CARACAS (AP) — Todo el mundo conoce a Franklin Cáceres en su vecindario en el extremo oriental de la capital de Venezuela. Un vendedor callejero le dice a un visitante que hay que caminar colina abajo, pasar una curva y dirigirse hacia la izquierda. Un alumno de secundaria señala dónde se encuentran la casa y el negocio de Cáceres.
Allí, en un espacio en el que Cáceres aplanó el piso de la montaña, unos muros exiguos de bloques de hormigón y un techo de hojalata protegen cuatro tanques azules de plástico de 1.000 litros (264 galones) en una esquina. También hay una estufa y un ruidoso grupo de gallos.
“¡Fran! ¡Fran!”, gritan los vecinos mientras él sube y baja por un camino sinuoso y polvoso desenredando y jalando una manguera aparentemente interminable. La manguera, que es más bien una especie de red de mangueras que miden aproximadamente 1,6 kilómetros (1 milla) de longitud, ha transformado su vida trayéndoles agua potable a su distrito pobre.
Desde hace tiempo el agua ha sido un lujo en los extensos barrios de bajos ingresos que circundan Caracas. El problema precedía al gobierno socialista del fallecido presidente Hugo Chávez. Pero al igual que muchos otros problemas en el gobierno de su sucesor, Nicolás Maduro, la escasez se ha intensificado en comunidades como la de Cáceres y se ha extendido a otras partes de Venezuela.
Algo que agrava el problema es la creciente pérdida de valor de los salarios tras años de inflación desbocada en medio de la crisis económica y política del país. Los que adquieren agua de vendedores formales o informales deben pagar tarifas exorbitantes con relación al nivel de los salarios. Muchos simplemente no pueden pagarla.
Al menos la mitad de la población de Venezuela vive en la pobreza.
Las viviendas que cubren una colina empinada en este rincón del barrio de Petare solían tener agua corriente. Cuando eso se acabó hace 13 o 14 años, el gobierno enviaba un camión cisterna esporádicamente. Luego eso también se suspendió. Posteriormente llegaron los comerciantes con camiones o vehículos de menor tamaño que en estos días venden 200 litros (53 galones) por 2 dólares, lo que equivale a dos quintas partes del salario mínimo mensual en el país.
No se programó ningun festejo en Petare para el Día Mundial del Agua que se conmemora el miércoles. Pero muchos elogian el ingenio de Cáceres.
“Es famoso”, dijo una vecina, Gregoria Morao.
El sitio de Cáceres se ubica 700 metros (0,4 millas) colina arriba del pozo de una cantera abandonada. Durante algún tiempo, él y sus vecinos caminaban hasta el pozo, llenaban todo tipo de contenedores y los trasladaban de vuelta a sus viviendas.
A medida que crecían las necesidades, de agua y de una fuente de ingresos, señaló Cáceres, se percató de que había una oportunidad de hacer negocios y ayudar a sus vecinos.
Con dinero suyo y prestado —y una bomba de agua donada por el gobierno local— conectó una serie de mangueras hasta que llegó al pozo y comenzó a alimentar los tanques en su vivienda. Luego conectó más mangueras hasta que fueron lo suficientemente largas para llegar a los tanques de sus vecinos.
“Yo lo veo como un servicio a la comunidad”, declaró.
Su precio de lista es de 1,50 dólares por 200 litros (53 galones), pero acepta cualquier cosa que sus vecinos le puedan pagar, incluso una arepa fría o quemada. En ocasiones le da el agua gratuitamente a algunas familias.
“Esto le da tranquilidad a la gente”, manifestó.
Sólo aproximadamente el 27% de los venezolanos cuyas casas cuentan con tuberías de agua tienen servicio diario las 24 horas, según un sondeo efectuado en diciembre a 7.683 personas por parte del Observatorio Venezolano de Servicios Públicos, un grupo sin fines de lucro. De los encuestados, 9,4% reportaron tener servicio sólo una vez al mes, mientras que el 5% nunca reciben agua.
Las fallas en la infraestructura son de tal magnitud que parte de la asistencia humanitaria internacional proporcionada a Venezuela para aliviar su prolongada crisis está diseñada específicamente para proyectos de agua potable.
La compleja crisis política, social y económica del país ha impulsado a más de 7 millones de venezolanos a emigrar y creó un infierno de inequidad para los que se quedan.
A su tarifa actual, los clientes de Cáceres pagan 7,50 dólares por metro cúbico de agua. En un vecindario de ingresos medios de Caracas, un edificio de apartamentos puede pagar 0.04 centavos de dólar por la misma cantidad.
Morao, de 66 años, y otras cinco personas viven del ingreso mensual de 180 dólares que gana su hijo como ayudante de cocina en un restaurante de sushi. Dijo que normalmente necesitan llenar su tanque de 1.400 litros (370 galones) una vez a la semana.
Recuerda cuando el agua salía de la llave de su fregadero y todas las promesas que han hecho los políticos para reanudar el servicio. Se ríe ante esa perspectiva.
“¿Dónde está el agua? Y este año también nos van a prometer el agua, lo que pasa es que no han venido", dijo. "¿Qué, vamos a estar esperanzados? Eso es mentira”.