Un bebé llega al mundo, llora y encuentra consuelo en el pecho. El "bonding", como se llama al primer contacto corporal entre madre e hijo, es un paso hacia el apego físico. La madre puede después, en el mejor de los casos, reconocer las necesidades del niño según su comportamiento y responder a ellas. ¿Pero debe ella convertirse para el resto de su vida y sin excepciones en la persona de apego jerárquicamente más importante para su hijo? ¿Qué pasa con el padre u otras personas del entorno del niño? El método de crianza según el cual la madre intenta responder a todos los intereses del niño tiene su origen en la teoría del apego. La teoría creada por el psicoanalista y psiquiatra infantil británico John Bowlby es reconocida en gran parte de las guarderías y tiene amplia difusión en la sociedad. Este concepto establece que la persona necesita recibir suficiente amor de su figura de apego en la infancia, ya sea de la madre o del padre, para tener un desarrollo emocionalmente sano. La persona de apego es aquella que, por ejemplo, asiste al niño cuando se cae del columpio o por quien llora especialmente cuando se separa de ella, explica el psiquiatra infantil y de adolescentes Karl Heinz Brisch, defensor de la teoría del apego. El profesor de la Universidad de Medicina Paracelsus de Salzburgo, Austria, afirma que un acercamiento de este tipo se genera usualmente en el plazo de un año. Según Brisch, entre las características de una figura de apego se destaca un carácter sensible que reacciona a las emociones del niño. Pasar tiempo juntos a solas no es suficiente porque solo alguien que se preocupa puede dar consuelo a un niño que llora. Solo entonces, subraya, la figura de apego actúa de acuerdo con las necesidades del niño. La psicóloga de la Universidad Hebrea de Jerusalén Heidi Keller considera sin embargo difícil cumplir con este requisito. En su libro "Mythos Bindungstheorie" (El mito de la teoría del apego), Keller cuestiona que la teoría del apego pueda tener una validez universal en Occidente. En su opinión, en muchas culturas no es habitual que solo la madre o el padre se ocupen del niño sino que también los familiares, vecinos y hermanos juegan un papel importante en su crianza. El contacto con otras personas es especialmente importante para adquirir y desarrollar habilidades sociales, señala la psicóloga, quien destaca que los niños solo obtienen beneficios de ello. Keller afirma que estar en constante disponibilidad también puede desencadenar el agotamiento de algunas mujeres porque, al final, la madre suele estar sola, a menudo también sin el padre. El psiquiatra Brisch sostiene que los niños priorizan y suelen tener una o dos personas de apego. "Los niños suelen jerarquizar según quien sea más sensible en el trato con ellos", explica. Y estas personas no tienen que ser necesariamente la madre o el padre, sino que pueden ser otras personas. "El apego no tiene nada que ver con la filiación biológica", subraya Brisch. El psiquiatra afirma que no está científicamente demostrado que los niños se sientan atraídos hacia familiares con vínculo sanguíneo. Keller cita un innovador estudio a largo plazo realizado por las psicólogas estadounidenses Emmi Werner y Ruth Smith, que acompañaron durante más de 40 años a cientos de niños nacidos en 1955 en la isla de Kauai. Un tercio de los niños se encontraba en situación de alto riesgo debido a circunstancias familiares difíciles o a la pobreza, pero sin embargo se desarrollaron con éxito y sin problemas de comportamiento. De acuerdo al estudio, el motivo no fue el vínculo con la madre o el padre, sino las relaciones con los compañeros, los vecinos, los maestros o incluso los padres sustitutos. Según Keller, es más conveniente configurar la crianza de los hijos teniendo en cuenta recursos como el tiempo disponible y el número de personas. La psicóloga considera que la orientación estricta a una teoría no puede ser la panacea para una crianza exitosa. dpa