La primera señal de que no todos en la historia de venganza vikinga del siglo X “The Northman” ("El hombre del norte") de Robert Eggers tienen sus prioridades completamente claras aparece al principio de la película, cuando el rey vikingo Aurvandil (Ethan Hawke) regresa a casa en el reino de Hrafnsey en el Atlántico Norte después de un año de batallas en el extranjero.
Después de ascender a caballo al pueblo nevado del acantilado, la reina de Aurvandil, Gudrún (Nicole Kidman), lo saluda calurosamente y, después de abrazar a su hijo Amleth (Oscar Novak), lo invita a acostarse con ella. Pero Aurvandil dice que tiene algo más urgente que atender. En vez de ir con su esposa, se lleva a Amleth a correr alrededor de una caverna en llamas a cuatro patas, vestidos de pieles, semidesnudos y ladrando mientras gritan juramentos de honor con el bufón de la corte (Willem Dafoe).
Podría decirse que algo está podrido en Hrafnsey, incluso si tenemos la sensación de que tales rituales son el alma de esta cultura.
Rápidamente las cosas empeoran. El hermano de Aurvandil, Fjölnir (Claes Bang), degolla al rey, asume el control del reino y se lleva a Gudrún sobre los hombros para que sea su esposa. El joven Amleth, tan sólo un “cachorro”, como dice su madre, escapa en un bote de remos hacia un mar vacío, jurando venganza.
¿Dónde estamos, exactamente? Justo en medio de la leyenda escandinava que inspiró “Hamlet” de Shakespeare.
Pero en este “Hamlet” vikingo (Eggers escribió el guion con el poeta islandés Sjón) Amleth no tiene un debate existencial sobre su deber y destino. Vive para vengarse. La próxima vez que lo vemos, es un merodeador feroz y musculoso, “una bestia envuelta en carne humana”, que partiría a la mayoría de los Hamlets como si fueran una barita. Es más probable que Amleth (un Alexander Skarsgård corpulento) le arranque el cráneo al cuerpo de alguien en vez de tener un soliloquio con una calavera.
Una vez que se harta de hacer cosas vikingas rudas (hay una redada en un pueblo eslavo montada de manera hermosa y brutal), Amleth se hace pasar como esclavo y se sube a un bote para ir a Islandia, donde Fjölnir ha mudado su reino a una verde colina. Entre los miembros de su corte está Anya Taylor-Joy, quien previamente colaboró con Egger en “The Witch” (“La bruja”). Amleth toma las armas a pesar de enfrentar un mar de problemas.
Hay un gran método, pero no suficiente locura en “The Northman”, la tercera película de Eggers y fácilmente la más ambiciosa. Con rigor histórico y atmósferas antiguas, Eggers ya se ha establecido como una de las voces más distintivas de su generación. Su primera película, “The Witch” de 2015, se desarrollaba entre colonizadores puritanos en la década de 1630 en Nueva Inglaterra. Su cinta de 2019 “The Lighthouse” (“El faro”) es protagonizada por Dafoe y Robert Pattinson como los cuidadores de un faro que enloquecen en la costa noroeste de Estados Unidos en la década de 1890. Las tres películas no sólo se toman en serio su historia, sino que hurgan en pesadillas pasadas, o quizá no tan pasadas. Como se indica al comienzo de “The Northman”, “invocan las sombras del épocas pasadas”.
La tendencia reciente hacia el folclore en el cine puede, en películas menores, parecer una versión cinematográfica de la dieta paleolítica. Pero las películas de Eggers mantienen la potencia de mitos resucitados y reanimados, y al hacerlo han desenterrado un nuevo y rico territorio. “The Northman”, con un presupuesto reportado de más de 70 millones de dólares, es un lienzo más grande y más arquetípico. Con amplias vistas escandinavas y un final ambientado entre ríos de lava ardiente en la cima de un volcán que arroja cenizas, se forja en un fuego poderosamente primitivo.
Aunque es una historia magra, no tiene tanta carne sobre el hueso como requiere su ambición. La simplicidad mítica es parte del punto de “The Northman”, pero el protagonista decidido de la película y sus conflictos elementales se acercan más de lo ideal al territorio de “Conan the Barbarian” (“Conan el bárbaro”). La película de Eggers sólo es encantadora de manera intermitente y desperdicia su momento climático. Una vez que Amleth regresa a casa, espera el momento justo y la película parece llenar el tiempo con escenas sobrenaturales y asesinatos cómicamente grotescos. Por primera vez, se siente como si Eggers estuviera confiando en un espectáculo pagano más que en la psicología para conducir la historia, y el resultado es una sesión espiritista que no termina de hechizar, a pesar de su sincero esfuerzo por lograrlo.
Esto podría atribuirse a los designios de una producción de mayor presupuesto y la necesidad de llegar a un público más amplio, o a un instinto de las películas que parece depender de aullidos, ladridos y gritos para capturar algo primitivo que no puede invocar del todo. Las escenas con la madre de Amleth, con una pasional Kidman, llegan quizá demasiado tarde en una película que, tras un largo recorrido, empieza a tirar más dramáticamente del mito masculino sobre el que predica. Los votos de Amleth no son un juramento sino una maldición, lo que demuestra otro viejo adagio: nunca confíes en Willem Dafoe.
“The Northman”, un estreno de Focus Features, tiene una clasificación R (que requiere que los menores de 17 años la vean acompañados de un padre o tutor) de la Asociación Cinematográfica de Estados Unidos (MPAA, según sus siglas en inglés) por violencia sangrienta, contenido sexual y desnudos. Duración: 137 minutos. Dos estrellas y media de cuatro.
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Jake Coyle está en Twitter como http://twitter.com/jakecoyleAP