BEIJING (AP) — Debido a que los casos de COVID-19 han vuelto a alcanzar máximos diarios, China está imponiendo de nuevo una serie de medidas estrictas como parte de su política de “cero COVID”, que incluyen confinamientos, pruebas masivas y cuarentenas para cualquier persona sospechosa de haber estado en contacto con el virus.
Las restricciones abarcan ciudades y pueblos desde el centro manufacturero del sur, Guangzhou, hasta Beijing, en el norte. Aunque las medidas impuestas en la capital china han sido menos draconianas que en otras zonas, la vida normal en la ciudad se ha visto gravemente alterada, sin que se sepa aún cuándo se levantarán las restricciones.
Junto con el cierre de cientos de tiendas, restaurantes, centros comerciales y edificios de oficinas, los complejos residenciales han sido sellados con diferentes grados de severidad. En algunos casos se prohíbe la entrada de visitantes externos y de repartidores, lo que obliga a los residentes a recoger sus artículos en la puerta. Las autoridades han emitido avisos en los que piden a los residentes que no salgan de casa a menos que sea absolutamente necesario o para comprar alimentos o buscar ayuda médica.
En algunos casos se han levantado vallas u otras barreras para controlar el acceso. Las entradas están vigiladas, a veces por personas con trajes para manejo de materiales peligrosos, con el fin de garantizar que sólo puedan pasar quienes tengan autorización y que todos escaneen el código sanitario para demostrar que tienen un resultado negativo reciente en pruebas diagnósticas.
Estos resultados se obtienen en uno de los numerosos puestos de control instalados al aire libre por toda la ciudad, donde los residentes hacen largas filas para someterse a una prueba de ácido nucleico, que incluye registrar sus documentos de identidad y tomar una muestra del interior de la boca.
Con tanta gente quedándose en casa, voluntariamente o por orden, las calles de la ciudad están inquietantemente tranquilas. La frustración por la dureza de las medidas va en aumento en toda China, aunque en Beijing aún no se han producido los enfrentamientos entre residentes, trabajadores y autoridades que se han dado recientemente en otras ciudades.
Como sede del gobierno nacional y del Partido Comunista, Beijing está siendo tratada con más delicadeza para garantizar un funcionamiento básico y evitar el tipo de protestas poco frecuentes que se dan en ciudades como Shanghái, que sufrió un duro cierre de dos meses a principios de año.
Sin embargo, la ciudad está tensa, y muchos de sus 21 millones de habitantes, jóvenes y mayores, chinos y extranjeros, se hacen la misma pregunta: ¿Cuánto tiempo durarán estas medidas?