Mérida (España), 18 oct (EFE).- Tawfik es un apellido palestino conocido en la ciudad española de Mérida, pues así se llaman los cuatro hijos de un gazatí que hace 40 años llegó allí y se quedó. El pasado día 4, después de 17 años sin atreverse a volver a Gaza, aterrizó en la Franja, sin sospechar que apenas tres días más tarde se vería atrapado en medio del horror y de la guerra.
Nazira Tawfik, su hija mayor, cumplía años el fatídico 7 de octubre, cuando se produjo el ataque más cruento que Israel ha sufrido por parte del brazo armado del grupo islamista Hamás, por eso la llamada de su padre desde Gaza para felicitarla ya se empezó a teñir de los más oscuros presagios.
La familia Tawfik vive en permanente angustia desde entonces, con la única esperanza de que se llegue a un acuerdo para un alto el fuego en el sur de la Franja que permita la reapertura del paso de Rafah, en la frontera con Egipto, para la evacuación de los extranjeros y la entrada de ayuda humanitaria.
Es tanto el miedo que tienen los hijos de Tawfik, Nazira, María, Ángel y el pequeño Pablo, que se niegan a facilitar una fotografía de su padre e incluso a dar a conocer su nombre completo por temor a que pueda ser identificado y sufrir represalias.
El palestino tiene ahora 58 años pero llegó a Mérida con solo 18 para estudiar Informática. En la ciudad española se casó y formó una familia, aunque con la ausencia siempre de su tierra, de sus padres y hermanos.
Nazira recuerda que cuando eran pequeños algunos veranos visitaban a sus abuelos palestinos en Gaza, unos viajes que terminaron con la muerte ellos y con la creciente tensión en la zona.
La joven explica que su padre había planeado durante estos años distintos viajes, aunque finalmente desistía, incluso con el billete ya comprado, por la falta de seguridad en la zona, algo que no ocurrió el pasado 3 de octubre, cuando nadie supo reconocer la extraña calma que precedía a la tormenta.
Los primeros días de bombardeos los pasó Tawfik refugiado en la casa familiar y sin intención de salir de allí hasta que hace cinco días Israel dio el ultimátum que llamaba al éxodo forzoso de los civiles hacia el sur, ante la inminente entrada de tropas.
El pasado viernes, el consulado español, con el que los hijos mantienen una continua comunicación, le instó a viajar al sur ante la posibilidad de que el paso con Egipto de Rafah abriera al día siguiente durante unas horas, una operación diplomática que al final no prosperó, justo cuando su padre se disponía a viajar.
Finalmente, logró llegar al sur de la Franja en medio de los bombardeos y escondido en una vehículo camuflado de ambulancia. Allí siguen cayendo misiles, según las fotografías que envía a sus hijos por WhatsApp, el sistema con el que se comunica con ellos cuando consigue cargar su móvil mediante baterías portátiles.
Como otros gazatíes, Tawfik se ha visto obligado a beber agua del mar, debido a la falta de suministros por el bloqueo de la ayuda humanitaria.
Para Nazira, que recalca que "Palestina no es Hamás y Hamás no es Palestina", se está masacrando a una población totalmente inocente e indefensa que, además, es mayoritariamente pobre.
En medio de este horror, los hermanos Tawfik creen que el mundo tiene que lograr al menos que Israel deje salir a la población de Gaza y permita que entre ayuda humanitaria para quienes, como su tía, ha decidido quedarse para siempre en el que ha sido su hogar al norte de la Franja.
Mientras eso no suceda, tienen muy claro que, lo que está ocurriendo allí no es una guerra, es una "matanza", un "genocidio" del que al menos esperan que su padre pueda huir para volver sano y salvo a casa aunque ya saben que llegará con el alma completamente destrozada.
Jero Díaz Galán