Los jóvenes del sur global afinan su lucha climática en el Líbano de cara a la COP28

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Noemí Jabois

Beirut, 31 ago (EFE).- El pintoresco Valle de La Martine, en el centro del Líbano, acoge estos días a cerca de 450 jóvenes del sur global en busca de vías para potenciar su activismo climático y de estrategias unificadas de cara a la cumbre del clima COP28, que se celebrará dentro de tres meses en Dubái.

No es casualidad que el Campamento de Justicia Climática en el que participan desde el pasado lunes tenga lugar "en una región que obviamente va a ser protagonista en los próximos meses con la COP en Emiratos Árabes", explicó a EFE uno de los coordinadores del evento, Bruno Giambelluca.

Tampoco lo fue la elección de fechas para su primera edición el año pasado en Túnez, campamento que igualmente se celebró semanas antes de la COP27 que tuvo lugar en la ciudad egipcia de Sharm el Sheij y que "abrió la puerta a que la región se potencie bastante", en palabras del también activista de Greenpeace Andino.

Según apunta, la iniciativa nació ante la necesidad de crear más espacios de trabajo para el movimiento climático, al que le faltan un "montón de recursos" y cuyos miembros no tienen la posibilidad de juntarse a menudo, "como sí tiene la industria fósil, que puede reunirse para llegar a un acuerdo muy rápido".

Para los activistas del sur global estas trabas son aún mayores y por eso la relevancia de este campamento, que cuenta con participantes de casi cien países diferentes, de Latinoamérica hasta África.

LAS CUMBRES DEL CLIMA

De entre los talleres impartidos en el evento, Giambelluca afirma que el de la COP28 es "muy popular" por "una cuestión estratégica de ver cómo unimos esfuerzos, cómo vamos en conjunto, nos ponemos de acuerdo en las formas de trabajo, qué es mejor reclamar", ante la certeza de que participar en una cumbre del clima puede ser "muy demandante y estresante".

La activista mexicana María Reyes es una de las participantes que tiene previsto asistir a la COP28 el próximo noviembre, pero lo hará desencantada y con la convicción de que ese tipo de cumbres solo sirven como espacio para avanzar en las luchas territoriales de cada uno.

"A través de asistir a las COP, me he dado cuenta de que para poder obtener la justicia climática que necesitan las comunidades afectadas por la crisis climática esos espacios internacionales son completamente inútiles, no funcionan en el tiempo, en las formas y en la esencia", dijo a EFE.

"Desde la COP26, yo perdí completamente toda la fe en los sistemas intergubernamentales de políticas internacionales, pero gané mucha esperanza en las comunidades locales, en los pueblos originarios, en las juventudes. Entonces es como que la esperanza no se termina, solo se transforma", agregó la joven.

Es por ello que se encuentra en el Líbano, una oportunidad única para "tejer alianzas de sur a sur", pues para ella es clave incluir en las conversaciones "a actores que están teniendo que idear soluciones a la crisis climática porque la están viviendo".

MOMENTO DE REFLEXIÓN

Reyes cree que el movimiento climático juvenil se encuentra en "un proceso como de reflexión".

Pone como ejemplo el caso de los combustibles fósiles, de sobra sabido que son malos para el medioambiente, y su alternativa más común, las energías renovables "que obedecen al capitalismo" y ante las que, según opinó, la comunidad se está empezando a dar cuenta que no parecen ser la mejor solución.

"Yo creo que esa es la importancia de que nos encontremos de sur a sur, de que nos demos cuenta que no solamente en México o en Colombia estamos teniendo estas reflexiones (...) Ver cómo nos agarramos de las manos para que fluya más fuerte", sentenció.

La activista colombiana Xiomara Acevedo, fundadora de la ONG Barranquilla+20, coincide en que "todas las soluciones" parecen estar trazadas desde un prisma "de mercado" o desde la aproximación de "destruir y compensar", pese a que la naturaleza "realmente no funciona así".

La joven sabe que replantearse cómo abordar la transición energética tomará un tiempo, pero avisa de que hay otro problema igual de urgente y menos "popular" que sí se puede solucionar ya: la conservación de los ecosistemas.

"Para países como Colombia, o México y otros que son megadiversos, lo más urgente es defender y conservar estos ecosistemas", dijo a EFE, al criticar cómo este problema se aborda muchas veces de un modo reduccionista con foco únicamente en la cantidad de toneladas de CO₂ que absorben.

Para Acevedo, esas aproximaciones son "una locura" y "reducen la urgencia" de aspectos como la protección del flujo ecológico o la bioculturalidad de los pueblos indígenas.

Y la forma de atajar esta cuestión adopta una forma muy clara en su mente.

"Volver y retomar, posicionar y financiar esas soluciones y esas estrategias de la gente de base, de las poblaciones indígenas, afrodescendientes, campesinado y demás. Porque realmente han mantenido este patrimonio natural y cultural por milenios, y sin ningún apoyo", zanjó.

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