Buenos Aires, 16 nov (EFE).- En sólo dieciséis meses, Sergio Massa puede pasar de "agarrar la papa caliente", como él suele decir, de asumir el Ministerio de Economía a ser el presidente electo de Argentina, en medio de una de las peores crisis socioeconómicas del país en las últimas décadas.
Resulta complicado explicar que el titular del Palacio de Hacienda, con una inflación interanual del 142,7 %, una pobreza del 40,1 % y una brecha cambiaria superior al 200 %, compita 'cabeza a cabeza' en la recta final con un candidato sin lastre político, el ultraliberal Javier Milei.
Massa, que ya luchó por la Presidencia en 2015, cuando estaba enemistado con el kirchnerismo y creó una nueva fuerza dentro del peronismo, Frente Renovador, dio la sorpresa en las generales de octubre, al ganar con un 36,33 % y pasar al balotaje.
Tachado a menudo de "arribista" y criticado por su flexibilidad política, además de por usar su rol de ministro de Economía durante la campaña 2023, es un viejo conocido de la primera línea política argentina desde comienzo de siglo, cuando entró a formar parte del breve Gobierno peronista de Eduardo Duhalde (2002-2003), tras el estallido social de 2001.
Desde entonces, este abogado de 51 años ha pasado por diversos niveles de la política argentina, desde intendente de Tigre (en el norte del conurbano bonaerense) hasta 'superministro' de Economía, cargo para el que fue designado el 28 de julio de 2022.
Finalmente, su paso por el Palacio de Hacienda no ha sido una rémora y, aunque los datos desalentadores y los escándalos de corrupción que han golpeado el seno del peronismo en las últimas semanas, el candidato de Unión por la Patria mantiene un igualado pulso con Milei por ser presidente.
No obstante, el acomodaticio dirigente ha sabido marcar distancia respecto a la exmandataria Cristina Fernández (2007-2015), actual vicepresidenta y objeto de fuertes ataques de la oposición, hasta el punto de reconocer en su última entrevista que a él no lo maneja "nadie".
El aspirante oficialista ingresó en la arena política a los 17 años como militante de la liberal Unión del Centro Democrático, que a comienzos de los 90 fue absorbida por el peronismo bajo el Gobierno de Carlos Menem (1989-1999).
Tras la severa crisis económica de finales de 2001, Duhalde le designó director ejecutivo de la Administración Nacional de Seguridad Social (Anses), a cargo del sistema estatal de jubilaciones.
En 2005 fue elegido diputado nacional, pero renunció a su escaño para seguir al frente de Anses a petición del entonces presidente Néstor Kirchner (2003-2007).
En diciembre de 2007, asumió como alcalde de Tigre, pero dejó ese cargo en julio de 2008 al ser convocado por Cristina Fernández como jefe de Gabinete.
Pero abandonó el cargo en julio de 2009, lo que le granjeó la enemistad de la entonces mandataria, con quien protagonizó ásperos desencuentros en los últimos años que no impidieron que en 2019 ella respaldara su presidencia de la Cámara de Diputados y en 2023 su candidatura presidencial.
Tras su salida del gabinete, Massa volvió a la alcaldía de Tigre, donde logró buena fama como administrador y fue reelegido en 2011.
Después de postularse como presidente en 2015, elecciones en las que no logró pasar a la segunda vuelta -que ganó Mauricio Macri al oficialista Daniel Scioli-, en 2019 Massa sumó el Frente Renovador a la coalición Frente de Todos, con la que Alberto Fernández alcanzó la Presidencia.
Ambicioso, de tono moderado y con buenos vínculos empresariales, al frente de la cartera de Economía ha protagonizado innumerables viajes a Estados Unidos para las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI), por el acuerdo firmado en marzo de 2022 de refinanciación de la deuda contraída en 2018.
Su brillante palmarés como líder de partido contrasta con su mediocre desempeño en el último año como responsable de las finanzas, que, pese a todo, puede llevarle a la Casa Rosada el 10 de diciembre.
Juan Verano y Concepción M. Moreno