TALIARTE, España, 5 abr (Reuters) - Un número cada vez mayor de tortugas bobas anida y desova en las playas del Mediterráneo occidental, en lo que algunos científicos sugieren que podría ser un caso de cambio climático causante de la expansión del hábitat de una especie amenazada.
Junto con el calentamiento del agua del mar, otro factor que probablemente beneficie a la tortuga de caparazón duro más grande del mundo, considerada una especie vulnerable, son los programas de protección de países como España y Cabo Verde.
Biólogos marinos de Francia, Italia, España y Túnez han descubierto muchos más nidos en las playas de sus respectivos países en la última década que entre 1990 y 2012, cuando la media era de menos de tres al año.
Desde 2012, el número de nidos ha aumentado drásticamente, alcanzando los 84 en 2020, los datos más recientes disponibles, según un artículo publicado por la revista científica de ecología Global Ecology and Conservation el pasado verano.
“Creemos que este evento que se está viendo en las costas mediterráneas españolas, francesas e italianas pueda ser un nuevo proceso de colonización”, dijo la bióloga Ana Liria, responsable de ADS Biodiversidad, una organización benéfica con sede en Taliarte, en la isla de Gran Canaria. El grupo rescata tortugas heridas en las Islas Canarias y estudia su población en Cabo Verde, la principal zona de reproducción del Atlántico oriental.
Las tortugas bobas habitan las zonas más cálidas de los océanos del mundo y están presentes en el mar Mediterráneo, pero han anidado principalmente en un puñado de lugares como Florida (Estados Unidos), Cabo Verde, Omán, Mozambique y Australia Occidental. Suelen regresar a su lugar de nacimiento para poner huevos cada pocos años.
El cambio climático, un factor decisivo
El Mediterráneo se ha calentado 1,3ºC entre 1982 y 2019, según un estudio realizado en 2020 por el Centro de Estudios Ambientales del Mediterráneo, con sede en Valencia.
El cambio climático suele ser perjudicial para la fauna, pero el calentamiento de las aguas parece haberse vuelto más adecuado para las tortugas, señala Liria, que advierte, no obstante, que su esperanza de vida es de hasta 100 años, lo que significa que cualquier cambio de comportamiento debe observarse durante periodos mucho más largos.
El éxito de los programas de protección de tortugas puestos en marcha en todo el mundo en las últimas décadas también ha impulsado la población de tortugas, ayudando a elevar su estatus por encima del nivel de “en peligro” en muchas zonas, dijo.
Un ejemplar maduro puede medir 90 centímetros y pesar 150 kilogramos. Su tamaño y su duro caparazón suelen protegerlas de los depredadores, pero las redes de pesca, los rotores de los barcos y la contaminación se han convertido en amenazas importantes.
Con información de Reuters.