Ante división sobre Qatar, FIFA busca unidad

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DOHA (AP) — Una oportunidad de cambiar la percepción sobre un país. Un torneo para fomentar la unidad.

¿Alguien ha escuchado esto antes?

Qatar es la parada siguiente en la gira mundial de sucesos deportivos albergados por naciones encabezadas por gobiernos autocráticos que suelen ser condenados por los activistas de derechos humanos pero cuyo poder financiero resulta irresistible para los organizadores de las competiciones.

Y en la antesala del sorteo de este viernes ha quedado claro lo tóxico que el torneo se ha vuelto para la FIFA y Qatar, que tenía esperanza de que el Mundial fuera una celebración del Medio Oriente. Nunca antes un evento de semejante envergadura se ha realizado en la región.

Ahí está el caso de David Beckham. El astro y excapitán de la selección de Inglaterra fue reclutado como embajador de la Copa Mundial Qatar, pero no ha aparecido en los medios internacionales. Ello lo protege de las preguntas complicadas pero también le impide promover el torneo como debería.

Entretanto, entrenadores y equipos que deberían estar concentrados en sus tácticas y preparativos, han tenido que dedicar tiempo a mitigar preocupaciones por el hecho de jugar en un país que niega las libertades y los derechos exigidos por distintos organismos. Durante años, trabajadores inmigrantes mal remunerados realizaron arduos trabajos para construir la infraestructura de 200 millones de dólares.

“La emoción por el torneo es palpable”, dijo Michael Page, de Human Rights Watch. “Reviste una importancia crítica el asegurar que los trabajadores inmigrantes que hicieron posible el torneo y que fueron dañados en el proceso no queden olvidados”.

Otra polémica que ha persistido se relaciona con la votación realizada en 2010 por la FIFA, que otorgó el Mundial de 2018 a Rusia y el de 2022 a Qatar. Una investigación del Departamento de Justicia de Estados Unidos concluyó que hubo sobornos a cambio de votos.

“Ningún jugador tuvo voz ni voto cuando se tomó esta decisión”, dijo el miércoles Jonas Baer-Hoffman, secretario general del sindicato mundial de jugadores FIFPRO, en Doha. “Ahí es donde debería estar la tensión, primero que nada. Y yo quisiera ver que la gente presionara realmente a los dirigentes de sus federaciones para plantear estas cosas en el congreso de la FIFA”.

El encuentro de las 211 federaciones constituye el foro parlamentario de la FIFA. No ha realizado sesiones presenciales debido a la pandemia desde 2019, cuando reeligió a Gianni Infantino como presidente.

El congreso se reúne de nuevo, en momentos en que el fútbol luce fracturado no sólo por el próximo evento en Qatar, sino por el futuro de la propia Copa del Mundo. La propuesta para realizar el máximo certamen cada dos años se ha estancado por ahora, luego que Infantino dio marcha atrás ante la resistencia de Europa y Sudamérica, que incluso amenazaron con un boicot.

“Estamos en un estancamiento total, porque todos están frenados entre las disputas institucionales y personales”, dijo Baer-Hoffman. “Quizás algunas de las malas propuestas sean rechazadas, algo que parece ser el caso, pero eso también hace imposible tomar las decisiones necesarias que necesitan tomarse en este deporte”.

Si bien Infantino ha dejado de hablar de las copas bienales, existe todavía la necesidad de resolver los nuevos calendarios de partidos internacionales para 2024, que determinan cuándo los clubes tienen que ceder a los jugadores a fin de que jueguen con sus selecciones.

Ese calendario tuvo que ajustarse para dar espacio a un Mundial disputado en noviembre y diciembre por primera vez, debido al caluroso verano en Qatar, que hubiera vuelto peligroso jugar en junio y julio.

Las temperaturas altas en la pequeña nación del Golfo Pérsico han incidido en las condiciones laborales que derivaron en decesos de trabajadores que construían la infraestructura mundialista.

La transparencia limitada de las autoridades qataríes sobre la causa de las muertes y el número de lesionados entre la fuerza laboral de migrantes ha preocupado a sindicatos y activistas por los derechos humanos.

Pero el país ha realizado cambios, con aumentos en el salario mínimo, reglas laborales más estrictas y una mayor libertad para que el trabajador renuncie.

“Lo que se ha hecho ya es realmente un avance en muy poco tiempo”, dijo Infantino. “El progreso en materia de derechos humanos, en particular de los trabajadores, ha sido increíble. Esto debe reconocerse”.

Hay todavía preocupaciones sobre la aplicación de esas reglas en los sitios de construcción de Doha, que siempre se está expandiendo. Hay presiones también para que Qatar siga legislando para proteger a los trabajadores después del Mundial.

Hasta entonces, algunas organizaciones han instado a los equipos a llamar la atención sobre los problemas de los trabajadores migrantes, en su mayoría del suroeste de Asia.

Hasta ahora, ningún equipo o jugador se ha negado a participar en Qatar, tal como tampoco hubo un boicot a Rusia 2018 pese a que había invadido ya un territorio ucraniano.

Rusia no jugará en Qatar. Quedó descalificada del repechaje de la eliminatoria europea, como sanción por la guerra que lanzó el presidente Vladimir Putin.

Esa agresión a un país vecino ha socavado la esperanza de Infantino, quien quería que el Mundial de 2018 cambiara “la percepción que el mundo tenía de Rusia”. Hace cuatro años, el presidente del Comité Olímpico Internacional, Thomas Bach, habló de “la cara de una nueva Rusia” en los Juego invernales de Sochi, justo antes de la anexión de Crimea.

Historias semejantes hacen más difícil convencer al mundo de que la Copa en Qatar tendrá un efecto positivo, más allá de permitir que otro país utilice un gran evento para maquillar su imagen.

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