La plaza de toros de Luanda, en Angola, un vestigio que espera renacer

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Cerca de una calle repleta de coches, aparece un viejo coliseo en hormigón. La plaza de toros de Luanda, vestigio del pasado colonial de Angola, está abandonada desde hace décadas y espera ser restaurada para lucir de nuevo.

Se tiene que cruzar un pórtico en chapa ondulada para acceder y subir unas escaleras llenas de basura, que desprenden un fuerte olor a orina. En las destartaladas paredes todavía se ven los números de las tribunas, entre grafitis.

Hasta 1975, los habitantes de Luanda se apresuraban para conseguir una de las 20.000 entradas de la plaza para asistir a las "touradas", las corridas de toros, un espectáculo más bien inédito en este país de África austral.

"Había un torero mozambiqueño, Chibanga, fue una gran referencia", explica António de Oliveira, conocido como "Delon", presidente de la asociación cultural que se hace cargo actualmente del edificio.

"Teníamos la sensación que sólo los portugueses blancos podían practicar la 'tourada', no los africanos. Cuando vimos a Chibanga, fue enorme, todo el mundo quería verlo", recuerda.

La pista de arena todavía sigue ahí, y las gradas también, pero ahora están totalmente vacías.

Durante la independencia, el gobierno de inspiración marxista decidió prohibir este espectáculo, tan apreciado de los colonos portugueses.

"Consideraban que las corridas encarnaban una mentalidad de muerte y que se tenía que infundir otra idea", dice Delon.

"De todas formas, aquí no había una cultura del toro muy desarrollada. Las corridas fueron introducidas en 1950, era nuevo, pero no dejaron mucha huella".

¿Había toreros angoleños? Nadie parece saberlo. "En aquella época, no sabíamos quiénes eran los portugueses, quiénes los angoleños, ¡eso no existía!", comenta con ironía el hombre.

Tras la independencia, la plaza se convirtió en lugar para conciertos, donde actuaron grandes nombres de la música de África central, como Pepe Kalle o Koffi Olomidé.

- Cervezas calientes -

Durante la guerra civil que asoló el país, la plaza, construida en 1964, se fue cayendo a pedazos. Poco a poco, desplazados de todo el país afluyeron hacia la capital, donde había cierta seguridad, y se instalaron en la periferia. El lugar volvió a cobrar vida.

Al estar cerca del centro, algunos encontraron refugio en la antigua "praça de toros" y en sus alrededores.

"Vimos este espacio abandonado, en malas condiciones. Siendo refugiados, no teníamos otra solución", explica Francisco, exmilitar que llegó al lugar con su familia en 1998.

La guerra civil terminó en 2002 y la plaza de toros quedó definitivamente abandonada.

Hace casi una década que el gobierno local habla de renovar el lugar, para convertirlo en un espacio para espectáculos. En 2019, las autoridades estuvieron allí para una enésima "evaluación". Pero, no salió nada.

"Hay un poco de mecenazgo privado pero no hay otra fuente de financiación", lamenta Delon, a quien le gustaría que la plaza volviera a lucir quizás para mostrar el "gran patrimonio cultural" (danza, música, cine...) del país.

Entretanto, la principal actividad consiste en beber cervezas calientes en compañía de otras personas mayores del barrio, que pasan aquí sus mañanas recordando los viejos tiempos.

En los alrededores de la plaza, en una zona donde se quiere construir un aparcamiento para el público, hay un centenar de familias que tienen que ser reubicadas.

"Tras veinte años aquí, el gobierno nos pide que nos vayamos. No hay problema", asegura Francisco, sentado delante de su casa, con vistas a la plaza de toros. "Un día se rehabilitará", repite, como todo el mundo en el barrio. "Estamos esperando".

clt/ger/es/zm/mas

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