Con productivas semillas de coca, cárteles mexicanos reconfiguran el narcotráfico en Colombia

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Personas se desplazan en motocicletas
Personas se desplazan en motocicletas en Tumaco, Colombia, 13 de diciembre, 2021. REUTERS/Luisa González

Por Luis Jaime Acosta

TUMACO/NORTE DE SANTANDER, Colombia (Reuters) - Los emisarios de los cárteles mexicanos de la droga están participando más estrechamente en la producción de cocaína en Colombia, pagando a los cocaleros por adelantado sus cosechas e impulsando el cultivo de semillas altamente productivas, dijeron campesinos, funcionarios de seguridad y activistas.

Los principales cárteles mexicanos como el de Sinaloa y el de Jalisco Nueva Generación, que tienen grandes áreas de influencia en México y ejercen una violencia brutal por el control de las rutas de la droga, han comprado durante mucho tiempo cocaína a los grupos guerrilleros y a las bandas criminales de Colombia.

Pero si bien alguna vez operaron como compradores discretos y aún evitan participar directamente en la competencia por su negocio, la creciente presencia de emisarios es notable en varias zonas productoras de cocaína, dijeron a Reuters residentes y campesinos cultivadores de hoja de coca.

Los cárteles mexicanos comenzaron a impulsar cambios significativos en las adaptaciones de hoja de coca que se siembran, aumentando la producción de cocaína, incluso cuando la superficie cultivada se redujo, aseguraron fuentes policiales.

Su presencia también está incrementando la cantidad y la pureza de la cocaína que se trafica desde Colombia a Estados Unidos y a Europa, según la Policía Nacional.

El aumento de la cosecha con las nuevas adaptaciones de hoja de coca es visible en las cifras anuales de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, con un incremento de la producción potencial de cocaína en los últimos tres años, pese a que la superficie sembrada disminuyó.

Los cárteles mexicanos envían a personas para dirigir la producción, la compra y el transporte de los cargamentos de cocaína, dijo a Reuters el general Fernando Murillo, jefe de la Dirección de Investigación Criminal de la Policía Nacional.

"Estas organizaciones criminales (los cárteles mexicanos) han generado una modalidad de enviar algunos individuos a que hagan parte no solo de la negociación, de la compra, sino lo que corresponde a la producción, el transporte y la salida hacia el exterior, llámese Centroamérica, Norteamérica y Europa", afirmó.

"Y esto lo están haciendo para generar tranquilidad y confianza, dicen ellos, en la pureza de la sustancia que se les está vendiendo. Para que se cumpla el fin, que es recibir este alcaloide en su destino final", explicó el oficial.

Cultivadores de coca, informantes y traficantes capturados han revelado a la policía cómo los emisarios mexicanos realizan controles de pureza, mantienen relaciones con todo el espectro de grupos armados ilegales colombianos, negocian los precios y supervisan los envíos, aseguró Murillo.

Las semillas de coca extra fructíferas son producto de un trabajo de cultivo financiado por los narcotraficantes a agricultores y agrónomos experimentados, dijo por su parte el general Ricardo Alarcón, director de la Policía Antinarcóticos.

MENOS EXTENSIÓN, MÁS PRODUCCIÓN

En los últimos años, su unidad ha detectado 14 adaptaciones para aumentar la productividad. No hay pruebas de que las semillas estén modificadas genéticamente, sostuvo el oficial.

La ONU, fuentes policiales y militares, así como cultivadores y activistas de derechos humanos, coincidieron en que la mayor productividad se debe a una cuidadosa selección de variedades específicas de alto rendimiento.

Un cocalero del departamento de Norte de Santander, en la frontera con Venezuela, dijo a Reuters que los representantes de un cártel mexicano y sus socios colombianos comenzaron a distribuir variedades más productivas hace dos años, ordenando a los campesinos sembrarlas.

Aunque la superficie cultivada con hoja de coca cayó en 2018, 2019 y 2020, la producción estimada de cocaína y el rendimiento medio de clorhidrato de cocaína por hectárea aumentaron cada uno de esos años, según las cifras de la ONU.

