LIMA (AP) — Miles de manifestantes protestaron el viernes en las calles de la capital de Perú, enfrentaron gases lacrimógenos por segunda jornada consecutiva y dejaron claro que continuarán sus movilizaciones para exigir la renuncia de la presidenta Dina Boluarte, el cierre del Congreso y la pronta realización de nuevas elecciones.
Muchos de los inconformes llegaron a Lima desde zonas remotas andinas, donde han muerto docenas de personas en medio de la agitación política en la que han quedado inmersas grandes porciones del país desde que Pedro Castillo, el primer gobernante surgido de una zona rural andina, fue destituido y encarcelado el mes pasado por haber intentado la disolución del Congreso.
“¡Renuncia de una vez, Dina! ¿Qué es lo que quieres de nuestro Perú?”, dijo José Luis Ayma Cuentas, de 29 años, que viajó unas 20 horas para llegar a la capital desde la región sureña de Puno, que ha sido escenario de la violencia estatal más cruenta en el último mes. “Nos quedaremos hasta que renuncie, hasta que cierre el Congreso, hasta que haiga nuevas elecciones”.
Hasta fecha reciente, las protestas habían tenido lugar principalmente en la región sur de Perú, con un total de 55 personas fallecidas y 700 heridas principalmente en enfrentamientos con las fuerzas de seguridad en medio de la crispación política.
Los manifestantes pretenden convertir a Lima —donde vive una tercera parte de los 34 millones de habitantes de Perú— en el epicentro de las protestas que comenzaron cuando Boluarte, antes vicemandataria, juramentó como presidenta el 7 de diciembre en sustitución de Castillo.
Las protestas han desatado la peor ola de violencia política en el país en más de dos décadas.
Al principio de las movilizaciones del viernes, los manifestantes parecieron más organizados que la jornada anterior y cerraron avenidas importantes en el centro de Lima, donde agitaron banderas y corearon que “la sangre derramada jamás será olvidada”, “el pueblo no se rinde” y otros lemas.
La policía actuó más enérgicamente que el día previo y cuando vio que los manifestantes habían obstruido calles del centro de la ciudad rompieron su inmovilidad y comenzaron a dispararles cartuchos de gas lacrimógeno.
Al parecer el lanzamiento de gas lacrimógeno también fue más indiscriminado. Un grupo de inconformes que estaban sentados pacíficamente en una plaza frente a la corte suprema se vieron obligados a correr repentinamente cuando la policía se acercaba y les dispara cartucho tras cartucho de gas lacrimógeno, el cual inundó con una neblina de olor picante la zona.
“Tengo indignación, rabia”, dijo Madai Pardo Quintana, de 48 años, que ofrecía agua con bicarbonato de soda a los manifestantes para que eliminaran el gas lacrimógeno de sus ojos. “Ellos quieren que les respetemos, pero si ellos nos darían el ejemplo de respetar, también los respetaríamos.”
Pardo llegó a Lima procedente de la provincia de Chanchamayo, en el centro del país, para protestar contra Boluarte y dijo que permanecería en la capital hasta que renuncie la presidenta.
La ira contra la policía fue constante durante una marcha, en la que los manifestantes gritaban “asesinos” al apsar frente a filas de agentes provistos de cascos y escudos antidisturbios.
A pocas manzanas de distancia, Doris Pacori, de 56 años, se encontraba entre los manifestantes a los que la policía había impedido llegar al Congreso.
“Son unos sirvientes de los corruptos, cobardes con ellos, pero abusivos con la gente”, gritaba Pacori en referencia a los policías mientras sostenía un cartel que decía “Dina asesina”.
Al caer la noche, los inconformes se enfrascaron en enfrentamientos con la policía y se echaban a correr. Algunos manifestantes arrojaron botellas de agua pero llenas de piedras contra los agentes.
El viernes en la noche, el ministro del Interior, Vicente Romero, elogió el proceder de la policía durante las protestas y señaló que “ha sido muy profesional”.
Los manifestantes se mostraron furiosos en particular contra Boluarte por el desafiante discurso que pronunció el jueves en la noche y en el que los acusó de fomentar la violencia, anunció que los enjuiciaría y preguntó quién los financia.
“Ustedes quieren quebrar el estado de derecho, quieren generar caos y para dentro de ese caos y desorden tomar el poder”, afirmó Boluarte el jueves en la noche.
“La señora es bien fría, no tiene sentimientos, no tiene compasión por otras personas”, dijo Pardo.
Boluarte ha dicho que apoya un plan para celebrar nuevas elecciones en 2024, dos años antes de lo previsto, pero los inconformes dijeron al unísono que esa propuesta carece de rapidez en particular tras considerar las muertes de las últimas semanas.
Otras partes del país también fueron escenario de protestas y enfrentamientos con la policía.
En Arequipa, la segunda ciudad más importante de Perú, la policía se enzarzó con los manifestantes que intentaron invadir el aeropuerto.
Por otra parte, en el sur de Perú, la multinacional Glencore decidió cerrar temporalmente su mina de cobre Antapaccay después de que fuera atacada por manifestantes.
Castillo, un profesor carente de experiencia política que vivía en una casa de adobe de dos niveles en las tierras altas andinas, logró una estrecha victoria en las elecciones de 2021 que sacudieron al establecimiento político de Perú y expusieron las profundas divisiones entre los habitantes de la capital y las zonas rurales olvidadas por mucho tiempo.
Activistas bautizaron la manifestación del jueves como la “Marcha de los cuatro suyos” en referencia a los cuatro puntos cardinales del imperio inca. Es el mismo nombre que recibió otra movilización masiva en el año 2000 cuando miles de peruanos salieron a las calles para protestar contra el gobierno autocrático de Alberto Fujimori, quien dimitió meses después.