Fotos de Daniel RAMALHO, Video de Florian PLAUCHEUR ///Río de Janeiro, 23 Dic 2021 (AFP) - La brasileña Rita Maria de Souza inspecciona la cesta: arroz, frijoles, aceite, harina, pasta y azúcar. Nada con que preparar un banquete, pero al menos esta donación de alimentos le permitirá comer a ella y su familia en Navidad.El hambre golpea cada vez a más familias en Brasil y las donaciones de oenegés son vitales a medida que se acercan las fiestas de fin de año, en un país donde casi un cuarto de sus 213 millones de habitantes está en situación de inseguridad alimentaria, según la ONU."Lo poco que recibí dará para compartir" con el resto de la familia, cuenta a la AFP Rita, residente de Duque de Caxias, un suburbio pobre al norte de Rio de Janeiro.Viuda desde hace tres años, esta mujer negra de 59 años vive sola en una pequeña casa de ladrillos en la favela Morro de Garibaldi, situada en la cima de una colina.Rita camina con dificultad debido a la diabetes que padece y a duras penas puede cumplir con una dieta adecuada a su enfermedad: "Necesito una alimentación saludable, pero con lo que gano no alcanza", se lamenta.Desempleada hace seis años, esta mujer se sustenta con los 100 reales (unos 19 dólares) que recibe en ayudas sociales.Y para alimentarse depende casi exclusivamente de las donaciones de oenegés.Su hijo falleció hace cinco años y tiene una hija de 38 años, dos nietas y pronto tres bisnietos con el próximo nacimiento de gemelos. Sin embargo, suele pasar sola la Navidad o con sus hermanas que viven en el barrio. - Retorno del hambre - Cuando la ONG Amac le dio un kit de alimentos básicos para las fiestas, lo recibió con los brazos abiertos y con un gran suspiro de alivio.Amac es una de las organizaciones que participa en la campaña "Navidad sin hambre", que ya distribuyó este fin de año más de 1.500 toneladas de alimentos, suficientes para unos ocho millones de ágapes.Lanzada en 1994 por la ONG Ação da Cidadania, esta campaña anual se suspendió en 2007, cuando el hambre ya no afectaba a tantas familias brasileñas.En esa época, el presidente izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010) se apoyó en la situación económica favorable -derivada del 'boom' de materias primas- para instaurar políticas sociales que ayudaron a salir a millones de personas de la miseria."Retomamos la campaña Navidad sin hambre en 2017 porque percibimos un aumento del hambre y desde entonces la acción solo viene creciendo", relata el director ejecutivo de Ação da Cidadania, Rodrigo Afonso.La situación se agravó además en los últimos meses debido a la pandemia de coronavirus y la galopante inflación, con imágenes chocantes de personas hambrientas comiendo huesos con restos de carne en basureros. - "Una comida al día" - María Elena Huertas Rosales, una peruana de 50 años que vive en Nova Iguaçu, localidad vecina de Duque de Caxias, también se beneficia de la campaña. "Con la pandemia, comenzamos a tener solo una comida al día porque las cosas están muy caras", dice esta madre de familia, que migró a Brasil en 2009 con su esposo y su hijo."La carne solo la veo en televisión. Siempre pensamos: '¿Qué vamos a comer mañana?'", relata.En el reciente informe de la ONU "El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo", el capítulo dedicado a Brasil es alarmante.De 2018 a 2020, cerca de 50 millones de brasileños "dejaron de comer por falta de dinero o tuvieron una reducción significativa en la calidad y cantidad de alimentos ingeridos", según el informe.Afonso lamenta a la vez la "reducción drástica de políticas de combate a la inseguridad alimentaria" desde 2016, así como la eliminación del Consejo Nacional de Seguridad Alimentaria y Nutricional decidida por el gobierno del ultraderechista Jair Bolsonaro, en el poder desde 2019. Si todas las políticas públicas "fuesen implementadas, no tendríamos una población pasando hambre y agarrando huesos en la calle", afirma.aa/mvv/lg/val/app/mr