Pilar Martín
Madrid, 6 nov. Desentrañar el "sinsentido" de cosas que "no pueden suceder", como el embarazo de una niña de 10 años, es lo que ha novelado con una sencilla complejidad la escritora ecuatoriana Yuliana Ortiz en "Fiebre del Carnaval", una obra que actualiza el concepto de "lo real maravilloso" del cubano Alejo Carpentier.
Ortiz derrocha Caribe por los cuatro costados, pero ser de Esmeraldas (Ecuador) no sólo le ha proporcionado una visión alegre y florida sobre la manera de vivir, sino que de la mano de Carpentier, y su "lo real maravilloso", muestra lo más duro y denunciable de la realidad de Latinoamérica, sobre todo la de las mujeres, como algo inexistente y bello.
Así lo ha contado a Efe la también poeta durante su visita a España para presentar su primera novela (La Navaja Suiza), un libro donde su protagonista, una niña esmeraldeña llamada Ainhoa, pasa de la infancia hacia la adolescencia de una manera abrupta y antinatural, porque lo que hace Ortiz es un retrato de lo que "no puede pasar", pese a que pasa, y no sólo en Latinoamérica.
Porque, al contrario que dice la canción, "la vida es un carnaval y las penas se van cantando" cuando sucede un caso de violación infantil, o cuando una mujer sufre cualquier tipo de maltrato, no se va con nada más que con una sentencia que condene a los culpables.
"Una niña de 10 no puede ser violada, no se puede quedar embarazada, eso no puede suceder", afirma la autora.
Pero el universo femenino de Ortiz envuelve este hecho, en el que los hombres son lobos con piel de cordero, en otros actos cotidianos que sitúan a la mujer en posiciones denunciables, como lo que le sucede a la "naña" (localismo que significa tía, aunque Ortiz usa como hermana) Rita, la más bella de las hermanas de Ahinoa, a quien sus padres no dejan salir de casa por miedo a que los hombres la pretendan.
"Rita es un ejemplo de cómo las mujeres sufren la imposibilidad de habitar la ciudad. Rita vive la cosificación porque ella es muy hermosa, pero eso es también su cárcel, y por eso ella quiere salir. Y eso sigue pasando: yo tenía una compañera en la universidad a la que sus padres llevaban y recogían todos los días", cuenta.
Regado por letras de canciones que la niña Ainhoa baila, porque bailar es casi un mandamiento en esta población, Ortiz utiliza un lenguaje cuidado y local, otra característica de esta obra que parece un diccionario del español latinoamericano.
"Soy de una isla no cartografiada, que puede dar la idea del paraíso; por eso me interesaba trabajar lo local, porque es liberador dejar de traducir todo el tiempo", reconoce acerca de esta peculiaridad de su obra, en la que encontramos términos no sólo como el de "ñaña", sino otros como el "quesqué" (una suerte de "al parecer").
Con influencias de autoras latinas como la portorriqueña Yolanda Pizarro o la dominicana Rita Indiana, Ortiz entra con este libro en la liga de las nuevas voces latinas que llegan para renovar una literatura que bebe del pasado pero que no teme al futuro. EFE
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