Tras los rastros de una leyenda: Mille Miglia con un Mercedes 300 SL

¿Son 10 horas, 7 minutos y 48 segundos mucho tiempo? Depende, pero ciertamente no para recorrer alrededor de 1.000 millas desde Brescia a Roma ida y vuelta en el año 1955. Este récord fue marcado por el piloto británico Stirling Moss en el Mille Miglia de Italia, por aquel entonces una carrera de resistencia en carretera abierta, al volante de un Mercedes 300 SLR descapotable. Su media de 157,651 km/h no tiene rival hasta el día de hoy.

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HANDOUT - Stirling Moss y su copiloto Denis Jenkinson, en el Mercedes 300 SLR que los condujo a la victoria en el Mille Miglia de 1955. Foto: Mercedes-Benz Classic Archive/Mercedes-Benz AG/dpa - ATENCIÓN: Sólo para uso editorial con el texto adjunto y mencionando el crédito completo
HANDOUT - Stirling Moss y su copiloto Denis Jenkinson, en el Mercedes 300 SLR que los condujo a la victoria en el Mille Miglia de 1955. Foto: Mercedes-Benz Classic Archive/Mercedes-Benz AG/dpa - ATENCIÓN: Sólo para uso editorial con el texto adjunto y mencionando el crédito completo

¿Son 10 horas, 7 minutos y 48 segundos mucho tiempo? Depende, pero ciertamente no para recorrer alrededor de 1.000 millas desde Brescia a Roma ida y vuelta en el año 1955. Este récord fue marcado por el piloto británico Stirling Moss en el Mille Miglia de Italia, por aquel entonces una carrera de resistencia en carretera abierta, al volante de un Mercedes 300 SLR descapotable. Su media de 157,651 km/h no tiene rival hasta el día de hoy.

Por aquella época, a mediados de la década de 1950, la marca alemana Mercedes-Benz volvía a estar a la vanguardia de la Fórmula 1 y del automovilismo deportivo. Para los mortales más adinerados, el fabricante había lanzado al mercado el deportivo 300 SL, que se suministraba en versión coupé con puertas de ala de gaviota y en una variante roadster.

El Mille Miglia actual es un homenaje de los italianos al mito de Moss, Mercedes-Benz y demás marcas de aquella época dorada.

Desde 1977, el rally se vuelve a celebrar como recorrido de regularidad para coches históricos. En él, puede participar cualquiera que tenga un coche cualificado y pueda pagar unos 10.000 euros (aproximadamente 10.000 dólares estadounidenses) por equipo.

La cuota de inscripción es, sin embargo, el obstáculo más pequeño, ya que solo se permite la participación a aquellos coches que se inscribieron en las carreras originales entre 1927 y 1957. Se trata, entonces, de una flota tan noble como cara.

Y casi ningún otro coche es tan valioso como el Mercedes 300 SL Alas de Gaviota (Gullwing), por cuya venta la compañía de la estrella acaba de obtener 135 millones de euros, suma que triplica el récord anterior alcanzado por un Ferrari GTO.

Sin embargo, el modelo vendido no fue uno de los 1.400 Alas de Gaviota que Mercedes produjo en gran parte a mano entre 1954 y 1963, sino un así llamado coupé 300 SLR Uhlenhaut, que solo se construyó dos veces. El modelo estaba basado en el 300 SLR, tal y como Moss lo condujo hasta la victoria en el Mille Miglia.

Pero también un 300 SL normal apenas está disponible hoy en día por un precio inferior a los siete dígitos, lo que es una continuación coherente de la historia. Después de todo, el Alas de Gaviota ya costaba un dineral cuando debutó en 1954 y, para la mayoría de la gente, era un coche de otro planeta. Sin embargo, el coupé vale cada céntimo, al menos cuando se conduce en el Mille Miglia. El que se considera el rally de coches clásicos más famoso del mundo es solo formalmente un rally de regularidad.

