NUEVA YORK (AP) — Cuando la presión se vuelve intensa, a la estudiante de derecho Jasmine Marchbanks-Owens le gusta pasear por los pasillos de la Universidad de Howard, examinando las fotos descoloridas y enmarcadas de destacados graduados negros de décadas pasadas.
“Es realmente inspirador poder ver a personas que se parecen a mí que asistieron a esta universidad y se volvieron abogados”, dice la estudiante de primer año, cuya tatarabuela nació en la esclavitud. “Entonces, cuando me estreso, me gusta caminar aquí y mirar todos los nombres y ver todos esos rostros”.
La mayoría de los rostros son de hombres. Pero Marchbanks-Owens se detiene en la foto de una mujer, Pauli Murray, una graduada de 1944 cuyas teorías legales influyeron en el histórico caso contra la segregación racial en la educación pública Brown vs. Junta de Educación, argumentado por Thurgood Marshall, quien llegó a ser el primer juez de raza negra en la Corte Suprema de Estados Unidos. En 1971, Murray dijo que le escribió al entonces presidente Richard Nixon, principalmente en tono de broma, para sugerirle la convirtiera en la primera mujer en el máximo tribunal.
Las mujeres negras, señala Marchbanks-Owens, han sido la columna vertebral de los movimientos de justicia social a lo largo de la historia, desde el sufragio femenino hasta Black Lives Matter. Pero apenas han sido visibles. Y es por eso que es tan significativo para ella que una mujer negra pronto sea elevada a la Corte Suprema.
“Ver a alguien que se parece a mí asumiendo un papel tan importante... es algo que nunca pensé que vería”, dice. “Así que es muy inspirador. Y definitivamente importa”.
Marchbanks-Owens, de 26 años, es una de muchas mujeres negras que se han sentido animadas por la promesa del presidente Joe Biden de nominar a una mujer negra para la corte. Sin embargo, al igual que ellas, también se siente desanimada por los comentarios de los senadores Ted Cruz de Texas y Roger Wicker de Mississippi, quienes han tratado de minimizar el nombramiento como un ejemplo de acción afirmativa que pone en desventaja a los blancos.
Esos críticos lo han entendido al revés, dice Marchbanks-Owens, argumentando que las mujeres negras han tenido que trabajar más duro en cada paso del camino para tener éxito en una profesión abrumadoramente blanca. La mujer negra que Biden termine nombrando, dice, “probablemente estará más calificada que cualquier otra persona porque hemos aprendido a ser las más calificadas. Para poder tener un lugar en la mesa, tienes que ser mejor”.
Jasmine Armand está de acuerdo. La abogada de bancarrotas de primer año, quien trabaja en un bufete de abogados en Chicago, no quiere que nadie piense que consiguió este trabajo porque ser negra. Más bien, Armand quiere que piensen que “ella obtuvo este trabajo porque es notable y está excepcionalmente calificada para este puesto, como lo han sido innumerables mujeres negras antes que ella. Es solo que ahora finalmente es su momento de brillar y, como un bono adicional fantástico, también es una mujer negra”.
Armand dijo que se sintió inspirada al pensar en Malcolm X y su opinión de que “la persona menos protegida en Estados Unidos es la mujer negra. Sigo viendo cuánto cierto es. A menudo, nos resulta difícil ver quién realmente defiende y se preocupa por las mujeres negras, además de quizás otras mujeres negras. Somos dignas de protección, admiración, inversión y aliento. Será genial ver a la persona designada recibir esto y también estar en posición de dárselo a otros”.
De hecho, para Armand, de 29 años, la ascensión de una mujer negra al máximo tribunal tendrá un impacto crucial en términos del acceso de las personas a la justicia.
“El acceso a la justicia no es solo conectar a las personas con los recursos”, dice Armand. “Es, ‘¿Quién es el árbitro de la justicia? ¿Y entienden ellos todo por lo que está pasando esta persona, este participante en el sistema legal?’ Entonces ahora tendremos esa diversidad de género y raza… la diversidad de pensamiento que se necesita, donde ahora esta corte está comenzando a parecerse más a los Estados Unidos que representa, de manera lenta pero segura”.
