Yakarta, 28 sep (EFE).- Los habitantes de Palu, en el norte de la isla indonesia de Célebes y que fue sacudida por un terremoto de magnitud 7,5 y el posterior tsunami que hace hoy cinco años provocaron más de 4.300 muertos, conmemoran la tragedia con rezos colectivos y ante la aparente mejora de los planes de alerta y evacuación.
Ramadhan Bodah, portavoz de un grupo religioso de Palu, organiza desde hace cinco años una convocatoria para rezar por las víctimas de la catástrofe cada aniversario y hoy espera que se sumen al menos medio millar de vecinos de la ciudad, de unos 300.000 habitantes, según cuenta a EFE.
Aunque pudo salvarse porque en el momento del desastre se encontraba en una colina, el hombre vivió en primera mano la devastación causada por el seísmo y la ola de hasta tres metros que provocó, así como los corrimientos de tierra al dañar la consistencia del terreno en un extraño fenómeno llamado "licuefacción" de suelo.
"Formamos un grupo de rescate de voluntarios y utilizamos todo lo que había disponible antes de que llegaran los equipos de ayuda. Fuimos inmediatamente a evacuar cadáveres", afirma.
Según datos de las autoridades de Célebes, al menos 4.340 personas murieron durante el desastre natural, de las cuales solo 2.657 pudieron ser identificadas.
La tragedia ha dejado una huella indeleble en la isla, donde el fallo de los sistemas de alerta temprana, que no se activaron, hizo que el tsunami sorprendiera al menos a un millar de personas que se encontraban a punto de participar en un festival cultural en una playa de la región.
Los aterrados vecinos vieron primero cómo un tsunami arrasaba los escombros, incluida una mezquita derruida en Palu, y después las casas, como si la tierra se hubiera convertido en líquido.
Este fenómeno, conocido como licuefacción, ocurre cuando un fuerte movimiento telúrico golpea un suelo de tierra poco sólida y con grandes bolsas de agua, haciendo que se colapse y liberando una gran cantidad de barro que arrastra los edificios y estructuras como si flotaran en una corriente viscosa.
La agencia local de meteorología, climatología y geofísica indonesia (BMKG) emitió una alerta de tsunami tras el seísmo, que ocurrió al atardecer, pero la desactivó 28 minutos después al no tener datos fiables sobre la situación, aunque la ola gigante ya estaba causando estragos.
Bodah afirma que en estos cinco años ha habido mejoras en los sistemas de alerta, sin especificar cuáles, y asegura que los planes y espacios destinados a evacuaciones han mejorado.
"Durante lo ocurrido en 2018, mucha gente estaba confundida acerca de adónde ir y qué camino tomar. Ahora hay instrucciones del gobierno sobre qué hacer si ocurriera de nuevo, qué rutas y adónde dirigirse, como un estadio", dice.
El desastre en Célebes fue el peor que impactó Indonesia desde el tsunami que en 2004 barrió la provincia de Aceh, en el oeste del archipiélago, donde murieron 167.000 personas.
Tras el feroz tsunami que en 2004 causó unos 280.000 muertos en naciones bañadas por el Océano Índico, las autoridades indonesias colocaron 22 boyas con sensores de alerta de movimientos sísmicos en sus costas gracias a donaciones, incluidos 45 millones de euros del Gobierno alemán.
Indonesia, el país con más musulmanes del mundo, se asienta sobre el llamado Anillo de Fuego del Pacífico, una zona de gran actividad sísmica y volcánica en la que cada año se registran unos 7.000 terremotos, la mayoría moderados.