Arlés (Francia), 15 jul (EFE).- El espíritu nómada del fotógrafo Jacques Léonard protagoniza una exposición en el Museo Réattu de la ciudad francesa de Arlés, la primera retrospectiva en el mundo a este artista olvidado.
“Cuando descubrí la riqueza de las imágenes de Jacques Léonard, me dije que era un fotógrafo que merecía de verdad una exposición”, explica a EFE el comisario de esta retrospectiva, Daniel Rouvier, con la que busca darlo a conocer al público.
Una colaboración con la Fundación Photographic Social Vision de Barcelona permite hasta el 1 de octubre mostrar la trayectoria de Jaques Léonard (1909-1994) a través de 150 imágenes tomadas por este fotógrafo, poco conocido en su tierra natal, que trabajó para las principales publicaciones catalanas de la época, entre ellas el periódico La Vanguardia.
Aunque dio sus primeros pasos en el cine, donde trabajó con directores como Abel Gance, su llegada a España en 1940 le hizo pasar a la imagen inmóvil.
“Es un hombre que cuenta historias en todas sus imágenes”, destaca Rouvier. Lo atribuye a su pasado entre las películas, que le dio una calidad visual que aporta gran fuerza y emoción a todas sus fotografías.
Léonard pasó una primera etapa en Madrid -ciudad que detestaba según el comisario de la exposición-, y desde allí cooperó con una red francesa de oposición al régimen filonazi de Pétain que ayudó a alrededor de 18.000 franceses a huir del fascismo hacia África, América del Sur y Estados Unidos.
De esta misión diplomática salió una primera serie histórica en 1943, titulada "Évadés", en la que Léonard capturó el peregrinaje de unos 1.500 expatriados desde la Estación del Norte (actual Príncipe Pío de Madrid) hasta el puerto de Málaga.
En la muestra de Arles, eso aparece cara a cara con su trabajo de "La División Azul", en el que documentó desde Barcelona la llegada en 1954 de 250 miembros de la conocida unidad de voluntarios enviada por Franco para ayudar al ejército nazi en la invasión de Rusia.
BARCELONA, LA CIUDAD ESENCIAL
Léonard llegó en 1943 a Barcelona, que fue para él la "ciudad esencial" en la que pasó el resto de su vida, y la principal razón es que en ella conoció a la modelo Rosario Amaya.
La gitana, que posteriormente se convertiría en su esposa, le abriría en los años 1950 las puertas de esta comunidad maltratada que empezaba a abandonar su pasado nómada y a instalarse en poblados de chabolas a las afueras de la capital catalana.
El francés, que luego se enteró de que también él tenía sangre romaní, dedicó sus siguientes años a fotografiar las calles de Barcelona y otras localidades catalanas en las que se empezaban a percibir los primeros signos del aperturismo franquista, con la llegada del turismo y la modernización.
Las imágenes retratan parejas de enamorados, con los modelos frecuentemente de espaldas. Léonard jugaba con la luz para resaltar las siluetas frente a un cielo despejado o figuras presentes en la composición, asemejándose a un cuadro.
Pero entre sus fotografías brillan especialmente aquéllas que definía como “proyecto personal”: durante años retrató la cotidianidad del pueblo gitano, en el que encontró una familia. Fue un trabajo documental único e íntimo que realizó entre 1952 y 1975.
"Son fotografías -subraya el comisario- hechas desde el interior. Fotografiaba todo a lo que veía: las fiestas, los lugares en los que vivía la gente, la forma de vivir lo cotidiano...".
"Es casi una investigación etnológica, porque era verdaderamente consciente de que vivía un periodo de ruptura en el modo de vida de la comunidad gitana y quería guardar ese recuerdo", añade.
Léonard fotografiaba a los niños del barrio, a sus vecinos, amigos y familiares en momentos naturales y más íntimos, desde bodas hasta entierros. Mostraba así la realidad y la fuerza de una comunidad marginada y maltratada por el mundo y por el régimen franquista.
En los retratos de su mujer quiso mostrar la dualidad de Rosario: la mujer gitana y la mujer moderna.
El paso de los años acabó deteriorando su salud, razón por la que dejó definitivamente la fotografía en la década de los 70 y finalmente falleció en la localidad de L'Escala, en Girona, en 1994.
Lydia Hernández Téllez