En entrevistas, mujeres de diferentes edades coincidieron en algo: tan solo ver a una mujer negra en la cancha tendría un efecto incalculable, especialmente para los jóvenes, de la misma manera que pasó cuando Barack Obama se convirtió en el primer presidente negro. Jemelleh Coes, directora de liderazgo docente en Mount Holyoke College, pensó en el impacto potencial en sus dos hijas, de 9 y 2 años.
“Las estoy criando para que sean tan audaces como puedan ser, tan consideradas como puedan ser, tan cariñosas como puedan ser, tan empoderadoras como puedan ser”, dijo Coes, de 36 años, que vive en Athens, Georgia. “Poder mirar a otras mujeres en posiciones de poder para ellas es primordial”. Destacó cómo su hija de 9 años se quedó impactada al ver la campaña de Stacey Abrams para gobernadora en 2018. “Veo la forma en que miran a las mujeres negras en el poder”, dijo. “Es muy diferente de la forma en que ven el poder en general”.
Jakki McIntosh, de 35 años y residente de California, espera que el nombramiento ayude a reforzar lo que siempre trata de inculcar a sus hijas, de 16, 15 y 11 años. “A mis hijas muchas veces les digo que pueden ser cualquier cosa que quieran, pero al mismo tiempo ellas no necesariamente ven eso”.
Una mujer negra en la Corte Suprema anularía la idea de que de alguna manera son menos capaces, dijo McIntosh, quien también tiene un hijo de 3 años. “En su mayor parte, nuestra sociedad es realmente patriarcal... (a menudo) las mujeres son vistas como menos que, y muy desafortunadamente, las mujeres negras parecen ser vistas como incluso menos que eso”.
Tres mujeres mencionadas como candidatas son una jueza de una corte federal de apelaciones, una magistrada de una corte de distrito y una jueza de una Corte Suprema estatal, todas con credenciales profesionales y académicas impecables. Dos de ellas trabajaron como secretarias de jueces del máximo tribunal.
Jessica Davis, estudiante de primer año de la Facultad de Derecho de la Universidad de Georgia, recordó que cuando cursaba cuarto grado tuvo “la noble idea de convertirse en presidenta de Estados Unidos”. Sin embargo, su maestra tenía ideas diferentes: “Recuerdo que mi maestra me dijo que fuera más realista y que tal vez pensara en otra cosa, algo que fuera más fácil, algo más a ‘mi alcance’”.
“Solo pensar en ver a una mujer negra en la Corte Suprema, la misma corte que confirmó la esclavitud con la decisión Dred Scott, la misma corte que dijo que podíamos ser ‘separados pero iguales’ es simplemente increíble”.
En el campus de la Facultad de Derecho de Howard en Washington, D.C., Marchbanks-Owens también pensó en el legado de esclavitud de la nación cuando se enteró de los planes de Biden de nominar a una mujer negra. Específicamente, pensó en su tatarabuela, quien nació en la esclavitud en una plantación de Carolina del Sur.
“Cuando pienso en una mujer negra en el banquillo y cuando pienso en el legado de la esclavitud, es muy profundo para mí”, dice.
También recuerda a sus abuelos mirando con asombro cuando Obama se convirtió en presidente, “decían que nunca pensaron que verían algo así en su vida. Y en mi vida, he visto eso, he visto a Kamala Harris convertirse en vicepresidenta, y ahora voy a ver a alguien que se parece a mí convertirse en jueza de la Corte Suprema”.
De hecho, Marchbanks-Owens ya sabe lo que le diría a la nueva jueza: “Pienso que su historia es simplemente increíble”.
“Y estoy feliz de vivir en una época en la que algo así es posible para alguien que se parece a mí. … Y me encantaría trabajar con usted. Me encantaría aprender y que usted fuera mi mentora”, dice Marchbanks-Owens.
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Allen G. Breed contribuyó a este despacho desde Washington, D.C.
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Hajela es miembro del equipo de The Associated Press que cubre raza y etnia. Está en Twitter como @dhajela y Noveck como @JocelynNoveckAP