Mucho desierto, poca agua y demasiados elefantes. Namibia, como también la vecina Botsuana, fueron considerados países pioneros en la protección animal en el sur de África durante décadas. Pero los dramáticos períodos de sequía de los últimos años desataron una carrera cada vez más extrema entre la población humana y los animales salvajes por el valioso hábitat en el país desértico. Los elefantes derriban cercos o causan daños en diversos lugares en su búsqueda de agua. En los casos más graves, los paquidermos ponen en riesgo la vida de los pobladores en las zonas rurales. Por eso, el Gobierno de Namibia, con sede en su capital Windhoek, comenzó ya el año pasado con la venta de elefantes vivos, que ahora también son exportados a otras naciones. Los elefantes se han convertido en un éxito de exportación en África, un hecho que provoca descontento a nivel internacional. La organización de protección animal Pro Wildlife, por ejemplo, criticó que el Gobierno de Namibia autorizara la exportación de 22 elefantes que vivían en estado salvaje a un parque de safari ubicado cerca de Dubai. "Es incomprensible que Namibia ponga en juego su reputación internacional por un acuerdo tan cuestionable", advierte Daniela Freyer de Pro Wildlife. La bióloga considera que los argumentos que alegó Namibia son "poco convincentes". Según su información, el Gobierno vendió los paquidermos a unos 10.000 dólares por animal a compradores en Namibia. Un intermediario los vendió luego al parque de safari a un precio más alto. Según las estimaciones actuales, unos 23.000 elefantes viven en la poco poblada Namibia, que cuenta con algo menos de 2,5 millones de habitantes. Esto supone un aumento significativo de la cantidad de animales en comparación con años anteriores. Y lleva a mayores problemas entre los humanos y los animales. Algo similar rige para Botsuana, el país vecino. Mientras que la cifra de elefantes retrocede en muchas regiones de África, en este pequeño Estado sin litoral creció -según informaciones oficiales- de 50.000 en el año 1991 a unos 130.000 en la actualidad, lo que representa casi un tercio de toda la población de paquidermos en África. La subasta de licencias de caza de 70 elefantes que viven en estado salvaje en Botsuana también fue cuestionada por los protectores de animales. El Ministerio a cargo de los parques nacionales subrayó en aquel momento que las licencias de caza solo fueron otorgadas para regiones de caza controlada. Además, señaló que solo se permitió la participación de empresas botsuanas, que podían disparar a los elefantes y después venderlos a compañías internacionales. "La caza de trofeos de elefantes no es una solución para el conflicto entre los humanos y el elefante, sino que incluso lo agrava. Por otra parte, no hay demasiados elefantes en Botsuana", sostiene Michele Pickover, de la fundación protectora de animales EMS, con sede en Sudáfrica. En Namibia, el Ministerio de Medio Ambiente subastó el año pasado 57 elefantes a compradores privados, de los cuales solo 15 quedaron en el país, de acuerdo con la organización protectora de animales Ifaw. El Gobierno argumentó que quería reducir el número de elefantes y, al mismo tiempo, utilizar los ingresos para atenuar los conflictos entre la población y los paquidermos. La economía namibia debió hacer frente a una profunda crisis a causa de las desoladoras sequías y la pandemia de coronavirus. "La captura de elefantes salvajes para que vivan en cautiverio de por vida en parques de diversiones y zoológicos no solo es cruel, la exportación también viola la normativa internacional de protección de especies", señala Freyer. En realidad, los elefantes africanos salvajes están protegidos por la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (Cites) de Washington. Sus disposiciones estipulan explícitamente para Namibia que los elefantes solo pueden ser exportados para proyectos de conservación dentro de África. Sin embargo, según la fundación suiza Franz Weber, Namibia invoca una interpretación legal de las disposiciones para justificar el traslado de elefantes capturados en la naturaleza a un cautiverio fuera de su área de distribución natural. De acuerdo con la entidad, esta es una interpretación muy controvertida. La Asociación de Caza de Namibia (NAPHA) tiene otra percepción de la situación. "Todo el debate es superfluo desde el punto de vista científico y legal, es una bravuconada emocional instigada y alimentada por los grupos protectores de animales", dice en un comunicado. Los grupos defensores de los animales, según NAPHA, no tienen en cuenta a las comunidades locales ni sus derechos. dpa