PUCARANI, Bolivia (AP) — Anacleta Mamani Quispe no tiene dientes, pero sonríe feliz: aprendió a leer y escribir a los 71 años y aunque sólo habla aymara, su lengua materna, ahora se siente empoderada y quiere participar de una carrera para adultos en su comunidad en al altiplano boliviano, cerca de La Paz.
“No quería morirme sin saber leer y escribir”, dijo la mujer que desbordaba de energía y que llegó a su aldea con su mejor traje para recibir su diploma.
Como ella, cerca de un millar de indígenas se dieron cita el domingo en la plaza del pueblo de Pucarani para recibir su certificado de alfabetización. Antes de la ceremonia, los adultos mayores leyeron, hicieron sumas y exhibieron sus destrezas al jurado y compartieron una comida colectiva sentados en círculo en el suelo, una costumbre tradicional entre los aymaras.
Este año más de 20.000 adultos analfabetos en todo el país -en su mayoría mujeres del área rural- aprendieron a leer y escribir con el programa gubernamental “Bolivia lee” con el que el país, uno de los más pobres de Sudamérica, ha podido bajar sus niveles de analfabetismo que en 1995 llegaban al 23% de la población.
En la actualidad ese nivel está en 2,7%, según la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).
Eloy Poma es un agricultor de 62 años y manipula una laptop donada por el Ministerio de Educación. “Quiero aprender más, ahora ya puedo manejar la computadora y puedo guiar a mi comunidad”, dijo.
Estos agricultores cultivan papas, quinua, habas y crían llamas y ovejas en el altiplano, que este año ha sufrido los embates de una prolongada sequía que ha echado a perder cultivos. “Yo estudié dos años cuando era niño, pero dejé la escuela y me olvidé. Ahora he vuelto a aprender”, recordó Poma.
Wilma Mamani, de 36 años, tuvo que abandonar la escuela para ayudar a sus padres en el campo, pero volvió a aprender a leer y escribir este año “para enseñarles” a sus hijos. “Muchas veces sentí vergüenza de no poder ayudarlos cuando me preguntaban sobre sus tareas”, comentó.
El analfabetismo es más alto en las zonas rurales de Bolivia, sobre todo en el occidente pobre del altiplano, una meseta alta y semiárida en medio de la cordillera de los Andes a más de 3.800 metros sobre el nivel del mar.
Susana Falcón, secretaria de Educación del municipio de Pucarani, recordó con emoción las lágrimas de un anciano de 90 años que por primera vez pudo escribir su nombre. Los alfabetizadores también les han enseñado a cultivar algunas hortalizas en carpas solares a los indígenas que sólo saben sembrar papa, un alimento originario de los Andes que fue llevado a Europa por los conquistadores en el siglo XV.
Entre 2006 y 2017 se alfabetizaron más de un millón de adultos mayores pobres, la mayoría de los cuales había abandonado la escuela para trabajar o por falta de recursos económicos. Otros nunca habían ido.
“Muchos vienen a pie desde sus comunidades dispersas, están motivados para aprender, pero se duermen en clase. Otros olvidan rápido porque tienen síntomas de Alzheimer”, relató la maestra Carla Montes.
A la ceremonia de graduación concurrieron líderes locales del pueblo, maestros y alumnos que danzaron bailes folclóricos andinos en la plaza y después de los discursos de rigor recibieron su diploma y dos crías de pollo.