La fe y una firme determinación se reflejan en las imágenes del domingo de una Ucrania en guerra.
En los suburbios de la capital Kiev, que siguen intentando recuperarse tras semanas de ocupación rusa, los ancianos se forman para recibir alimentos donados mientras trabajadores retiran cuerpos de una fosa común con la esperanza de que sean identificados y reciban un entierro apropiado y, además, documentar cualquier crimen de guerra. Una capa de plástico cubre la tierra excavada en el cementerio de Bucha, en anticipación de algunas lluvias primaverales después del más crudo de los inviernos.
Dentro de la iglesia se llevan a cabo servicios religiosos al tiempo que continúan los horrendos descubrimientos en el exterior. El trabajo no debe detenerse, porque podría no haber otra oportunidad. El alcalde de Kiev dijo el domingo que las fuerzas rusas sin duda regresarán si Ucrania no puede derrotarlas.
Los combates ya se intensificaron conforme los soldados de Rusia se concentran en el este del país, donde un chico en silla de ruedas es uno de tantos civiles que intentan evacuar Kramatorsk, la ciudad en donde la plataforma de una estación de trenes se convirtió en el escenario de una masacre hace apenas unos días. Más al norte, en Járkiv, una ciudad que ha estado bajo incesantes ataques durante varias semanas, tres hombres aguardan su destino refugiándose en el sótano de un edificio.
Para muchos, así se ve la supervivencia: Maniobrar alrededor del cráter que dejó un impacto de artillería, inspeccionar edificios destruidos, despedirse de familiares.
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