir nuevos espacios para almorzar o cenar en las calles en Nueva York, a juzgar por el número de detractores que hoy se manifestaron contra este fenómeno durante una sesión este lunes organizada por la Alcaldía para recabar la opinión del público.

"¿Por qué la ciudad de Nueva York le va a dar este regalo a los restaurantes para conseguir más aforo, mientras otros negocios lo pasan mal para mantenerse a flote?", decía una responsable comunitaria del sur de Brooklyn durante la sesión.

"Animo al Departamento de Transportes a desarrollar una estrategia mejor para reducir la basura y las ratas, que parecen haberse olvidado por completo", avisaba un concejal municipal.

Lo cierto es que algo que parece tan natural en otras grandes ciudades del mundo como es cenar al fresco se ha convertido en Nueva York en un punto de conflicto. No siempre fue así.

Si bien la ciudad siempre ha permitido que los restaurantes montaran estructuras en la calle para acomodar a más clientes, los requisitos eran tan estrictos y las tasas tan altas que muy pocos se acogían al programa.

Todo cambió con la pandemia de la covid-19, que tuvo un impacto devastador sobre los restaurantes y los cafés de la ciudad.

Para tratar de mitigar las pérdidas, las autoridades locales dieron vía libre a los negocios para instalar terrazas, lo que según el alcalde, Eric Adams, salvó 100.000 empleos en toda la ciudad.

Sin embargo, la falta de regulaciones llevó a muchos locales a instalar espacios poco ventilados, donde se acumulaba la basura, y ocupando a veces una gran parte de la acera, afectando al tráfico de personas.

Con todo, muchos neoyorquinos agradecieron la medida, que permitía socializar en un entorno más seguro, y el Gobierno de Adams propuso hacer permanente el programa expandido de terrazas, aunque con limitaciones.

Para Carlos Valdez, que lleva cinco años en la ciudad (tres de ellos trabajando en restauración) el nuevo programa le genera sentimientos encontrados.

Por un lado, reconoce que, durante la pandemia, las terrazas contribuyeron a generar un sentimiento de comunidad que era esencial en medio de tanta devastación.

Pero también ve muchos lugares que aprovechan las regulaciones laxas, o que directamente no las cumplen, para instalar espacios poco higiénicos cuando, además, ya tienen suficiente espacio en el interior del local.

"He cenado en sitios donde se ven ratas, con olor a pis", explica. Su postura es que las terrazas deberían quedarse, pero bien reguladas, y deberían usarla sobre todo los locales más pequeños, que no pueden permitirse el alquiler de un edificio en la ciudad.

Su visión refleja la de muchos de los que este lunes participaron en la sesión pública de la Alcaldía, esto es, que el nuevo programa de terrazas se mantenga, pero con normas claras y restricciones sensatas que permitan mantener las calles limpias y el espacio público desocupado.

Incluso organizaciones como la Alianza de la Hostelería de Nueva York (NYC Hospitality Alliance), que tiene una postura marcadamente proterrazas, hizo un llamamiento a las autoridades a establecer normas lo suficientemente claras como para "asegurar que las instalaciones de cena al aire libre son hermosas y prácticas", dijo en un comunicado su director ejecutivo, Andrew Rigie.

En las normas propuestas hasta ahora por las autoridades se encuentran requisitos de distancia, para asegurar que hay suficiente espacio para circular en la acera, y, sobre todo, prohíben que las estructuras estén totalmente cerradas, para que se puedan desmontar fácilmente y guardar durante los meses en que no se usen.

La Alcaldía espera que las nuevas reglas estén finalizadas para finales de año, tras lo cual lanzará un portal de solicitudes para que los negocios neoyorquinos puedan pedir sus nuevas licencias.

Una vez aprobada su solicitud, los restaurantes tendrán treinta días para hacer los cambios. Los que no se ajusten a la normativa deberán desmontar sus instalaciones en la calle.

Jorge Dastis

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