Buñol (España), 30 ago (EFE).- El rojo de 150.000 kilos de tomates de variedad pera bien maduros colorearon un año más las calles más céntricas del pueblo valenciano de Buñol, en el este de España, en la icónica Tomatina, su fiesta más tradicional e internacional que de nuevo superó las expectativas de los cerca de 20.000 participantes.
Más de dos horas antes del inicio de esta incruenta batalla, donde las camisetas blancas fueron la prenda más habitual, la música ya se hacía notar por las calles del municipio, mientras la gente esperaba paseando y bailando, intentando coger un jamón en lo alto de una palo enjabonado o cogiendo fuerzas con generosos almuerzos.
Como marca la tradición, la localidad, situada a unos 40 kilómetros de la capital valenciana, se transformó este último miércoles de agosto en la capital mundial del tomate, con una gran presencia de participantes extranjeros, dada la repercusión internacional de esta "batalla" de tomates, que desde hace dos décadas está reconocida como Fiesta de Interés Turístico Internacional.
La fiesta, cuyas imágenes dan la vuelta al mundo por televisión y redes sociales, comenzó a mediodía, con el lento desfile de seis camiones cargados con 150 toneladas de tomates maduros y jugosos, no aptos para el consumo pero ideales como munición en esta "batalla" campal, en la que todos luchan contra todos a tomatazo limpio.
Durante una hora, los tomates "volaron" en esta "guerra" que empezó casi por casualidad en 1945 de la mano de unos jóvenes aburridos y que hoy tocó a su fin tras sesenta minutos, el sonido de cláxones y una carcasa mostrando una postal de camisetas en tono rosa y calles jalonadas por una gruesa alfombra roja caldosa y pringosa.
Un año más no faltaron las gafas de bucear, la mejor protección para los ojos contra el ácido de los tomates, en los miles de asistentes que ocupaban las calles; esta vez se vio a muchos ciudadanos de la India movilizados por una película de Bollywood aunque también los había de Estados Unidos, Australia o Japón, entre otras nacionalidades.
En un ambiente puramente veraniego, el agua que llegaba desde balcones y terrazas y desde puntos en la calle con mangueras y cubos era bien recibida por los participantes, que no cesaban en la búsqueda de sus "víctimas" mientras chafaban las redondas armas antes de tirarlas para que estuvieran más blandas y no hacer daño.
Un helicóptero y más de 200 agentes de la Guardia Civil, además de otros cuerpos de seguridad, se desplegaron para vigilar y atender cualquier incidencia.
El presidente de la Comunidad Valenciana, Carlos Mazón, siguió el festejo desde el balcón del Ayuntamiento y resaltó que "una gamberrada" como esta se ha convertido en esta fiesta "no para nosotros, sino para todo el mundo".
La alcaldesa de Buñol, Virginia Sanz, que en los momentos previos invitó a Mazón a subir a un camión de tomates y este acabó manchado "hasta la rodilla", confirmó que en esta edición hubo 2.000 participantes más que el año pasado, de dieciocho nacionalidades distintas, y celebró el hecho de que esta fiesta sea "segura y divertida".
Con el olor a tomate aún en el ambiente y mientras la marabunta iba desapareciendo, comenzaron las labores de limpieza de fachadas y calles, que en pocos minutos ya lucían impolutas y desinfectadas gracias al ácido de los frutos usados como artillería en esta original batalla, que ya espera con ganas una nueva edición en 2024.