BAGDAD (AP) — Cuando Gaylan Delir Ismael escuchó que otros iraquíes estaban yéndose a Europa aprovechando visas que Bielorrusia concedía fácilmente, este joven de 25 años del Kurdistán no lo pensó dos veces. Empacó algunas cosas en un bolso el mes pasado, en la esperanza de llegar a Alemania para iniciar una nueva vida y recibir tratamiento para una enfermedad crónica.
No pudo ser.
El cadáver de Gaylan, en un ataúd envuelto en un plástico negro, llegó el domingo al aeropuerto de Irbil, en el norte de Irak. Había fallecido en un bosque oscuro y húmedo de la frontera entre Bielorrusia y Polonia.
Es una de al menos 11 personas que murieron en una crisis fronteriza que las autoridades europeas atribuyen el gobierno del presidente bielorruso Alexander Lukashenko, al que acusan de usar a los migrantes como peones para tomar represalias por las sanciones de Occidente contra su país. Bielorrusia lo niega y dice que el problema es que Europa no les permite el ingreso a estos migrantes.
Miles de personas, la mayoría de ellas del Medio Oriente, han ensayado esa ruta desde que Lukashenko anunció en mayo que suavizaba los controles de los migrantes en la frontera. Luego de esa medida, la Unión Europea impuso sanciones por la dura represión de la oposición en Bielorrusia.
Esto dio lugar a crecientes tensiones en la frontera entre Polonia y Bielorrusia. Las autoridades polacas, apelando a la policía, soldados y guardias fronterizos, niega el ingreso de los migrantes y miles de ellos están varados en bosques, soportando temperaturas heladas.
No está claro cómo fue que falleció Gaylan en la frontera, pero su padre, Delir Ismael Mahmoud, acusa a Polonia, a pesar de que apiló fuerzas en la frontera después del deceso de su hijo.
“Lamentablemente, la policía polaca, en lugar de ayudarlos, empezó a deportarlos y a enviarlos al otro lado de la frontera”, dijo Delir mientras esperaba el cadáver de su hijo en el aeropuerto.
En el mismo vuelo llegaron los restos de Kurdo Khalid, cuya familia dice falleció el 31 de octubre en la frontera por una hemorragia cerebral.
“Es una verdadera y triste tragedia. Les pido a los jóvenes que no se vayan del Kurdistán”, dijo Bilal Khalid al recibir el cadáver de su hermano en el aeropuerto.
Otra víctima fue enterrada el lunes en Polonia. Se trataba de Ahmad al-Hasan, un sirio de 19 años que se ahogó en el río Bug que separa a Polonia y Bielorrusia el 19 de octubre. Su funeral fue transmitido en vivo a través de Facebook por un médico sirio para que los familiares del muchacho en Alemania y en un campamento de refugiados de Jordania pudiesen verlo.
Las muertes ponen de manifiesto la desesperación que sienten muchos jóvenes en Irak y Siria, dos países plagados de violencia, corrupción y malos manejos administrativos, y los riesgos que están dispuestos a correr para llegar a Europa occidental.
La incertidumbre, la falta de perspectivas económicas y una perpetua inestabilidad impulsan a muchos a gastar sus ahorros en viajes a Europa en busca de una vida mejor.
Gaylan tenía problemas de salud. Se le diagnosticó una diabetes a los nueve años y una infección meningocócica a los 20. Su padre buscó tratamientos en Turquía e Irán, pero su salud no mejoró. Llegó a cursar el segundo año de administración de empresas en la universidad, que tuvo que abandonar por su salud.
La familia pidió visas a Alemania y Holanda para que recibiese tratamiento médico. Ambos países se la negaron. Quería llegar desesperadamente a Alemania para recibir tratamiento y seguir allí sus estudios.
Cuando surgió la opción de Bielorrusia, comenzó a planificar el viaje con sus hermanos. Su padre, quien trabaja en bienes raíces, cubrió los costos de todos, unos 35.000 dólares.
Gaylan y dos de sus hermanos, su hermana, su marido y el hijo de cinco años de ambos abordaron un vuelo de Irbil a Dubái el 14 de octubre. Llegaron a Minsk, la capital bielorrusa, dos días después. De allí se fueron a la frontera con Polonia, donde quedaron varados. Gaylan se veía cada vez más débil por la fatiga y el frío, según cuenta su familia.
No se sabe bien qué pasó la noche del 28 de octubre, en que hubo un enfrentamiento entre la policía polaca y migrantes que trataban de cruzar. La hermana de Gaylan fue a parar a un hospital polaco tras romperse una pierna y perder el conocimiento, en tanto que Gaylan y sus dos hermanos fueron deportados y enviados a una zona boscosa del lado bielorruso de la frontera, a pesar de su mal estado.
Gaylan se separó de su cuñado y su sobrino, que llevaban su insulina en una mochila. Él y sus hermanos pasaron dos días en la frontera, pidiendo ayuda e inyecciones de insulina, sin éxito.
Gaylan murió en los brazos de su hermano en el bosque, mientras el otro miraba estremecido.
“No puedo creer que no lo hayan ayudado”, dijo su padre. “Ahora quiero que Polonia, Alemania y las organizaciones internacionales de ayuda se ocupen de mi familia y los dejen entrar”.
Los polacos dicen que son blanco de una guerra híbrida lanzada por Bielorrusia y que deben sellar su frontera, porque si deja que entren algunos, más gente empezará a llegar.
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Karam informó desde Beirut. Adam Pemble in colaboró desde Bohoniki (Polonia).