En 2020, el año más reciente del que se dispone de cifras, la producción potencial anual de cocaína de Colombia subió un 8% a 1.228 toneladas métricas y el rendimiento por hectárea aumentó un 18% hasta los 7,9 kilogramos por hectárea, pese a que el área cultivada con hoja de coca bajó un 7% a 143.000 hectáreas.

Los cárteles mexicanos suman otro elemento al complejo panorama de violencia en medio del conflicto armado de casi seis décadas que ha dejado 260.000 muertos en Colombia, al traer armas de gran potencia desde Estados Unidos para utilizarlas como pago a los grupos ilegales por los envíos de cocaína.

Los cárteles mexicanos compran la base de coca y la cocaína de alta calidad a grupos armados ilegales colombianos como el Clan del Golfo, los rebeldes del Ejército de Liberación Nacional (ELN) y antiguos miembros de la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) que rechazaron un acuerdo de paz de 2016, según fuentes de seguridad.

"Aquí lo que hay es una relación muy pragmática de los cárteles mexicanos que compran a quien les vende", dijo a finales de 2020 Rafael Guarín, que entonces se desempeñaba como consejero para la seguridad nacional del presidente de Colombia, Iván Duque.

"Es una relación muy pragmática. Quien tiene el control de las zonas de cultivo y los laboratorios y puede satisfacer la demanda es quien mantiene las relaciones con los mexicanos", explicó.

La presencia de emisarios mexicanos en medio de selvas y montañas de regiones cocaleras es visible, dijeron a Reuters cuatro personas que viven en los departamentos de Cauca, Nariño y Norte de Santander, y otra que visitó recientemente Cauca.

Aunque Reuters no lo pudo verificar directamente, todas aseguraron que los enviados de los cárteles mexicanos se desplazan en camionetas todo terreno.

En medio de rancheras y corridos que sonaban a todo volumen, dos hombres con acento mexicano hablaban a finales del 2020 en un bar de un pueblo del suroeste de Colombia sobre un cargamento de cocaína que debían enviar a Estados Unidos, contó una mujer que trabajaba como mesera en el lugar.

Los hombres se enfadaron con un lugareño al que acusaron de intentar enterarse de su conversación y quien salió asustado del sitio después de que lo amenazaron, aseguró la mujer.

"Te vamos a llenar el estómago de plomo", dijo uno de los hombres mostrando una pistola que llevaba oculta en la cintura, según la mesera que presenció los hechos.

Reuters pudo corroborar algunos de los detalles descritos por la mesera, que pidió permanecer en el anonimato, a través de imágenes de seguridad tomadas en el bar.

FINANCIACIÓN DE LABORATORIOS Y SEMISUMERGIBLES

Los traficantes mexicanos financian la construcción de laboratorios y centros de acopio desde donde se coordinan los envíos, según un informe de inteligencia policial al que tuvo acceso Reuters y que también reportó la presencia en Colombia en menor escala de emisarios de los cárteles Beltrán Leyva y los antiguos Zetas.

Las autoridades colombianas aseguran que un 60% de los cargamentos de la cocaína que se produce en el país sale por el Océano Pacífico en semisumergibles y lanchas rápidas, la mayoría en operaciones coordinadas por cárteles mexicanos.

En 2021 la Armada confiscó más de 180 toneladas de cocaína, 125 embarcaciones y 31 semisumergibles en aguas del Pacífico.

Pero los controles y patrullajes son difíciles por las condiciones climáticas como las fuertes lluvias y los 1.300 kilómetros de costa con cientos de ríos y afluentes que se entrecruzan en medio de la densa selva verde formando manglares.

En esos esteros los mexicanos financian la construcción de improvisados astilleros para fabricar semisumergibles usados para transportar la cocaína.

Casi todos los envíos de droga están marcados con logotipos utilizados para controlar el origen y la calidad, según el informe.

Una alianza clave de los cárteles mexicanos en la región de la costa Pacífica es las disidencias de las FARC, dijo el coronel Jaime Zambrano, comandante de la Brigada de Infantería de Marina Número 4, mientras recorría en una lancha las aguas amarillas de un río selvático cerca de Tumaco, en el departamento de Nariño, cerca de la frontera con Ecuador.

