Completamente excitados por todo lo que hicieron en el jardín de infancia durante el día, algunos niños siguen tan activos de noche que parecen estar corriendo una carrera de Fórmula 1. Desde desparramar todo el juego de bloques por el piso hasta saltar sobre camas y sillones, algunos pequeños parecen estar más despiertos que nunca cuando llega la hora de ir a dormir. La pedagoga social alemana Dana Mundt, de la Conferencia Federal para el Asesoramiento Educativo, afirma que nada de esto le es ajeno, ya que muchos padres le piden consejo sobre este tema. Pregunta: ¿Cómo se hace para calmar a un niño de uno a dos años que no se tranquiliza a la hora de dormir? Dana Mundt: Lo más importante es evitar el exceso de fatiga en los niños. Un niño necesita tiempo para bajar el nivel de excitación. Por eso, cuando el pequeño da las primeras señales de cansancio hay que hacer con él algo que lo distienda y lo calme, o al menos ofrecérselo. De lo contrario puede pasar que caiga rendido de un segundo al otro, pero muy intranquilo. Pregunta: ¿Cómo reconozco las primeras señales de cansancio? Dana Mundt: Esto puede ser diferente en cada niño. Algunos bostezan como los adultos. Otros comienzan a quejarse, a frotarse los ojos. Algunos reaccionan a todo de forma acalorada o incluso con ira, a veces con agresividad. También son un síntoma típico los cambios de humor, que van desde la euforia hasta la tristeza de un momento a otro. Cuando se aprende a reconocer estas señales individuales mediante la observación hay que ver cómo acompañar a los chicos. Porque bajar la excitación y calmarse es también algo que debe ser aprendido. Para esto también son muy útiles los ejemplos que se les dan. Por ejemplo: ¿qué hacen los padres cuando están estresados y bajo presión para calmarse? Lo ideal es que los chicos puedan ver cómo lidian sus padres con ese tipo de momentos estresantes. Si ven que papá o mamá se dejan caer en el sofá con una taza de té o una chocolatada diciendo: "Guau, qué día estresante tuve hoy. Primero tengo que relajarme", experimentan lo que es "bajar las revoluciones". Una posibilidad es enseñarles a los niños algún ritual de este tipo, que puede consistir, por ejemplo, en que el pequeño y su padre o madre se acurruquen juntos en un sofá. Pregunta: Sin embargo, la mayoría de las veces la situación es distinta: los padres miran la hora y piensan internamente: "¡El niño tiene que irse a la cama de inmediato!". ¿Cómo combinar las dos cosas? Dana Mundt: Lo que hay que hacer es planificar un momento de calma entre la etapa más despierta de los niños, cuando están en plena actividad, y la hora de ir a la cama, en vez de decirles de repente: "¡Vamos, ya mismo a la cama!". Este tipo de presión y estrés no hacen más que trasladarse a los niños. Otros rituales tranquilizadores pueden ser bajar un poco la luz y escuchar un audiolibro o leer un libro juntos, incluso en una especie de cueva improvisada con dos sillas y una manta. Hacer una cueva es mi consejo favorito. Siempre ayuda. Es como construir un pequeño nido. Esto hace que el ambiente se vuelva más pequeño y no se vea invadido por tantas impresiones sensoriales. Este tipo de cuevas también son ideales para acurrucarse junto al pequeño y hablar acerca de cómo fue el día para los dos. Esta es también una forma útil de enterarse, por ejemplo, si al niño le faltó movimiento y por eso no está lo suficientemente cansado. De esta forma se podrá contar al menos con una explicación acerca de por qué el pequeño parece enchufado a la corriente eléctrica a horas en las que debería ir a dormir. dpa