CANNES, Francia (AP) — La guerra en Ucrania tuvo un papel prominente en la noche inaugural de la 75ª edición del Festival de Cine de Cannes y no se ha alejado de los reflectores desde entonces.
Las fiestas no se han interrumpido, ni tampoco la locura de las alfombras rojas, pero en medio de este espectáculo de la Riviera Francesa ha habido un discurso sobre el papel del cine en tiempos de guerra. Las pantallas han presentado imágenes desde la línea de batalla y de filmes con significados incisivos sobre el conflicto.
Sergei Loznitsa, uno de los cineastas más aclamados de Ucrania, estaba poniendo los toques finales a su documental “The Natural History of Destruction” cuando Rusia invadió su país en febrero. La película, que se estrenó el lunes en Cannes, usa muchas imágenes de archivo para ilustrar la campaña de bombardeos de los Aliados en Alemania durante la Segunda Guerra Mundial. La interrogante en el centro de la película, inspirada en el libro homónimo de W.G. Sebald de 1999, es sobre la moralidad de atacar a la población civil en tiempos de guerra.
Ante las bombas rusas cayendo en hospitales de maternidad, teatros y otros lugares donde se refugiaban los civiles, “The Natural History of Destruction” se transformó en una historia más sobre el presente que sobre el pasado.
“Quedó claro que las lecciones de hace 80 años no se han aprendido”, dijo Loznitsa en una entrevista. “Parece posible que a nosotros como humanos nos regresen a hace 80 años al punto en el que todas esas atrocidades y cosas terribles eran posibles”.
“Si queremos seguir siendo humanos, necesitamos parar esto”, agregó Loznitsa, director de “Donbass” y “Babi Yar”. “Esto no debería ser aceptable en una sociedad civilizada”.
El Festival de Cine de Cannes nació de la guerra. El estallido de la Segunda Guerra Mundial obligó a que se pospusiera el festival inaugural en 1939. Inicialmente Cannes se pensó como un contrapeso al Festival de Cine de Venecia, que había caído bajo la influencia de Mussolini y Hitler.
El festival de este año se ha realizado con el trasfondo de la guerra en Ucrania, y a veces a pesar de ella. Las protestas no han acabado con las veladas en la Croisette, ni ha disminuido la atención al desfile de estrellas que posan frente a barricadas con fotógrafos. Aquí volaron jets de combate, pero sólo para promover “Top Gun: Maverick” de Tom Cruise. Después de dos años de pandemia, Cannes volvió con gusto a retozar en el sol de la Cote d’Azur.
La semana pasada en la inauguración del festival, el presidente ucraniano Volodymyr Zelenskyy retó a los cineastas a continuar el legado de “The Great Dictator” (“El gran dictador”) de Charlie Chaplin y “demostrar que el cine de nuestra época no está mudo”. Y en los días posteriores, el papel del cine mientras miles están muriendo en Ucrania ha sido un diálogo en desarrollo y Cannes ha sido una plataforma para protestar.
Una mujer irrumpió en la alfombra roja y se quitó la ropa para revelar la bandera ucraniana pintada en su torso, así como sangre pintada en su cuerpo y el mensaje “Dejen de violarnos”. El miércoles los cineastas de la película ucraniana, “Butterfly Vision” de Maksym Nakonechny, planeaban desfilar por las escalares del Teatro Debussy haciendo sonar sirenas aéreas.
“El sonido de la alerta por ataque aéreo le dará a los espectadores la sensación de lo que están pasando los ucranianos cada día y les permitirá compartir esta experiencia”, dijeron los cineastas en un comunicado.
“La guerra se trata de matar gente. Se trata de destruir todo”, dijo Kirill Serebrennikov, un cineasta ruso que escapó de su país después de varios años de arresto domiciliario y prohibiciones para viajar. “El arte está siempre contra la guerra”.
La mera presencia de Serebrennikov, quien estrenó la película de época “Tchaikovsky’s Wife” en Cannes fue muy debatida. Su película fue parcialmente financiada por el oligarca ruso y expropietario del equipo de fútbol Chelsea, Roman Abramovitch. El director artístico de Cannes, Thierry Fremaux, reconoció en la víspera del festival que había pensado mucho la decisión, pero al final optó por proyectar “Tchaikovsky’s Wife” pues la película recibió financiación de Abramovitch antes de que se impusieran sanciones económicas a Rusia y porque Serebrennikov está en contra de la propaganda del Estado.
Cannes, una especie de Juegos Olímpicos del cine, optó por vetar a delegados rusos y a los rusos vinculados al Kremlin. En años anteriores los yates de los oligarcas rusos eran una presencia regular en la costa de Cannes.
En la sátira social de Ruben Ostlund “Triangle of Sadness”, una de las películas que compiten por la Palma de Oro en Cannes, Woody Harrelson interpreta a un marxista que debate ebrio sobre política con un oligarca ruso.
“Soy un anarquista”, dijo Harrelson a reporteros. “Soy ese tipo de persona que considera abominable cuando una superpotencia con todo su poder militar y sin provocación, ataca a un país”.
Tilda Swinton, quien estelariza con Idris Elba el filme de George Miller “Three Thousand Years of Longing”, un cuento de hadas moderno sobre la naturaleza de la narración, señaló incisivamente un paralelo sobre la propaganda y las perspectivas diversas de la ficción.
“Lo que es peligroso es cuando tienes sólo una historia”, dijo Swinton. “Cuando la gente no puede escuchar otras historias las cosas se van por el caño muy rápido”.
Otras películas estaban más directamente conectadas con la guerra. El cineasta lituano Mantas Kvedaravicius fue asesinado en Ucrania el mes pasado. Su prometida Hanna Bilobrova se llevó las imágenes que filmó en Ucrania y con la ayuda de editores montó el documental “Mariupolis 2”. Al presentar la película Bilobrova lloró mientras agradecía al público por honrar la memoria de Kvedaravicius.
“Qué locura”, dice un hombre de Mariúpol en la película, mientras se escucha el eco de las bombas cerca. “No sé cómo se mantiene en pie la tierra”.
El contraste entre estas películas y el lado más frívolo de Cannes loco por las celebridades puede ser desconcertante. Para cineastas como Loznitsa puede ser surrealista estar en uno de los sitios más glamurosos del mundo cuando a unos 1.600 kilómetros (1.000 millas) al noroeste la guerra continúa.
“No creo que el papel del cine, del arte, en general haya cambiado. Nuestro deber como cineastas es tratar de comprender qué es lo que está pasando a nuestro alrededor”, dijo Loznitsa, quien fue expulsado de la Academia Ucraniana de Cine por no apoyar un boicot de cineastas rusos. “Creo que nuestro deber es defender la cultura, toda la cultura. La cultura de cualquier nación, de cualquier pueblo, le pertenece al mundo entero”.
Para explicar la sensación de estar en Cannes, Loznitsa citó el poema de W.H. Auden “September 1, 1939”, escrito en Nueva York el día que estalló la Segunda Guerra Mundial.
“I sit in one of the dives/On Fifty-second Street/Uncertain and afraid/ As the clever hopes expire”. (Sentado en un antro/En la calle cincuenta y dos/Incierto y con miedo/Mientras las ingeniosas esperanzas mueren).
___
Jake Coyle está en Twitter como http://twitter.com/jakecoyleAP