El plan de Microsoft de comprar a la gigante de videojuegos Activision Blizzard por 68.700 millones de dólares podría tener efectos profundos en la industria de los videojuegos, pues transformaría a la fabricante de Xbox en algo similar a Netflix, al darle control de numerosos títulos populares.
Para pasar al siguiente nivel, sin embargo, Microsoft debe sobrevivir a una serie de revisiones gubernamentales, desde Nueva Zelanda a Brasil, así como de los reguladores estadounidenses, envalentonados por el presidente Joe Biden para que refuercen la aplicación de las leyes antimonopolio.
En Gran Bretaña, los reguladores advirtieron el jueves que intensificarán su investigación, a menos de que ambas empresas presenten propuestas en cinco días para reducir las inquietudes sobre una menor competencia. Más de siete meses después de que Microsoft anunció el acuerdo, únicamente Arabia Saudí ha dado su aprobación.
“Un número cada vez mayor de países está sometiendo las transacciones globales más importantes a un escrutinio mayor”, comentó William Kovacic, expresidente de la Comisión Federal de Comercio de Estados Unidos (FTC, por sus siglas en inglés). “Muchas de las jurisdicciones que están ejerciendo ese escrutinio son economías importantes y no se pueden desestimar”.
Microsoft ya se ha sometido antes al escrutinio para frenar prácticas monopólicas, la más notable hace más de dos décadas, cuando un juez federal ordenó su división tras las acciones anticompetitivas de la empresa relacionadas con su software omnipresente Windows. Ese veredicto fue revocado tras una apelación, aunque la corte impuso a la empresa otras penas, menos drásticas.
En años recientes, sin embargo, Microsoft ha eludido el escrutinio regulador más intenso que han enfrentado sus grandes rivales tecnológicas, como Amazon, Google y la empresa matriz de Facebook, Meta, pero la dimensión de la fusión de Activision Blizzard ha llamado la atención mundial.
El acuerdo de compraventa, a ser liquidado totalmente en efectivo, sería el más grande de la industria tecnológica. Le daría a Microsoft, la fabricante de la consola y juegos Xbox, control sobre franquicias populares como Call of Duty, World of Warcraft y Candy Crush.
Además, existe la sensación de que las anteriores revisiones a las fusiones de las llamadas Big Tech (las Grandes de la Tecnología) fueron demasiado laxas, como cuando Facebook compró Instagram en 2012 y WhatsApp en 2014.
“Colectivamente, eso significa que el tipo de concesiones que podrán recibir se vuelven más difíciles”, agregó Kovacic.
La posibilidad de que Microsoft tenga control de Call of Duty ha sido particularmente preocupante para Sony, fabricante de la consola PlayStation, que compite con la Xbox de Microsoft. En una carta a los reguladores brasileños, Sony enfatizó que Call of Duty es un “juego esencial”, un éxito tan popular y consolidado que sería imposible para un competidor desarrollar un producto rival, incluso si tuvieran el presupuesto para hacerlo.
La investigación preliminar de los reguladores británicos manifestó inquietudes similares. Señaló que el control de Microsoft de los juegos populares de Activision Blizzard creaba temores de que el acuerdo podría afectar a rivales en servicios de juegos por suscripción y el mercado de videojuegos en la nube.
Una solución podría ser un acuerdo legal en el que Microsoft acceda a asegurar que los fabricantes de consolas rivales como Sony o Nintendo no se quedarán sin juegos populares de Activision Blizzard. Microsoft ha dado indicios públicamente de estar abierta a la idea.
El presidente de Microsoft, Brad Smith, ha dicho que la empresa se comprometió con Sony a hacer juegos de Activision como Call of Duty “disponibles en PlayStation más allá del acuerdo existente y en el futuro”, aunque muchos ven con escepticismo cuánto tiempo se mantendrán esas promesas si no se establecen en los decretos de consentimiento de los reguladores.
Por otra parte, Microsoft tiene una mucho mejor reputación en Washington que en el 2000. Es “vista como más razonable y sensible” en asuntos como privacidad de datos, comentó Kovacic.
Microsoft también ha estado trabajando para ganarse a los escépticos en Estados Unidos, comenzando con un sindicato que busca organizar a los empleados de Activision Blizzard. Los legisladores demócratas también han expresado inquietudes sobre señalamientos del presunto ambiente laboral tóxico de Activision hacia las mujeres, lo que llevó a renuncias de empleadas el año pasado, así como por demandas de discriminación presentadas por autoridades de derechos civiles de California y federales.
En marzo, el sindicato de trabajadores de medios Communications Workers of America, hizo un llamado para pedir una vigilancia más estricta al acuerdo por parte del Departamento de Justicia de Estados Unidos, la FTC y las autoridades de justicia, pero una carta del 30 de junio del gremio a la FTC decía que había cambiado de opinión y que ahora apoyaba el acuerdo, después de que Microsoft accedió a “asegurar que los empleados de Activision Blizzard tendrán el camino abierto hacia una negociación colectiva”.
El sector de los videojuegos representa una creciente porción del negocio de Microsoft, a pesar de los esfuerzos de la empresa por presentarse a sí misma y a Activision Blizzard como “pequeños integrantes de un espacio audiovisual altamente fragmentado”, de acuerdo con un documento presentado ante la Comisión de Comercio de Nueva Zelanda.
En 2021, Microsoft gastó 7.500 millones de dólares para adquirir ZeniMax Media, la empresa matriz de la editora de videojuegos Bethesda Softworks, que está detrás de juegos populares como The Elder Scrolls, Doom y Fallout. Microsoft también posee el exitoso juego Minecraft después de que compró al estudio sueco Mojang por 2.500 millones de dólares en 2014.
La gigante tecnológica con sede en Redmond, Washington, ha dicho que las adquisiciones de juegos ayudarán a fortalecer su servicio por suscripción Xbox Game Pass y sus ofertas para celulares, especialmente de la división King de Activision Blizzard, que hace Candy Crush.
El creador holandés de juegos Rami Ismail dijo que el servicio de suscripción de Microsoft ha sido positivo hasta ahora para los estudios más pequeños que tratan de llevar su contenido a los usuarios, pero acostó que no está segura sobre el impacto a largo plazo de la fusión.
“Como producto, Xbox Game Pass ha sido realmente bueno para hacer que juegos interesantes y creativos, que quizá no podrían tener un mercado normal, lleguen a ser exitosos”, aseguró Ismail. “Del lado negativo, al consolidarse el poder, hay menos incentivos para hacer algo así”.
Las rivales de Microsoft también se están consolidando. En julio, Sony concretó un acuerdo por 3.600 millones de dólares para comprar Bungie Inc., creadora de la popular franquicia Destiny y la desarrolladora original de Halo, el juego que es actualmente propiedad de Xbox. Take-Two Interactive, fabricante de Grand Theft Auto y Red Dead Redemption, completó en mayo un acuerdo por 12.700 millones de dólares para adquirir la empresa de videojuegos para celulares Zynga, creadora de FarmVille y Words With Friends.