Sevilla (España), 8 sep (EFE).- La ciudad de Sevilla, en el sur de España, y sobre todo el barrio de Triana, uno de los más emblemáticos de la ciudad, despidió este viernes a la cantante María Jiménez, y lo hizo al son de la música, como ella quería, y con una multitud en sus calles.
Los penachos negros de los cuatro caballos que tiraron de la carroza con el féretro de la artista, fallecida ayer a los 73 años, fue la única señal de luto de su funeral, celebrado en la iglesia de Santa Ana, donde su barrio la despidió por sevillanas, "como ella quería", según afirmaban los trianeros y, sobre todo, las trianeras.
Un fandango, la salve rociera y otros cantes y toques de inequívoco aire flamenco jalonaron la misa, cuyo parecido con cualquier otro funeral habrá sido coincidencia, mientras que una iglesia abarrotada de gente que desafiaba los rigores del calor sevillano recibió el féretro de la cantante con palmas a ritmo de sevillanas y gritos de "ole, ole, ole".
Junto al altar había una fotografía suya de primer plano a todo color y una especie de estandarte que reproducía el dibujo de las plumas de un pavo real, en recuerdo a cómo vestía en la presentación de uno de sus últimos trabajos.
El féretro había salido del Ayuntamiento de Sevilla, donde ayer se instaló su capilla ardiente, y recorrió el centro de la capital andaluza hasta cruzar el puente de Triana sobre el río Guadalquivir para entrar el barrio que la vio nacer, hasta llegar a la iglesia de Santa Ana, como ella había dejado dispuesto.
La artista recibió hoy el homenaje de los sevillanos, cientos de personas aguardaban el paso de la carroza fúnebre y muchas de ellas le lanzaban flores, y tanto a la entrada como en el interior del templo una multitud esperaba la llegada de los restos de la artista, famosa por su fuerza en los escenarios y por canciones desgarradas como "Se acabó", en la abordó el machismo y los malos tratos.
"A Triana la ha llevado siempre en el alma", aseguró el párroco, antes de recordar el elogio que las Sagradas Escrituras hacen del canto y de citar al cantatautor Víctor Jara cuando dijo "si muere el cantor muere la vida", pero advirtiendo que el chileno carecía de fe y que los que gozan de ese don saben que "María ha muerto para el mundo, pero ya goza de la primavera en el Cielo".
Tocaron y cantaron en su honor por sevillanas, una soleá de Triana y hasta un fandango, que se fueron intercalando en un oficio religioso al que asistió el alcalde de Sevilla, José Luis Sanz, y amigas de la cantante como la tonadillera María José Santiago y la aristócrata Eugenia Martínez de Irujo, hija de la fallecida duquesa de Alba.
Después de más de cincuenta años en los escenarios y platós de televisión, en la última etapa de su carrera cantó canciones de artistas como Joaquín Sabina, al que reinterpretó en uno de sus mejores discos en 2002, y pasó por el tamiz del flamenco y de la rumba algunas de las canciones más emblemáticas del cantante, dotándolas de nueva frescura, como "19 días y 500 noches", a la que dio un tono aún más canalla que el original del maestro.
Sin prisa por alumbrar discos, la discografía de Jiménez alcanzó hasta "La vida a mi manera" (2020), una reinterpretación del cancionero latinoamericano que tanto cultivó.