En México siguen desapareciendo personas, sus familiares continúan buscando

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Pedro Huitron is buried in
Pedro Huitron is buried in the cemetery of Nogales, in Orizaba, Mexico, May 8, 2019. He had gone missing July 19, 2015, aged 32. Local search group 'Colectivo Familias Desaparecidos Orizaba - Cordoba' found his body in a mass grave after a two-year search. REUTERS/Mahe Elipe

Por Stefanie Eschenbacher y Mahe Elipe

LOS MOCHIS, México, 28 sep (Reuters) - Manki Lugo ya no recuerda cuántos cadáveres ha encontrado en los siete años desde que inició la búsqueda de su hijo en el norte de México.

Lo que no puede olvidar son los momentos en los que sus esperanzas se vieron frustradas y no fue, una vez más, Juan.

La argolla de matrimonio en el dedo de un esqueleto. O el tatuaje en forma de luna, para entonces apenas visible sobre la piel en descomposición de un brazo.

"Ojalá sea el mío (mi hijo), digo cuando encontramos uno o partes", recordó la mujer de 68 años, con el cabello canoso, en el patio de su vivienda de madera. "Para que pueda descansar".

Después de que Juan -de 33 años- desapareció en julio de 2015, Lugo se unió a la agrupación local de búsqueda Las Rastreadoras del Fuerte, nombrada así en referencia a la localidad del norteño estado Sinaloa donde el grupo localizó una de sus primeras fosas comunes.

El colectivo, compuesto en su mayoría por mujeres, pasa horas bajo el ardiente sol escudriñando entre la densa vegetación en busca de posibles sitios de entierro clandestinos o recorriendo las orillas de los riesgos con la esperanza de encontrar cuerpos que pudieron haber sido arrastrados por el agua.

Para complicar la identificación, a veces son enterradas juntas solo las extremidades de diferentes víctimas. Sus cabezas y torsos van a parar a otros lugares.

A veces, en plena faena, el grupo sigue el rastro del hedor hasta una ciénaga o un pantano, solo para hallar un animal muerto cubierto por basura.

En mayo, el número de desaparecidos en México superó las 100,000 personas, muchas de ellas víctimas de la imparable violencia del narco.

La cifra continúa aumentando y ahora suma 105,879 personas, aunque numerosos expertos y funcionarios mexicanos creen que el número es mucho mayor.

La desesperada búsqueda de grupos como Las Rastreadoras del Fuerte refleja no sólo el sufrimiento de las víctimas de la violencia sino también la falta de credibilidad en las autoridades para combatirla.

Reuters ha pasado cuatro años documentando el trabajo de estos grupos en 10 estados mexicanos. En el país, han surgido alrededor de 180 de estas agrupaciones, algunas compuestas por apenas dos personas o por los miembros de una sola familia.

Muchos familiares, con temor a perder la simpatía de la población, son renuentes a discutir si sus seres queridos estaban involucrados con el crimen organizado.

Sinaloa, situado en la costa del Pacífico, acoge a una de las mayores organizaciones del narco del mundo, el Cártel de Sinaloa.

Las autoridades mexicanas no comentaron sobre casos individuales para este artículo, diciendo que las investigaciones estaban en curso.

La mayoría de las desapariciones en México se han suscitado desde el 2006, cuando el entonces presidente Felipe Calderón declaró una "guerra contra el narcotráfico", envió a las fuerzas armadas para luchar contra los cárteles cada vez más poderosos y desató una ola de violencia que sigue sacudiendo al país.

Desde entonces, casi 400,000 personas han perdido la vida.

Las mujeres de Las Rastreadoras del Fuerte han localizado 423 cuerpos, según sus registros. Pero solo 218 de ellos pudieron ser identificados y entregados a sus familias.

Pocas de las mujeres del grupo han encontrado lo que buscaban.

Una de ellas es Mirna Medina, quien fundó el grupo en el caluroso poblado sinaloense Los Mochis después de que su hijo Roberto desapareció cuando tenía 21 años, en julio de 2014.