Extraoficialmente, el evento que se repite anualmente es una nueva edición del antiguo formato, con agentes policiales que hacen la vista gorda y muchos "carabinieri" que aprovechan la oportunidad para sacar por fin sus coches patrulla y sus motos para dar una vuelta. Y probablemente ningún otro clásico posea más credibilidad en las todavía 1000 millas que el Alas de Gaviota.

En lugar de molestarse y proferir maldiciones por el hecho de que el Mercedes a menudo corta las curvas, hace trampas en los atascos y al adelantar obliga a los coches que circulan en sentido contrario a frenar abruptamente, el público lo ovaciona y exclama a su paso una frase que se entiende inmediatamente, incluso sin saber el idioma: "Che bella macchina".

El amor de los italianos por los coches es ardiente y sincero, y funciona según sus propias leyes. Incluso los policías sonríen encantados cuando los coches clásicos atraviesan las carreteras rurales a una velocidad superior a la permitida. Para ellos, las fuerzas del orden bloquean cruces, les dejan pasar semáforos en rojo y escoltan, incluso con luces de emergencia y a toda velocidad, la caravana clásica a través de la hora punta cuando el caos organizado de ciudades como Parma o Milán pasa a ser demasiado.

Lamentablemente, este entusiasmo no se traslada a los numerosos controles de velocidad, por lo que apenas se está protegido de las multas de aparcamiento. Los carabinieri, al menos, se limitan a dar una palmadita en la espalda en lugar de sanciones.

Muchos miles de espectadores al borde de la carretera, desde niños hasta sacerdotes, hacen que cada uno de los participantes tenga la sensación de ser un héroe. El aplauso a Stirling Moss no puede haber sido mayor que las ovaciones que reciben los cerca de 450 coches clásicos en cada pueblo, por pequeño que sea. Y cuanto más antiguo sea el coche, más ruidoso el motor y más sucios los conductores, más frenéticos son los vítores.

Apenas se nota que el Alas de Gaviota ha cumplido ya los 70 años. Mientras que otros coches de años similares siguen pareciendo carros motorizados, el Gullwing se conduce (casi) como un coche moderno.

Es verdad que el habitáculo, sorprendentemente espacioso, se calienta muchísimo, y que las espectaculares puertas de ala de gaviota hacen que las maniobras para entrar y salir del coche sean todo un desafío. Y mejor no pensar qué sucedería en caso de accidente, ya que, más allá del delgado chasis no hay ni cinturones de seguridad ni ABS o ESP que salven vidas.

Así y todo, el motor ronronea como el primer día, y las marchas se deslizan suavemente por la caja de cambios de cuatro velocidades. Y el agarre en carretera inspira una confianza inquebrantable en los ingenieros de antaño. Los seis cilindros en línea tienen una capacidad de tres litros y producen 158 kW/215 CV.

A partir de las 4.000 revoluciones, el bólido sale disparado y atraviesa las carreteras de la Toscana, las Marcas o el Lacio como si no hubiera quien lo pare. Con una aceleración de unos diez segundos, deja literalmente en pie incluso a competidores mucho más jóvenes. A una velocidad máxima muy superior a los 200 km/h, los cipreses del borde de la carretera se desdibujan en un velo verde.

A mitad del rally, la caravana llega a Roma poco antes de la medianoche, guiada por la Policía a toda velocidad alrededor del Coliseo y por las calles de la Ciudad Eterna. Para entonces, a más tardar, el conductor se siente realmente como Stirling Moss en su viaje récord para la eternidad.

Al final del recorrido, los participantes han estado sentados en el coche casi cuatro veces más que sir Stirling, fallecido en 2020. Y al menos durante las tres docenas de pruebas especiales a velocidades medias bajas o de arrastre, incluso han levantado el pie del acelerador conscientemente.

Cuando, después de 1.000 millas, el 300 SL pasa por la rampa final en Brescia sobre la alfombra roja, 70 años se han fundido en cuatro días, y en una única constatación: la leyenda está más viva que nunca.

dpa

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