Una “hermandad fálica” para masturbación colectiva por primera vez en España

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Maribel Arenas y Lydia Hernández

Madrid, 29 jul. Hace 30 años, acceder a contenido pornográfico “era una novedad” que los adolescentes, atraídos por el mundo del sexo, celebraban y compartían. Este fue el caso de Nacho, el fundador de Pajas Entre Colegas (PEC), primer club de masturbación colectiva para hombres que hay en España.

“La idea surge en el año 2013, cuando un amigo y yo creamos un blog de técnicas de masturbación. Él se fue a EE.UU a estudiar medicina y, cuando fui a verle, estuvimos en los clubes que había en Nueva York y Seattle. Ahí surgió la idea de hacer un local en España”, relata a Efe desde la sede central, ubicada en la localidad madrileña de Alcorcón.

Para Nacho, PEC es una “hermandad fálica” en forma de “asociación sin ánimo de lucro”, donde uno “crea conexiones con personas” que acaban convirtiéndose en “hermanos y amigos”.

Las reglas son claras: “nada va dentro de nada” y “nada de labios por debajo de las caderas”. Tampoco se permite el consumo de alcohol, más allá de la cerveza, ni el acceso al evento de “socios” que estén bajo los efectos de psicotrópicos.

Aunque la media de edad de los asistentes está en 30 años, el fundador explica que no hay un perfil específico. Calcula, además, que alrededor del 70% son hombres homosexuales o bisexuales, mientras que el 30% restante son heterosexuales, muchos de ellos casados o con pareja.

Los eventos se celebran únicamente entre socios, aproximadamente cada semana. Los usuarios son citados con una hora de antelación para conocerse entre ellos y, después, tienen alrededor de dos horas y media de actividad colectiva.

La organización de los encuentros también corre a cargo de voluntarios como Ricardo, que se encargan de dar la bienvenida a los asistentes y de “acoger” a los nuevos que, inicialmente, se muestran más inseguros a la hora de desnudarse y de participar. Asimismo, los voluntarios pueden disfrutar de la experiencia.

De hecho, para Ricardo este espacio constituye un “punto de encuentro más allá de Chueca (barrio LGTB+ de Madrid) o un bar de `cruising´ (sexo anónimo en lugares públicos)” y un lugar “donde te vas a sentir comprendido, nadie te va a juzgar, nadie te va a poner en duda y nadie te va a pedir más explicaciones de las que quieras dar”.

EL TABÚ DE LA MASTURBACIÓNEN

Para Nacho, la palabra “pajillero” arrastra connotaciones negativas porque “la gente cree que es un fracasado que no tiene con quien irse a la cama”. Sin embargo, opina que “el hombre que diga que no se masturba, esté casado, viudo o soltero, está mintiendo”.

La sexóloga Marta Fuentes explica que a día de hoy todavía existe un “tabú muy grande” respecto a la masturbación en España, en parte provocado por el desconocimiento y la falta de educación sexual.

Por su parte, Ricardo considera que hay una “doble y triple moral” respecto a la masturbación: “no entiendo el hecho de que aquí haya una zona de `cruising´ o un prostíbulo en el que se maltrata a las mujeres y no pase nada; en cambio se grita y se alza la voz cuando un grupo de hombres queda libremente y previo pago para masturbarse”.

“Anonimato, morbo y la sensación de sentirse parte de un grupo dentro de unos límites” es el principal atractivo para este voluntario, al que le gusta sentirse incluido en esta “hermandad fálica”.

Esta percepción la comparte Fuentes, quien identifica dos tipos de perfiles entre los asistentes a este tipo de locales: hombres “con pocas habilidades sociales que, de alguna manera no saben cómo tener conductas sexuales con otras personas” y hombres con un perfil “más narcisista” que buscan una “competencia sexual” con cosas como la “erección o quién eyacula antes”.

Asimismo, la sexóloga entiende que este tipo de experiencias pueden relacionarse con el “exhibicionismo” y el “voyerismo” (placer al contemplar actitudes eróticas en otras personas).

LA BATALLA LEGAL

El prejuicio social dificulta la actividad de PEC, que, tras las denuncias de los vecinos, ha paralizado los eventos en la sede hasta conseguir su registro como asociación. El objetivo de esto es salvaguardar el anonimato de los asistentes, al evitar que la policía ingrese en lo que se consideraría una “reunión privada”.

Incluso se ven obligados a ocultar a los arrendatarios de los locales que alquilan la verdadera razón de sus encuentros, por temor a que les rechacen o les entorpezcan.

“Tienes que decir que es para hacer un evento de yoga, por ejemplo, para que el anfitrión que te alquila el espacio no esté. Así nos vamos apañando”, lamenta Nacho.

Ricardo concluye que “sería interesantísimo que hubiera una mayor apertura mental, dejar a la gente hacer lo que quiera, dentro de la legalidad, y perseguir aquello que se está haciendo fuera de ella”. EFE

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(foto) (vídeo)

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