En un Mercedes EQS más allá del círculo polar ártico

En la oscuridad y el frío de los bosques finlandeses, el sedán blanco con matrícula alemana parece tan fuera de lugar como un OVNI. Podría tratarse de un viaje de lo más solitario, pero en estas vastas tierras bastan unos cuantos conductores de vehículos eléctricos para que se inicie enseguida una conversación.

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Infobae

En la oscuridad y el frío de los bosques finlandeses, el sedán blanco con matrícula alemana parece tan fuera de lugar como un OVNI. Podría tratarse de un viaje de lo más solitario, pero en estas vastas tierras bastan unos cuantos conductores de vehículos eléctricos para que se inicie enseguida una conversación.

Al norte del círculo polar ártico, en la única estación de carga en un radio de más de 100 kilómetros, estos encuentros están casi programados, incluso en mitad de la noche.

En Alemania, un país climáticamente templado y densamente poblado, la movilidad eléctrica ya funciona. ¿Pero qué pasa con las regiones poco pobladas del norte y el este de Europa? ¿Y cuando hay hielo y nieve y las temperaturas son de dos dígitos bajo cero? Para averiguarlo, nada mejor que recorrer la costa del mar Báltico y cruzar el círculo polar ártico en un Mercedes EQS.

La berlina no solo ofrece el confort necesario para jornadas de conducción de a veces más de 16 horas, sino también unos 670 kilómetros de autonomía estándar. Debido a los estrictos límites de velocidad imperantes en los países que atraviesa el recorrido, los 523 CV del EQS son tan poco relevantes como sus 210 km/h de velocidad máxima, pero la tracción total sí que puede ser muy útil.

La ruta comienza en Fráncfort y se dirige primero hacia la ciudad de Dresde, en el este de Alemania, y de allí a Polonia. Aunque en este país apenas hay coches eléctricos, la infraestructura es sorprendentemente buena. Hay cargadores rápidos cada 50 kilómetros y la aplicación del proveedor local de energía también es fácil de usar, aun sin dominar el idioma.

Pasando Varsovia, el recorrido sigue rumbo al norte y por carreteras secundarias a través de Lituania hacia Letonia. Allí, recargar ya no es tan fácil. La estación de carga frente al hotel solo funciona con una aplicación local y no hay nadie que ayude con la traducción.

La costa oriental del mar Báltico parece extrañamente tranquila en estos días de finales de invierno europeo. Las carreteras están vacías. Y como la estación de recarga gratuita de Porsche en el siguiente hotel de la ciudad estonia de Pärnu solo carga a 11 kW, da tiempo para desayunar y dar un paseo.

Si bien el frío es fatal para las baterías, la autonomía sigue siendo mejor de lo esperado y sobrepasa los 400 kilómetros. Pues lo que el EQS consume en calefacción y confort, lo ahorra gracias al estricto límite de velocidad.

Después de todo, no hace tanto frío como se temía. Las carreteras de hielo alrededor de la ciudad de Haapsalu, que conectan el continente con las islas y hacen innecesarios los transbordadores en invierno, están cerradas. El hielo es demasiado fino para soportar los coches.

El cruce de Estonia a Helsinki, la capital finlandesa, tiene lugar en un ferry del operador finlandés "Finbo Cargo". Una vez allí, la infraestructura es mejor y, por primera vez, incluso el sistema Plug & Charge -carga automática sin aplicaciones ni tarjetas de carga- funciona a la perfección.

Helsinki está tapada de nieve, la autopista hacia el norte está congelada. El paisaje se vuelve cada vez más monótono, el frío más intenso. Lo que ya no era posible en Estonia, aquí no es ningún problema. La sólida capa de hielo aprovechada como vía estacional para cruzar ríos, lagos e incluso el mar aún resiste el paso de esquiadores, trineos, camiones... y por supuesto también las 2,4 toneladas del EQS.

El viaje continúa hacia el norte, pasando el pueblo navideño de Rovaniemi, hasta cruzar finalmente el círculo polar ártico.

Poco después de Inari, aún en Finlandia, el EQS sigue rumbo al oeste, atraviesa la ciudad noruega de Karasjok y, gracias a la tracción a las cuatro ruedas, se desplaza sin dificultades sobre la nieve profunda a través de interminables extensiones y bosques sin estaciones de carga hasta Alta, el punto de inflexión del viaje.

A lo largo de la costa, de fiordo a fiordo y pasando por las altas cumbres nevadas, la ruta continúa hacia el sur hasta llegar a Lyngen.

Lo único que no ha funcionado hasta ahora es la aurora boreal, pese al 75 por ciento de posibilidades que prometía la aplicación. Hasta que una noche, de camino a la cena en los Alpes de Lyngen y sin previo aviso, el cielo se abre de repente. Sobre el fiordo y la cordillera comienzan a danzar las franjas de luz de la aurora boreal.

El norte de Noruega no ofrece muchas opciones de carga. Y tres cuartas partes de ellas no funcionan, por lo que es mejor aprovechar cada uno de los pocos cargadores antes de llegar al límite de la autonomía indicada por el sistema de navegación o la aplicación del móvil.

La situación se pone crítica en las Islas Lofoten, por encima del círculo polar ártico: primero medio metro de nieve fresca, luego un deshielo con vientos de más de 100 km/h y hielo hasta los tobillos en las carreteras. La carga de la batería disminuye rápidamente y el pulso se acelera: la carretera por delante está cerrada debido a una avalancha y el puente de regreso también ha sido clausurado debido a la tormenta.

¿Cuánto tiempo resiste la autonomía de un coche eléctrico en un atasco con la calefacción prendida? Afortunadamente, el puente vuelve a estar libre después de tres horas y el recorrido sigue en dirección sur con un desvío hacia la localidad sueca de Arjeplog, donde los fabricantes de automóviles prueban sus prototipos. Si bien allí hay más coches eléctricos que vehículos con motores de combustión, hay una única estación de servicio con dos cargadores rápidos.

Sin embargo, esto le da al EQS el impulso suficiente para volver a Noruega y a carreteras de ensueño como la Atlanterhavsvegen, la famosa Carretera del Atlántico. Cuanto más al sur, mayor es la densidad de población y la cantidad de estaciones de carga.

La aventura llega lentamente a su fin: en ferry a Stavanger, en Dinamarca, y poco después, el EQS se desliza nuevamente por autopistas alemanas.

Dos infructuosas paradas para recargar demuestran que en Alemania la comunicación entre el coche, la tarjeta y la estación de carga deja bastante que desear en comparación con otros países de la ruta. Los tramos sin límites de velocidad van en detrimento de la autonomía.

El recorrido finaliza 12 días, once fronteras nacionales, 9.117 kilómetros y tres docenas de paradas de carga después del inicio. El ordenador de a bordo muestra valores medios de 66 km/h y 25,6 kWh/100 kilómetros.

Queda demostrado así que la movilidad eléctrica también funciona en largas distancias, incluso en condiciones adversas. Claro que hay que planificar un poco mejor y ya no se puede ser tan espontáneo como con un coche equipado con motor de combustión. Pero, por otro lado, las circunstancias son idóneas para hacer unos cuantos amigos nuevos. Incluso al norte del círculo polar ártico.

dpa

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