La empatía es fundamental para lograr una comunicación no violenta

Una palmada en el trasero del niño, a veces dolorosa, frecuentemente humillante, no es para nada una medida educativa pasada de moda, a pesar de que la ley estipula, en muchos países, que los niños tienen derecho a crecer sin violencia. 

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ARCHIVO - Los padres pueden ejercer sobre sus hijos no solo violencia física, sino también verbal. Pero es posible educarlos sin necesidad de amenazas y retos intempestivos, con consciencia de las propias necesidades y empatía. Foto: Peter Kneffel/dpa

Una palmada en el trasero del niño, a veces dolorosa, frecuentemente humillante, no es para nada una medida educativa pasada de moda, a pesar de que la ley estipula, en muchos países, que los niños tienen derecho a crecer sin violencia. 

Libre de violencia no implica únicamente sin violencia corporal. Porque, además de esta, también son inadmisibles las "agresiones psíquicas y otras medidas degradantes", según define el Código Civil germano. Este tipo de agresiones suelen ser causadas por las palabras de los padres.

El psicólogo estadounidense Marshall B. Rosenberg (1934-2015) desarrolló un concepto respecto de qué manera puede lograrse un modelo de comunicación no violenta.

En 1984 fundó el "Center for Nonviolent Communication". Rosenberg subrayaba siempre que su concepto no contenía nada nuevo. Porque, según aseguraba, su comunicación no violenta integraba más bien conceptos psicológicos que ya existían hacía mucho.

Kathy Weber conoció este concepto hace 15 años, cuando estaba embarazada de su primer hijo. "Quería hacerlo de manera distinta que mis padres", cuenta esta mujer de 41 años, actualmente entrenadora de comunicación no violenta y asesora familiar.

Y de manera distinta significaba para Weber que quería lograr un vínculo especial con su hijo, una convivencia en la que todos fueran vistos y escuchados.

En el centro del enfoque de Rosenberg está la suposición de que la acción humana se origina en el deseo de satisfacer las propias necesidades. Frecuentemente esas necesidades compiten con las de los otros. Solo se puede llegar a una solución comunicativa si uno muestra empatía con el otro, sin juzgarlo ni evaluarlo inmediatamente.

La comunicación no violenta de Rosenberg incluye cuatro pasos: observar sin juicio ni evaluación, investigar cómo nos sentimos y expresarlo, identificar cuáles son nuestras necesidades y manifestarlas, y formular un pedido dirigido a tratar de conseguir el deseo.

Weber cuenta que al principio implementó esta técnica de manera consciente. Pero, en su opinión, la comunicación no violenta según Rosenberg es mucho más que una estrategia comunicativa. 

"Para mí es la respuesta a la pregunta respecto de cómo deseo vivir, cómo deseo comunicarme. Tiene mucho que ver con la actitud", afirma. Al principio, indica, la comunicación no violenta representa un gran desafío. "Requiere de mucho ejercicio y mucha paciencia", reconoce.

Para Weber, resulta de vital importancia un amor incondicional. Esta mujer de 41 años observa con frecuencia que los padres tienen la sensación de que la educación no funciona sin coacción ni amenazas. "Falta confianza en que las personas hacen las cosas de manera voluntaria", comenta.

Al mismo tiempo, para muchos es difícil reconocer y comunicar los propios sentimientos y necesidades. "Porque frecuentemente no lo hemos aprendido", afirma Weber. Y se muestra convencida de que cada persona puede aprenderlo, si es que realmente así lo desea.

¿Y qué sucede cuando una madre y un hijo manifiestan sus necesidades y estas se contraponen completamente? Weber se ríe antes de responder.

Señala que naturalmente no se trata de que siempre se le cumplan los deseos al niño. "La visión es que encontremos soluciones que contemplen a todos con sus necesidades y las satisfagan de la mejor manera posible", explica. Y aclara que esto puede suceder ahora mismo, pero también dentro de una semana.

Por ejemplo, el cepillarse los dientes. El niño experimenta la necesidad de hacer otra cosa. En el otro extremo se encuentran los padres, que aspiran a que el niño se cepille los dientes en ese momento, sin que ellos tengan que estar detrás. Un posible acuerdo podría ser que se busque una canción que se escuchará al momento de lavarse los dientes.

O bien se encuentran otras alternativas. "Porque existen muchas posibilidades de satisfacer las necesidades. Y hablo aquí conscientemente de necesidades, no de deseos. Esta es una gran diferencia. No estamos aquí en el 'desea algo y sucederá', sino en la vida", asevera.

La meta, dice Weber, es que se encuentre un consenso para las necesidades individuales en determinada situación. "Por supuesto que es agotador al principio". En el momento del conflicto es más fácil si alguien simplemente determina cómo se harán las cosas y listo. "Pero el otro camino es más satisfactorio para todos a largo plazo", puntualiza.

dpa

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