Gustavo Borges
Ciudad de México, 15 jul (EFE).- En coincidencia con la publicación de su libro más íntimo, sobre su hijo, el novelista chileno Alejandro Zambra hace un ejercicio de humildad y acepta que los escritores no son unos elegidos por la limpieza de su prosa o de su poesía.
"Los escritores somos más bien personas que escribimos mal y luego volvemos a visitar lo que no nos salió, lo reformulamos, construimos una segunda intensidad y la volvemos primaria", aseguró Zambra este sábado en una entrevista con EFE.
Residente en México, el autor de 47 años está presentando por estos días "Literatura infantil", una obra de género indefinido, en la cual cuenta sus emociones a partir de su paternidad.
El texto de 226 páginas, publicado por Anagrama, es un viaje que el autor realiza de la mano de su niño, que crece mientras avanza la historia.
"Al ser padre hay una renovación de la vulnerabilidad. Me gusta verlo así; en el momento en que tienes a tu hijo en brazos, hay felicidad, plenitud, pero también fragilidad", explicó.
Contrario a la insinuación de su título, el libro no es de literatura para niños, sino una reflexión lúcida y poética sobre la figura del padre, que asume como un soplo de alegría y libertad.
"No quería que la escritura rivalizara con la crianza porque en el fondo hay una afinidad entre la forma cómo experimentas el tiempo en la escritura y cómo lo experimentas en la crianza. No quiero esa biografía de hijo de escritor, ese trauma recurrente o gran trauma recurrente de: 'silencio que papá está escribiendo'", confesó.
ESCRITURA FUERA DEL ALTAR
El padre cambia la letra y la melodía de las mejores canciones de cuna; el padre se pelea en un museo en Coyoacán porque no lo dejan entrar con el biberón de leche de su hijo; el padre experimenta con un hongo alucinógeno para curar la migraña y extraña al niño. Son algunas de las imágenes de un libro entrañable.
En "Literatura infantil", Zambra no se detuvo a pensar si sería cursi o poco objetivo; escribió como quien vive sin reparar en los latidos del corazón o el número de respiraciones por minuto.
"Yo no sé si es necesario huir. Al momento de escribir no creo que haya nada que reprimir, nada de lo que escapar, al contrario, hay momentos en los que incluso los planes se cumplen cuando fracasan", explica.
Las novelas del chileno han sido traducidas a 20 idiomas y sus relatos han aparecido en revistas prestigiosas como The Paris Review, The New Yorker, The New York Times Magazine y Granta, sin embargo, el autor huye de la idea de sacralizar la literatura.
"En la vida está separada la escritura de la publicación; cuando los escritores salimos al mundo, le hacemos un flaco favor a la literatura porque salimos con el libro terminado y parece que nos dedicáramos a escribir libros y en realidad nos dedicamos a escribir", aseguró.
Al principio era un escritor de domingos, un ausente en las misas, los asados y los partidos de fútbol.
"Luego encuentras interlocutores, editores, pero yo quisiera que la escritura nunca se volviera una obligación. Yo sé que suena paradójico, pero para mí es importante eso; hacer el libro que quiera hacer, publicar cuando quiera publicar, no obedecer a un ritmo externo".
ESPACIO PARA DIALOGAR
El nuevo libro de Alejandro Zambra cita a autores que se preocuparon por la paternidad, filosofa sobre relaciones de hijos con padres, mientras Silvestre, el niño, crece con afecto, cercano a los libros.
"Ni siquiera estoy seguro de querer que leas este libro. No es necesario, por supuesto. Existe gracias a ti y eres tú su principal destinatario, pero lo escribí, sobre todo, para acompasar con mis amigos, los misterios de la felicidad", escribe Zambra al final de la obra.
"Literatura infantil" podría ser un atajo para que dentro muchos años el hijo tenga a mano a su padre cuando fue un hombre vital de menos de 50 años. Zambra no discute esa idea, pero ve el volumen como algo más, un espacio para dialogar sobre la figura del padre.
"Yo quería a mi hijo como un representante de los lectores, pero también me gusta pensar que hay una comunidad con representaciones dogmáticas de la paternidad, vinculadas a lo obligatorio, a la solución de problemas y hay un espacio, el de la literatura en el que la incertidumbre permite cierta música. Me gusta pensar que ese es el espacio en el que este libro podría dialogar", sostuvo. EFE
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