Singapur, 20 ene (EFE).- Un exhaustivo seguimiento de los contagios, que incluye videollamadas de las autoridades en caso de dar positivo, y vigilancia a sus ciudadanos a través de aplicaciones móviles con tecnología “bluetooth” son algunas de las medidas que Singapur impone para vivir con el coronavirus y abandonar la política de cero infecciones. La ciudad-Estado asiática, que llega a los dos años de pandemia con una de las tasas de mortalidad por COVID-19 más bajas del planeta –lograda en parte gracias al semicierre de sus fronteras hasta hace unos meses-, se ha propuesto una apertura gradual muy en línea con su estilo gubernamental basado en el control y las penalizaciones. Así, los cerca de 5,7 millones de ciudadanos del país, que este jueves registró unos 1.615 contagios, empiezan a poder salir y regresar sin las largas cuarentenas previstas. La próspera nación exime en principio del aislamiento a los pasajeros procedentes de 24 países (incluyendo Estados Unidos y algunos destinos europeos y asiáticos), siempre y cuando viajen en los catalogados como vuelos “VTL” (vaccinated travel lane, línea de viaje solo para vacunados). El resto debe cumplir al menos diez días bien en su vivienda o en centros y hoteles asignados al regresar. Aunque la fórmula VTL trata de impulsar los viajes en una isla dependiente de su condición de “hub” regional de multinacionales y popular destino turístico, los aislamientos aún son una posibilidad en estos casos. Según un protocolo creado ad hoc ante la aparición de ómicron, los viajeros deben empezar una semana de test diarios al regresar, que abocarán a diez días de cuarentena en caso de dar positivo. APERTURA ECONÓMICA Medida con la que Singapur busca que la variante no arruine sus planes de una apertura muy necesaria desde el punto de vista económico, a la vez que contiene los contagios. Con una de las rentas per cápita más altas del planeta, el país superó el pasado año la recesión en la que quedó sumido en 2020 gracias al repunte del último trimestre, cuando se empezaron a relajar las medidas que lo mantenían aislado. Lo que no implica flexibilidad absoluta. Tanto los ciudadanos que dan positivo –bien los recién llegados o los contagiados dentro de la isla, que suponen la mayoría de los aproximadamente 1.500 casos diarios- como sus contactos cercanos reciben un exhaustivo seguimiento por parte de las autoridades. Además de tener que actualizar cada día su estado de salud a través de páginas web, son contactados asiduamente, a veces por videollamada, por empleados del gobierno y un médico, encargados de hacer seguimiento de la enfermedad y asegurar que se cumplen las reglas, so pena de cuantiosas multas, cárcel o deportación. También recibirán en su vivienda un kit con termómetro, medidor de oxígeno y gel desinfectante, por gentileza gubernamental. SEGURIDAD Y CONTROL Singapur es así fiel a su estilo: mientras ofrece seguridad a sus ciudadanos y protege su reputación de modelo eficaz, permite ciertas relajaciones de forma controlada. Gobernado por el Partido de Acción Popular (PAP) desde su independencia de Malasia en 1965, grupos como Human Right Watch (HRW) alertan de que las libertades de expresión y asociación en la isla quedaron aún más restringidas en 2021, según un comunicado de mediados de enero. Historial que ha despertado muchas dudas y críticas acerca de ciertos métodos de control, como la aplicación “Trace Together” (Rastreemos Juntos). Puesta en marcha al inicio de la pandemia, funciona a través de tecnología bluetooth y es de uso obligado al entrar y salir de los establecimientos de la isla. Aunque inicialmente se defendió que se destinaba exclusivamente al rastreo de infecciones, hace un año las autoridades admitieron que la policía tenía acceso a su contenido. La socialización también sigue limitada. Si bien el 91 por ciento de la población ya ha recibido dos o tres inyecciones, las reuniones están restringidas a cinco personas y los restaurantes deben cerrar a las diez y media de la noche; otras normas de carácter más arbitrario, como no permitir la música en estos lugares, se han anulado. Una “nueva normalidad” menos estricta que la imperante en países como China, aún centrados en eliminar el coronavirus, pero alejada de la relajación occidental, que muchos creen que en la isla ha llegado para quedarse. Según expertos consultados por el diario oficial “Straits Times”, controlado por el gobierno, “la vida nunca volverá a ser de la forma que era antes de la pandemia”. Y es que Singapur quiere llegar a la fase endémica sin haber padecido episodios de saturación hospitalaria y con uno de los índices de mortalidad más bajos del mundo, registrando cerca de 295.000 contagios y 843 fallecimientos desde el inicio. Una estrategia a expensas, como habitúa, de mantener la isla bajo una libertad “vigilada”. Paloma Almoguera