La palabra 'woke' describió durante décadas a la población afroestadounidense consciente de los prejuicios raciales. Su significado se extendió después para definir movimientos sociales como el feminismo. Y en los últimos meses, ha sido para los conservadores estadounidenses un sinónimo de todos los males provocados por la izquierda.
El asunto ha estado en casi todos los discursos pronunciados durante el congreso anual de los conservadores celebrado esta semana en Orlando (Florida), incluido el del expresidente Donald Trump, que recibió el sábado varias ovaciones al abordarlo.
Para los votantes republicanos, el término -la forma pasada de "despertar" en inglés- agrupa una serie de medidas progresistas que aborrecen. Políticas como la discriminación positiva y tendencias como la cultura de la cancelación que consideran liberticidas.
Según el estratega demócrata Ed Kilgore, los conservadores ven lo 'woke' como "una ideología omnipresente de política identitaria extrema a favor de las minorías y las mujeres, que es opresiva hacia los puntos de vista culturales tradicionales".
El analista político Richard Hanania lo define desde una postura más cercana al sentir conservador.
"La cultura 'woke' es una tendencia a atribuir las desigualdades a discriminaciones", dice. "Según ésta, si un grupo social gana más dinero que otro es por culpa de las discriminaciones, es algo provocado por la sociedad".
- Un arma política –
Sea cual sea la definición elegida, es probable que este tema siga en la agenda conservadora en los próximos meses, al menos hasta las legislativas de medio mandato en noviembre, cuando los republicanos apuntan a retomar el control de ambas cámaras del Congreso.
La guerra contra la izquierda 'woke' moviliza a las bases republicanas a través de un mensaje muy claro, algo especialmente importante en unas elecciones donde la participación suele ser muy inferior a la de las presidenciales, explica Kilgore.
"Los conservadores estadounidenses están un poco confundidos en materia de seguridad nacional y política económica, sobre todo después de Trump", asegura el politólogo. "Lo que sí tienen, aquello en lo que están unidos, son las cuestiones culturales".
Los miembros del partido cuentan, además, con un reciente ejemplo de éxito a la hora de atacar a la izquierda sobre esos temas culturales.
En noviembre, Glenn Youngkin derrotó al favorito demócrata Terry McAuliffe en las elecciones a gobernador de Virginia. Este logro fue conseguido en parte con su promesa de vetar la enseñanza de la Teoría Crítica de la Raza, una doctrina que propone estudiar el pasado esclavista y de segregación del país como origen del racismo actual.
- Frustración -
Otros políticos de su partido, como los gobernadores de Florida y Texas, Ron DeSantis y Greg Abbott, han abrazado el movimiento, promoviendo leyes contra la Teoría Crítica de la Raza.
Para el estratega republicano Brett Foster, los conservadores "están frustrados porque parece que la izquierda quiere sembrar la discordia sobre criterios raciales, aunque Estados Unidos ya dejó eso atrás".
Hanania considera, por su parte, que estos asuntos no indignan solamente a los conservadores. "Si uno hace encuestas honestas sobre cosas como la discriminación positiva, esos asuntos casi siempre pierden", afirma.
Ante el posible riesgo político que esto supone para los demócratas, algunos, como el estratega del partido James Carville, han pedido al ala más izquierdista de la formación que abandone su agenda 'woke'.
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