Tras años de guerra, los sudaneses del sur siguen temiendo los territorios minados

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Un rastreador de minas antipersonales de la ONU revisa minuciosamente un pedazo de tierra con un detector en las afueras de un pueblo cerca Juba, la capital de Sudán del sur.

Un colega, también vestido con equipo de seguridad, un protector facial transparente y un chaleco con blindaje, rastrea la tierra árida color ocre con ayuda de un detector de metales que emite un sonido.

Cerca de ahí, se escucha el fuerte ruido que provoca una explosión controlada que proyecta una columna de humo.

Tras décadas de conflicto en el más joven país del mundo, terrenos minados y bombas sin explotar todavía están presentes en amplios paisajes de Sudán del Sur, amenazando las vidas y los medios de subsistencia de los habitantes.

- "Temor de ir al monte" -

En el pueblo de Gondokoro, a solo unos kilómetros de Juba, los expertos del servicio de lucha contra las minas de Naciones unidas (UNMAS) trabajan para hacer desaparecer esas armas de guerra poco a poco.

Según cifras publicadas el año pasado por UNMAS, 1.404 personas murieron por minas antipersonal en los últimos años, entre ellos más de 250 niños, y 3.730 personas resultaron heridas.

"Desde que las minas fueron identificadas en nuestra zona, ahora tenemos miedo de ir al monte para trabajar", afirma John Edward, un habitante de Gondokoro, que recolecta madera para hacer carbón.

- "¡¡Peligro!!" -

En Gondokoro, una zona de "contaminación" fue cercada por cintillos de color blanco y rojo mientras que paneles con calaveras advierten: "¡¡Peligro!! ¡¡Peligro!!".

A través del país, más de 18 kilómetros cuadrados, o sea el equivalente de unos 2.570 terrenos de futbol, deben aun ser desminados, según el sitio internet de UNMAS.

Esta tarea podría ser acabada en cinco años, en función de las condiciones de seguridad y de los financiamientos, considera la organización.

"Estos objetos peligrosos, estas minas y sus vestigios explosivos de la guerra y del conflicto constituyen una amenaza real para la población de Sudán del Sur", afirma Fran O'Grady, director local de UMAS.

"Su erradicación tiende a salvar vidas y medios de subsistencia, a garantizar que niños, muchachos, mujeres y hombres de todo el país puedan caminar con seguridad en un territorio seguro, sin riesgo de explosión", agregó.

Desde el inicio de sus operaciones en Sudán del Sur en 2004, UNMAS afirma haber limpiado más de 90 kilómetros cuadrados de territorios y controlado más de 1.000 kilómetros cuadrados de zonas de riesgo.

Estas armas son un vestigio de las décadas de guerra: el combate para la independencia contra Sudán, luego la guerra civil que se inició solo dos años después de la declaración de independencia del país en 2011.

En 2018, un frágil acuerdo de paz puso fin a  los combates entre las fuerzas leales al presidente Salva Kiir y las que apoyan a su enemigo jurado, y ahora  vicepresidente, Riek Machar.

Pero las zonas de "contaminación" que aun quedan en el sur del país, donde opera un grupo rebelde que no firmó el acuerdo de paz, el Frente nacional de salvación (NAS), y donde la inseguridad sigue importante, complican las operaciones de UNMAS.

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