PARQUE NACIONAL BADLANDS, Dakota del Sur, EE.UU. (AP) — Apostado encima de una cerca en el Parque Nacional Badlands, Troy Heinert miró desde debajo de su sombrero de ala ancha hacia un corral donde 100 bisontes salvajes aguardaban a ser transferidos a la reservación indígena Rosebud.
Descendientes de las decenas de millones de bisontes que alguna vez deambularon por las Grandes Llanuras de América del Norte, los animales pronto subirían ruidosamente por una rampa, viajarían en camión a través de Dakota del Sur y se unirían a una de las muchas manadas en crecimiento que Heinert ha ayudado a restablecer en las tierras de los nativos americanos.
Heinert asintió con satisfacción a un empleado del servicio de parques mientras los animales pisaban fuerte con sus cascos y levantaban polvo en el viento frío. Recibió una breve llamada desde Iowa sobre otra manada que era transferida a tribus en Minnesota y Oklahoma, y después habló con otro camionero acerca de todavía más bisontes destinados a Wisconsin.
Al caer la noche, los últimos búfalos americanos enviados desde Badlands eran descargados en la reservación Rosebud, donde también vive Heinert. Al día siguiente, estaba en el camino de regreso a Badlands con el fin de cargar 200 bisontes para otra tribu, los sioux del río Cheyenne.
“Los búfalos caminan en dos mundos”, dijo Heinert, de 50 años. “¿Son comerciales o son animales salvajes? Desde la perspectiva tribal, siempre los hemos considerado animales salvajes, o para ir un paso más allá, como un pariente”.
Ahora, 82 tribus en Estados Unidos tienen más de 20.000 bisontes en 65 manadas, y eso ha estado creciendo junto con el deseo entre los nativos americanos de reclamar la gestión de un animal del que sus ancestros dependieron durante milenios.
Los colonos europeos destruyeron ese equilibrio y llevaron al bisonte casi al borde de la extinción hasta que algunos conservacionistas, incluido Teddy Roosevelt, intervinieron para restablecer una cantidad pequeña de manadas.
El sueño a largo plazo de algunos nativos americanos es hacer que los bisontes se recuperen a una escala que rivalice con las manadas que deambularon por el continente en cantidades tales que dieron forma al paisaje mismo. Heinert, senador estatal de Dakota del Sur y director del Consejo Intertribal del Búfalo, ve su trabajo de manera más práctica: llevar bisontes a las tribus que los quieren, ya sean dos animales o 200.
“Todas estas tribus dependieron de ellos en algún momento”, dijo. “Esas tribus están tratando de regresar a eso, de restablecer esa conexión”.
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Durante siglos, los bisontes establecieron ritmos de vida para los lakota y otras tribus nómadas. Pieles para ropa y tipis, huesos para herramientas y armas, cuernos para cucharones, pelo para cuerdas; un suministro constante de bisontes era fundamental.
En los así llamados “saltos de búfalo”, los rebaños eran arrojados por los acantilados y luego descuartizados durante días o semanas.
Los colonos europeos trajeron un nuevo nivel de industria a la empresa, y la matanza de bisontes aumentó dramáticamente. Sus partes se utilizaron en maquinaria, fertilizantes y ropa. Para 1889 sólo quedaban unos 1.000.
“Queríamos poblar la mitad occidental de Estados Unidos porque había mucha gente en el este”, dijo en una entrevista Deb Haaland, secretaria del Interior de Estados Unidos y la primera nativa americana en formar parte de un gabinete presidencial. “Querían a todos los indios muertos para poder quitarles su tierra”.
La forma de pensar en ese momento era: “si matamos a los búfalos, los indios morirán. No tendrán nada para comer’”, agregó.
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El día después de la transferencia de bisontes desde Badlands, el hijo de Heinert, T.J., tenía su fusil apuntado hacia un bisonte macho grande en el Campo de Búfalos Wolakota. En sólo dos años, la empresa tribal ha restaurado unos 1.000 bisontes en 11.300 hectáreas (28.000 acres) de colinas onduladas cubiertas de matorrales cerca de la frontera entre Nebraska y Dakota del Sur.
El joven de 28 años había hablado toda la mañana sobre la necesidad de un tiro perfecto con vientos de 64 kilómetros (40 millas) por hora. La primera bala atravesó la oreja del animal, pero éste se alejó unos 182 metros (200 yardas) para unirse a un grupo más grande de bisontes al que el cazador siguió en un vehículo todo terreno.
Después de que el animal finalmente cayó, Heinert se acercó y le puso el fusil detrás de su oreja para un disparo que detuvo su agitación.
“Lo derribamos”, dijo. “Eso es todo lo que importa.”
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Los sioux de Rosebud tienen la intención de expandir los rebaños de la reservación como fuente confiable de alimentos.
Otros tienen visiones más ambiciosas: los blackfeet, en Montana, y tribus en Alberta quieren establecer una “manada transfronteriza” que abarque la frontera de Canadá cerca del Parque Nacional de los Glaciares. Otras tribus proponen una “comuna de búfalos” en tierras federales en el centro de Montana donde las tribus de la región podrían aprovechar a los animales.
“¿Cómo se vería tener nuevamente 30 millones de búfalos en América del Norte?”, dijo Cristina Mormorunni, una indígena métis que ha trabajado con los blackfeet para restaurar al bisonte.
Haaland advirtió que no es posible que sea como antes por completo: hay demasiadas cercas y casas. Pero su agencia se ha convertido en una fuente primaria de bisontes y ha transferido más de 20.000 a tribus y organizaciones tribales durante más de 20 años.
Las transferencias a veces generan objeciones de los ganaderos, que temen que los bisontes puedan transmitir enfermedades y compitan por los pastizales. Sin embargo, la demanda de las tribus crece, y Haaland dijo que las transferencias continuarán. Eso incluye a unos 1.000 bisontes transportados en camiones este año desde Badlands, el Parque Nacional del Gran Cañón y varios refugios nacionales de vida silvestre.
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De vuelta en el Campo de Búfalos Wolakota, Heinert espolvoreó tabaco de mascar a lo largo del lomo del bisonte al que acababa de dispararle y rezó. Luego, el animal de media tonelada fue subido a un camión de plataforma para el viaje en medio de rebotes a la sede del rancho.
Unos 20 adultos y niños se reunieron mientras el bisonte era bajado a una lona.
“Este pariente se entregó a nosotros, para nuestro sustento, nuestra manera de vivir”, dijo el anciano tribal Duane Hollow Horn Bear.
Pronto, la lona quedó cubierta con huellas ensangrentadas de personas que destazaron al animal. Lo despedazaron, aserrando el hueso, y luego le cortaron carne de sus patas, la rabadilla y su enorme joroba. Los niños, algunos de sólo seis años, recibieron cuchillos para cortar la piel y la grasa.
Katrina Fuller, quien ayudó a guiar esa labor, sueña con capacitar a otros para que las 20 comunidades de la reservación puedan venir a Wolakota para su propia faena. “Tal vez no ahora, pero durante mi vida”, dijo. “Eso es lo que quiero para todos”.
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La videoperiodista Emma H. Tobin contribuyó a este reportaje.
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Matthew Brown está en Twitter como: @MatthewBrownAP.
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