La estrategia de desgaste de los yihadistas en el Sahel, una franja semiárida que atraviesa África al sur del desierto del Sáhara, ha sido decisiva en los golpes de Estado militares de Malí y Burkina Faso en los últimos 18 meses, afirman analistas.
"Estamos sufriendo de lleno la fuerza de la estrategia impuesta por los grupos yihadistas", dijo Mahamoudou Savadogo, consultor de seguridad burkinés.
Como en Malí en agosto de 2020, los militares derrocaron al presidente y tomaron el poder en Burkina Faso el pasado lunes.
La junta militar argumentó "la incapacidad del gobierno" de enfrentar el continuo deterioro de la situación de seguridad, "que amenaza los cimientos de la nación".
Un año y medio antes, los militares de Malí justificaban su golpe denunciando la corrupción, el "clientelismo", la "arbitrariedad", el fracaso del Estado y su incapacidad para enfrentar el terrorismo y las bandas criminales.
"Malí se hunde día a día en el caos, la anarquía y la inseguridad por culpa de los hombres que dirigen su destino", dijeron.
Los golpistas burkineses y malienses tienen en común la exasperación ante la impotencia de los dirigentes frente a los yihadistas, pese al despliegue de fuerzas francesas, africanas y de la ONU, y el apoyo financiero internacional.
El impulso yihadista comenzó en el norte de Malí en 2012 y se extendió al centro y luego a los países vecinos. Los grupos afiliados a Al Qaida y a la organización Estado Islámico (EI) están ahora en vastas regiones de Burkina Faso, Níger y en el norte de los países costeros del oeste de África.
Con visiones diferentes del control local bajo la ley islámica o del establecimiento de un califato según su afiliación, los grupos armados, rivales entre sí, atacan todo lo que represente al Estado y la presencia extranjera, infligiendo grandes pérdidas a los ejércitos nacionales mal equipados y atacando a sus aliados.
Un informe del centro de análisis International Crisis Group (ICG) describe la presencia de Al Qaida como fuerte en el norte de Malí, hegemónica en algunos lugares.
- Divide y vencerás -
En el campo, a través de la coerción o el reclutamiento y en ausencia del Estado, poblaciones de entre las más pobres del mundo se rinden a la causa de los yihadistas que recaudan impuestos, administran justicia y proporcionan atención.
La "estrategia de desgaste" consiste en "ser pacientes, sembrar la semilla de la división, desarticular nuestro sistema político y desestabilizar el orden social", explica Savadogo.
"Ante nuestros ojos, los terroristas, por todo el Sahel, están triunfando", escribió en redes sociales el periodista Tiémoko Assalé, cuyo país, Costa de Marfil, está amenazado también.
La conmoción causada por estos asesinatos entre la población y el ejército está haciendo el resto", para finalmente "crear una guerra de todos contra todos, agregó.
Las fuerzas armadas, presentes en las ciudades, salen cada vez menos, dejando el campo a los grupos armados.
La situación militar, combinada, según el investigador maliense Boubacar Haidara, con la mala gobernanza y la corrupción generalizada, ha abierto una brecha entre los dirigentes civiles y su pueblo, incluidos los militares.
El punto de no retorno en Burkina Faso fue en noviembre con el ataque de Inata, en el norte, cuando 57 personas, de ellas 53 gendarmes, fueron masacradas, según los expertos.
Un comunicado interno, que se filtró días después, reveló que ya no se suministraba comida a los soldados.
- Inspiración afgana -
Los militares que tomaron el poder en Malí y en Burkina Faso pretenden retomar el control. Solos al mando, tienen "todos los medios para adoptar la estrategia que consideren más eficaz para revertir la tendencia", dice el investigador de Amnistía Internacional, Ousmane Diallo.
Pero "si no lo logran, ¿qué pasará?", cuestiona.
En Malí, los ataques contra las fuerzas de seguridad parecen haber bajado, sin que esté claro si es por una eficacia de las nuevas operaciones miliares, la eliminación de líderes yihadistas por parte de las fuerzas francesas o por una actitud de espera de esos grupos. La junta militar clama éxitos sobre el terreno, que son difíciles de verificar.
En un mensaje emitido tras la toma del poder de los talibanes en Afganistán en agosto de 2021, Iyad Ag Ghaly, jefe del Grupo de Apoyo al Islam y a los Musulmanes, de Al Qaida, elogió la "paciencia" de los "hermanos" de Afganistán, que pusieron fin a 20 años de presencia miliar extranjera, y animó a los yihadistas del Sahel a seguir el ejemplo.
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