"La cadena ilegal del narcotráfico está conectada directamente con los carteles mexicanos y con destinación específica para Estados Unidos", aseguró Zambrano.

"Los cárteles mexicanos han desarrollado una alianza criminal con las disidencias de las FARC. Tratan de establecer rutas de envío hacia Centroamérica para después con las capacidades que tienen, sobre todo el Cartel de Sinaloa, poder pasar el alcaloide por la frontera hacia Norteamérica", agregó.

Los campesinos de zonas remotas sin carreteras en buenas condiciones, sin acceso a salud y educación aseguraron que no tienen otra opción que cultivar las nuevas adaptaciones de coca.

"Si alguien llega aquí con un arma, vestido de camuflado, o vestido de civil, pero con un arma en la cintura y me dice que estas son las semillas que debo sembrar, simplemente hago lo que me dicen", dijo Fernando, un agricultor de Norte de Santander. "Es mi vida y la de mi familia".

"No preguntamos quiénes compran, ni de dónde vienen", sostuvo al admitir que creía que los visitantes a la región donde vive eran representantes de cárteles mexicanos por su acento.

COCA CON ALTA PRODUCTIVIDAD

La cocaína se puede obtener de cuatro especies de la planta Erythroxylum, de las cuales tres -novogranatense, coca e ipadu- están presentes en Colombia.

La productividad depende de condiciones como el clima y algunas adaptaciones dan un mayor rendimiento en unas regiones que en otras y son más resistentes a la sequía.

"Es una adaptación de la planta en diferentes partes", dijo Alarcón, el director de la Policía Antinarcóticos. "Lo que hacen los productores, tanto de la hoja de coca como del clorhidrato de cocaína, es aprovechar la mutación que hace la misma mata en estos pisos térmicos para sacarle mejor provecho".

La Policía Nacional tiene registrada la siembra de adaptaciones conocidas coloquial o comercialmente como 'tingomaría', 'crespa', 'gigante', 'boliviana negra', 'boliviana roja' y 'millonaria' en zonas como Norte de Santander y en Nariño, las dos principales regiones productoras de cocaína.

Los campesinos rotan las semillas para aumentar la producción y reducir los tiempos de cosecha, dijo Alarcón. Algunas adaptaciones producen entre cuatro y seis cosechas al año, en lugar de las tres tradicionales.

No está claro si los cárteles mexicanos prefieren una adaptación específica.

Las abundantes cosechas y la alta demanda significan que el negocio es bueno.

El precio de un kilo de cocaína de alta calidad se multiplica por más de dieciocho, llegando a los 30.000 dólares en la frontera entre México y Estados Unidos, y a más de 120.000 dólares por kilo al menudeo en las calles de las principales ciudades estadounidenses, según la Policía Nacional.

En Colombia, la escasa presencia del Estado, la pobreza y la falta de oportunidades económicas hacen que la oferta de los cárteles mexicanos de pagar por las cosechas, incluso por adelantado, sea atractiva para los agricultores, dijeron activistas y líderes sociales.

"Se ha incrementado el narcotráfico por el abandono total del Estado. No hay una vivienda digna, no hay una salud digna, no tenemos una educación digna ni empleos dignos", dijo en Tumaco el líder social Luis Alfredo Vásquez, quien sostuvo que la miseria obliga a las personas a sobrevivir con la producción y el tráfico de cocaína.

La situación es similar en Norte de Santander, donde el aumento de la producción de cocaína provocó en los últimos meses un incremento de la violencia, pero donde los cultivadores sienten los beneficios económicos.

"Por primera vez en muchos años los cultivadores de hoja de coca en la región tienen dinero de contado y muchas veces por anticipado", aseguró Wilfredo Cañizares de la Fundación Progresar, una organización que promueve la defensa de los derechos humanos en esa región fronteriza con Venezuela.

(Reporte de Luis Jaime Acosta, editado por Nelson Bocanegra y Juana Casas)

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