El largamente esperado nuevo Museo Munch finalmente abrió con un año de retraso, luego de que la capital de Noruega, Oslo, erigiera este imponente monumento a su famoso pintor Edvard Munch. "Olvídate de todo lo que aprendiste sobre museos, aquí es completamente distinto", apunta con la alegría pintada en el rostro Stein Olav Henrichsen, director del nuevo museo dedicado al célebre pintor de "El grito" (1863-1944). El céntrico museo fue inaugurado por la pareja real noruega a fines de octubre y finalmente ya puede recibir al público. "Edvard Munch nos pertenece a todos", dijo ese día el rey Harald V, de 84 años. Y dejó que su esposa, la reina Sonia (84), una conocedora del arte, cortara la cinta roja. Henrichsen, por su parte, ya solamente mira hacia adelante, luego de que la apertura del museo se demorara a causa de la pandemia de coronavirus. El director se entusiasma al señalar que a los visitantes les espera más que arte. Además de las 11 salas de exposiciones, también ofrece espacios destinados a conciertos, conferencias, debates y presentaciones, un cine, talleres para niños, una biblioteca de investigación y restaurantes y cafés. "Visto de esta forma, se trata de una vivencia global, en la cual Edvard Munch y su arte ocupan una posición central", manifiesta Henrichsen. Hacía largo tiempo que Oslo debería haber tenido ya un nuevo Museo Munch. Durante la guerra, el pintor expresionista le legó a la ciudad unas 27.000 obras de arte. En total, el museo administra una colección de 42.000 objetos. Además de las pinturas, hay papeles de trabajo, acuarelas, bocetos, grabados, esculturas y fotografías. En el viejo museo en el distrito de Tøyen solamente podía mostrarse una pequeña parte, porque el edificio era por lejos demasiado chico. La mayoría de las obras se encontraban por lo tanto en el depósito. La nueva edificación, erigida majestuosamente en el fiordo directamente al lado de la espectacular Ópera de Oslo, sí dispone de espacio suficiente: 13 pisos y una superficie bruta de 26.000 metros cuadrados. Y siete pisos se encuentran destinados al arte, con 4.500 metros cuadrados para exhibiciones. Otra de sus características es que no está indicado en qué orden deben emprender los visitantes el recorrido por las 11 salas de exposiciones. "Cada uno debe encontrar su propio camino a Munch", se lee en la pared, en un texto que acompaña la exposición en el tercer piso. Amor, muerte, miedo y soledad fueron los temas preponderantes en la obra del artista noruego. Y, al igual que Munch exploró la vida, también experimentó en el arte. Por esa razón, el museo no quiere concentrarse solamente en las obras maestras, sino que también se centra en su vida: inacabada, experimental y enigmática. En definitiva, un viaje a través del mundo interior de un artista extraordinario. Igual de apasionante que el interior del museo es la vista que ofrece el edificio hacia afuera. A través de la fachada de placas de aluminio perforadas se ve tanto el fiordo como la silueta de la Oslo moderna. En el barrio alrededor de la estación central de trenes se construyeron a lo largo de la última década toda una serie de nuevas edificaciones, destinadas tanto a oficinas como a viviendas. Y el Museo Munch, con sus 58 metros de altura, emerge allí como un faro. El director del museo Henrichsen habla de que así se pone el acento en la significación del artista, con "una expresión arquitectónica bastante sólida y casi brutal, que encaja muy bien con nuestro artista Edvard Munch, quien también es un artista monumental y poderoso". La parte superior del museo, que costó 300 millones de euros (unos 350 millones de dólares) cuenta con una inclinación, que representa "una respetuosa reverencia ante la Ópera, la ciudad y el arte en sí", comenta Henrichsen. Su forma se asemeja a la undécima letra del alfabeto griego, por lo cual los arquitectos bautizaron al proyecto como Lambda. La población de Oslo esperaba con verdadera ansiedad la apertura del museo. Cada habitante de Noruega tiene una relación con los cuadros de Munch; ya desde el jardín de infancia se habla sobre "El grito" o la "Madonna". "A 77 años de su muerte, finalmente abrimos las puertas de un museo que honra al mayor artista de Noruega", aseveró el alcalde de Oslo, Raymond Johansen. Sin embargo, no todos se muestran conformes con la forma del edificio. "Parece un guardarrail", comenta una joven mujer que pasea por la zona. Otros peatones consideran diplomáticamente que la fachada es "original". El arquitecto alemán Jens Richter, quien está tras los planos junto con el español Juan Herreros, no lo toma de forma personal. "Lo sometimos a discusión, para nosotros era una parte importante del proceso", indica. Y explica que la intención era que la fachada se viera distinta, dependiendo de las condiciones meterológicas y la hora del día. También comenta que un edificio museístico del que nadie habla quizás también sea un fracaso. Henrichsen puede lidiar sin problemas con esta controversia. "Estamos muy contentos de que nuestro artista tenga tanto prestigio, de que todo lo que ocurre aquí genere una gran atención y un gran compromiso", dice. El "Munch", apunta, es un edificio que no pasa inadvertido y llama a la reflexión. "Edvard Munch también fue un artista controvertido, así como un artista sobre el cual había que tener una opinión", agrega. dpa