MARSELLA, Francia (AP) — Cuando Yaizid Bendaif se mudó al complejo de viviendas públicas Cité SNCF hace siete años, consiguió un permiso para crear un jardín en un pedazo de tierra detrás de su casa. Hoy, ese pequeño espacio comunitario entre edificios de departamentos y una vía de trenes de alta velocidad en Marsella está lleno de calabacines, rábanos y coliflores.
Bendaif, de 62 años, es uno de numerosos residentes que están transformando la vida de los conflictivos barrios del norte de la ciudad a partir de la agricultura urbana.
La jardinería urbana, impulsada por campañas de recaudación de fondos e iniciativas de los vecinos, está cambiando el especto de la ciudad y creando espacios comunitarios en barrios postergados, donde abunda la violencia relacionada con las drogas.
“Quiero que la gente pueda autoabastecerse, que no tenga que depender del estado o de estructuras de afuera”, declaró Bendaif. “Al cultivar nuestros propios alimentos, lo estamos haciendo. Y generamos vínculos sociales que estaban desapareciendo”.
Mahdi, un inmigrante egipcio que trabaja como pintor en un cine de Marsella, les sirve té a sus vecinos en el jardín tras pasarse la mañana trabajando en el huerto.
Su vecino Mustafá solo puede atender su parcela del jardín los fines de semana. Luce un overol con manchas de aceite pues trabaja en un taller mecánico. Le encanta cultivar vegetales, pero odia las ratas que circulan por el jardín.
“Están por todos lados. Ese va a ser siempre un problema”, comentó Bendaif. “Pero hay que seguir adelante”.
Él y su esposa, Samia, dicen que todos los vegetales que consumen los produjeron ellos. En su casa tienen cajones con tomates y coliflor. En una habitación hay una mesa con pimientos secándose.
En un complejo de viviendas públicas vecino, Houaria Belmaaziz planta delicadamente semillas de arvejas en un pequeño jardín a la sombra de cuatro enormes edificios residenciales.
Desde la apertura del huerto comunitario para los residentes de Frais Vallon, Houaria, oriunda de Argelia, cultiva ingredientes para cocinar para su familia. Sabe de agricultura porque es de origen campesino.
“La gente viene y cultiva vegetales, cuida las plantas. Conversa y se conecta”, dijo Jeanne du Cos de St. Barthelemy, cofundadora de Des Terres Intérieures, una asociación que contribuyó a abrir el huerto de Frais Vallon, junto con sus residentes.
En los últimos años surgieron unos 25 huertos urbanos en Marsella, impulsados en parte por una creciente concientización acerca del medio ambiente y de la comida saludable. Estos espacios verdes son particularmente bienvenidos en los vecindarios de departamentos del norte de la ciudad, donde el índice de pobreza se acerca al 50%.
Los Jardines de los Trabajadores se encuentran en la cima de una colina, desde la que se aprecia el mar Mediterráneo. Es una zona de ferrovías y de edificios de departamentos. El exmilitar francés Joel Schaegis, de 56 años, cuida lo que describe como su “pequeño paraíso”, un terreno de unos 50 metros cuadrados (50 pies cuadrados) donde armó su jardín.
Los jardines de por sí solos nos resolverán los problemas de estas comunidades. Schaegis dice que piensa mudarse cuando se jubile porque su barrio es medio peligroso. Pero asegura que los jardines dan esperanza y ofrecen un refugio a los vecinos.
“Subir a los jardines durante el ocaso es como ser teletransportado a otro mundo”, afirmó.