LOS ÁNGELES (AP) — Bajo las luces doradas de las luminarias, las indicaciones salen de la boca de Jorge Xolalpa indistintamente en inglés y español mientras camina por la acera con un camarógrafo a su lado.
Los actores no se distraen, y el equipo de producción coloca la iluminación encima de un contenedor de basura cercano para dar a la escena el brillo que el premiado cineasta mexicano de 33 años ha grabado en su mente. Momentos como éste son muy valiosos para Xolalpa, cuyos ojos brillan de emoción cuando describe su amor por el cine.
A pesar de su creciente fama, Xolalpa, al igual que otros cientos de miles de personas, está inmerso en una batalla de años sobre si puede tener papeles para trabajar legalmente en Estados Unidos. En caso de que los tribunales pongan fin al programa conocido como Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA, por sus siglas en inglés), dijo que encontrará una manera de ganarse la vida y no dejará de hacer películas. Pero, comentó, sufrirá por la pérdida de estabilidad en el país donde creció y ha hecho su hogar.
“Lo más grande que perdería sería la esperanza”, manifestó.
Para muchos de los 600.000 inmigrantes en esta situación, no es fácil mantener la esperanza. Un tribunal de apelaciones de Estados Unidos dejó recientemente el programa en el limbo al devolver una demanda a un tribunal de primera instancia para su revisión. Ahora que el país se enfila a las elecciones intermedias que podrían dar a los republicanos el control del Congreso, esa decisión ha aumentado la presión sobre los demócratas para que aprueben una ley que proteja a estos inmigrantes.
Si bien el programa implementado durante el gobierno del expresidente Barack Obama ha traído oportunidades educativas, perspectivas laborales y beneficios como licencias de conducir y seguros de salud para los inmigrantes, no se ha podido lograr una seguridad a largo plazo. Texas y otros estados entablaron demandas contra el DACA hace cuatro años, y su futuro se nubló cuando el juez federal de distrito Andrew Hanen falló el año pasado que el programa era ilegal. Permitió que siguiera funcionando para las personas que ya recibían sus beneficios, pero impidió que se admitieran nuevos solicitantes.
Los defensores de los inmigrantes apelaron el fallo y el gobierno del presidente Joe Biden emprendió un nuevo proceso de elaboración de normas con el fin de dar mayor solidez al programa. Este mes, la Corte Federal de Apelaciones del 5to Circuito devolvió el caso a Hanen para que revisara las nuevas reglas, y el juez ordenó a los abogados que le informaran sobre las regulaciones, pero no fijó un plazo para emitir una decisión. Se tiene previsto que el caso termine en la Corte Suprema federal.
Ante un futuro incierto, Biden y su partido enfrentarán una creciente urgencia para elaborar una solución más duradera para el DACA en las últimas semanas del periodo de sesiones antes de Año Nuevo.
El DACA se creó en 2012 para proteger de la deportación a jóvenes inmigrantes que nacieron en el extranjero, pero que crecieron y fueron educados en Estados Unidos, aunque carecían de un estatus legal de migración. Poco después de su elección tras una campaña con posturas antiinmigrantes, el presidente Donald Trump trató de poner fin al programa, pero la Corte Suprema determinó que no lo hizo de la manera debida y mantuvo intacto el DACA.
En un principio, el programa estaba abierto a inmigrantes de entre 15 y 30 años de edad que estuvieran cursando o se hubieran graduado de la escuela secundaria y que no tuvieran antecedentes penales. Muchos de los solicitantes originales eran estudiantes universitarios y ahora son profesionales que trabajan. Algunos son padres e incluso abuelos.
Xolalpa tenía 9 años en 1998 cuando su madre lo recogió de la escuela de México y lo llevó con ella en avión a Los Ángeles. Dijo que su madre estaba huyendo de su padre abusivo, y que vendía juguetes y camisetas en las calles del centro de Los Ángeles para mantenerlos.
Xolalpa, que llegó con una visa de turista que expiró cuando aún era un niño, dijo que temía quedarse estancado si tomaba un trabajo similar. Por eso, después de terminar la escuela secundaria en un suburbio de Los Ángeles, presentó la documentación para convertirse en un contratista independiente y consiguió trabajo como administrador de propiedades, comenzó un pequeño negocio de limpieza de casas y fue a la universidad.
Quería estudiar derecho y tal vez regresar a México para postularse para un cargo político, sabiendo que no podría hacerlo en Estados Unidos. Pero después de ver la película “Black Swan”, algo en él hizo clic, relató, y supo que quería hacer cine.
Xolalpa dijo que inicialmente no se inscribió en el DACA por temor a que su familia pudiera ser deportada si entregaba su información personal a las autoridades de inmigración. Esperó unos dos años para hacerlo. Dijo que entonces tenía más libertad para pedir trabajo, y que los empleos incluían prestaciones como seguro médico, un plan de ahorro para la jubilación, y la sensación, por primera vez, de que era parte de la empresa de administración de propiedades donde trabajaba.
Pero eso no le quitó todas las limitaciones, especialmente en su trabajo en el cine. Xolalpa comentó que ha enfrentado dificultades para conseguir el permiso para viajar al extranjero, algo que puede hacerse con el programa, pero que requiere papeleo adicional y lleva tiempo. Dijo que perdió oportunidades de asistir a festivales de cine en el extranjero y de trabajar en una producción de streaming en México, y no quiere que ese sea su destino para siempre.
“Están jugando con mi vida, y eso no está bien”, señaló.
Xolalpa dijo que hizo siete películas en siete años y que no tiene planes de parar. Empezó con un iPhone y un presupuesto de 100 dólares, y ahora tiene su propia productora, Mighty Aphrodite Pictures, centrada en películas de temática femenina. El año pasado, su película “Your Iron Lady”, que cuenta la historia de su madre, fue considerada para una nominación al Globo de Oro tras ganar premios en varios festivales de cine.
Su cinta más reciente, “Union Station”, se estrenará el próximo año, y Xolalpa ha solicitado la renovación de su inscripción en el DACA luego de que el juez federal falló que el programa podría seguir funcionando por ahora.
Sin embargo, si no se resuelve su situación migratoria en los próximos dos años, podría irse al extranjero para seguir haciendo películas. Señaló que ama este país y las oportunidades que le ha dado, pero que la inestabilidad crónica le está pasando factura, dejándolo con la mente inquieta después de las noches de rodaje en un vecindario de Los Ángeles con vista al puerto situado a sólo unas cuadras de distancia.
“No me gusta la palabra ‘dreamer’”, comentó sobre el término que a menudo se utiliza para describir a los participantes del DACA y que fue acuñado por una propuesta legislativa anterior para arreglar los problemas migratorios de los jóvenes. “Somos hacedores”, apuntó.
“No somos víctimas. Somos héroes”, dijo. “Estamos haciendo esta nación”.