Una mujer de 52 años con cabello corto con mechas, el grupo suele mofarse de ella por sus uñas brillantemente cuidadas, tan fuera de lugar cuando busca a los muertos perdidos.

En su sala de estar, que funciona también como un bullicioso punto de encuentro para su trabajo, Medina recordó cómo después de tres años de búsqueda desenterró fragmentos de columna vertebral y parte de un brazo, en una zona remota de El Fuerte, a unos 100 kilómetros de distancia de su casa. Las pruebas de ADN indicaron que los restos pertenecían a Roberto.

Más tarde, ese mismo año, encontró parte de su pie cerca. Y durante una tercera búsqueda, tres años después, encontró el otro pie, así como parte de su pantalón.

Incluso después de encontrar a Roberto, Medina sigue buscando.

"Hice una promesa que le iba a buscar hasta que le encontrara", dijo. "Ahora hacemos una promesa (para decir) que no vamos a parar hasta que encontremos a todos nuestros hijos".

EL CORAZÓN DEL CÁRTEL

Jessica Higuera, de 43 años, se une a Las Rastreadoras del Fuerte los días en que puede dejar de trabajar en una gasolinera local.

Su hijo mayor, Javier, entonces de 19 años, desapareció hace cuatro años.

Higuera acababa de terminar de planchar su camisa favorita y le dio un beso de despedida en la mejilla, recordándole que sea "un caballero" cuando se iba a la fiesta de cumpleaños de una chica del barrio.

Más tarde se enteró de que Javier y un amigo habían robado una moto después de la fiesta. Luego, según le dijeron sus amigos, fueron secuestrados y nunca más se les volvió a ver.

"Quiero que regrese por la puerta un día, por supuesto… pero no lo creo", afirmó, sentada en la mesa de su cocina. Dos perros que recogió en la calle la escoltaban.

Para algunos, la búsqueda no termina cuando se encuentra un cuerpo.

Mayra González, de 48 años, había buscado a su hermana menor en tres estados mexicanos con otro grupo durante más de dos años.

Un día, mientras colocaba carteles de búsqueda en un pueblo remoto lejos de su casa, un grupo de mujeres le habló de un cuerpo descubierto en un bosque cercano.

Las autoridades locales en el estado Hidalgo no pudieron identificar el cuerpo, pero González creía que podría ser su hermana Gloria, quien desapareció en 2016, a los 38 años, mientras viajaba por el vecino estado de Puebla, en el centro de México.

Después de que la morgue le entregó el cuerpo, González exigió a las autoridades que se realizaran pruebas de ADN. "Estaba preocupada que me iban a entregar cualquier cuerpo solo para cerrar el caso", dijo. Los exámenes confirmaron que se trataba de su hermana.

Pero de todas formas los datos no concordaban.

Después de analizar los archivos del caso, González dijo que notó que faltaban huesos en el cuerpo. Resultó que las autoridades solo habían retirado parcialmente el cuerpo de Gloria del bosque donde la encontraron, dejando algunas partes atrás. Luchó para recuperar todos los restos.

González también solicitó una autopsia independiente, que encontró inconsistencias con el informe oficial que enumeraba solo una herida por impacto de bala. La autopsia independiente encontró tres.

"No confiamos en las autoridades", sostuvo, sentada en un café cerca de su casa en el Estado de México.

González presentó una denuncia ante la comisión estatal de derechos humanos sobre la forma en que las autoridades habían manejado el caso de su hermana. Fue abierta una investigación y está en curso.

Un hombre ha sido arrestado en relación con la desaparición y asesinato de su hermana. El caso no se ha hecho público porque las investigaciones están en curso.

En 2019, regresó a la universidad para estudiar la licenciatura en derecho. Ahora está a meses de graduarse.

"(Después de) haber visto tanta injusticia, me metí a estudiar derecho", dijo. "No solo es para lograr justicia para Gloria sino también para todas las que vienen detrás de mí".

(Reporte de Stefanie Eschenbacher y Mahé Elipe. Editado en español por Marion Giraldo)

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