LIMA (AP) — Pocos imaginan que dentro de una casona de la capital de Perú, en una calle bulliciosa junto a una comisaría, un edificio donde ocurrió una masacre y una tienda de disfraces, se ubica un hospital que incluía un convento y un cementerio que podría contener las momias de los últimos Incas.
“La gente que no sobrevivía al tratamiento era enterrada aquí”, explicó a The Associated Press Héctor Walde, arqueólogo jefe de la municipalidad de Lima, parado cerca de varias osamentas en el patio del Hospital Real de San Andrés, diseñado en forma de cruz y cuyas primeras construcciones tienen casi medio milenio.
Hace dos años los arqueólogos empezaron a redescubrir el complejo de una hectárea de extensión que tenía un espacio para enfermos mentales y donde se instruyeron los primeros médicos del siglo XVI.
El municipio busca restaurar las zonas claves de la capital peruana para que los vecinos conozcan su historia.
En los trabajos arqueológicos recientes los expertos han estado pendientes del eventual hallazgo de las osamentas de al menos tres gobernantes del Imperio Inca -Pachacutec, Huayna Capac y Tupac Yupanqui- que, según documentos históricos confiables, podrían estar enterrados bajo el complejo.
Walde afirmó que en los últimos 200 años hubo varios y fallidos intentos de encontrar esas osamentas.
De acuerdo con cronistas del siglo XVI, las momias fueron enviadas desde Cusco, la capital del Imperio Inca, a Lima para que fueran observadas por el virrey Andrés Hurtado de Mendoza.
Luego de ser vistas por Hurtado las momias fueron llevadas al hospital y posteriormente colocadas bajo tierra. No se sabe si han resistido el paso del tiempo, ni en qué parte se encuentran.
“Si bien no es el objetivo inicial de este proyecto tampoco negamos el interés de poder encontrar las momias reales durante el proceso de excavación”, dijo Walde.
Los expertos han descubierto entre las 50 osamentas masculinas halladas al momento que varios habían fallecido de sífilis y debido a deformaciones en los huesos del cráneo. Los arqueólogos han hallado una cruz, posiblemente de cobre, que uno de los fallecidos tenía colgada del cuello.
Walde indicó que los pacientes que llegaban al hospital eran colocados en camas ubicadas en los pasillos y que desde su lecho podían escuchar misa. “La ritualidad y religiosidad en Lima era muy fuerte”, recordó.
Con el paso del tiempo el complejo arquitectónico dejó de ser un hospital y cementerio para convertirse en un hospicio para niños abandonados. Luego se convirtió en una escuela pública donde el patio de juego de los niños se ubicó precisamente encima del cementerio. El último gran terremoto de 2007 hizo que el complejo dejara de usarse.
En el último siglo, en parte del inmenso terreno, se construyó una comisaría, se independizaron espacios para ser usados como restaurantes chinos, comercios diversos y edificios multifamiliares. En uno de ellos, en 1991, se produjo la matanza de 15 peruanos a manos de un grupo clandestino de militares, lo que derivó en una condena de 25 años de prisión contra el expresidente Alberto Fujimori.
“En toda la cuadra hay un montón de negocios... yo no sabía que adentro había un cementerio”, dijo Eulalia Sánchez, una vendedora de dulces que caminaba cerca de la casona.