Los campos de retención en Siria, un potencial "vivero" de futuros yihadistas

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Entre la anarquía y la violencia, en los campos de refugiados de Siria se está gestando parte de la próxima generación de yihadistas, advierten numerosos analistas, que piden resolver esa crisis humanitaria para evitar consecuencias todavía más nefastas.

Decenas de miles de presos están retenidos en condiciones deplorables en esos enormes campos, frágiles y con escasa seguridad, entre ellos un amplio número de mujeres y niños criados en el odio a Occidente.

Según analistas consultados por AFP, algunos integrarán en el futuro las filas de los combatientes yihadistas del islam sunita radical.

En febrero, el general Kenneth McKenzie, jefe del Comando Central del ejército estadounidense, se mostraba inquieto por el destino de 62.000 internos en el campo Al Hol de Siria, dos tercios de ellos menores, y más de la mitad por debajo de los 12 años.

"El riesgo a largo plazo es el adoctrinamiento", declaró.

"Es una evolución alarmante con potenciales implicaciones generacionales. Y seamos claros, no hay una solución militar", dijo, pidiendo repatriar a los refugiados y respaldar programas de rehabilitación.

Nadie ignora el potencial de problemas del agujero sirio. "Es capital humano explosivo", dice a AFP Craig Whiteside, profesor del Naval War College estadounidense.

Como otros observadores, temen que el grupo yihadista Estado Islámico (EI), todavía presente en Siria, lance en un momento dado un asalto contra el campo para liberar a sus presos.

- "Vivero" -

"Quieren recuperar a esa gente y esperan al momento adecuado", indica, asegurando haber visto documentos del EI guardando fondos para "comprar" la liberación de los presos.

Y esa instalación, únicamente con su existencia, constituye "una soberbia herramienta de propaganda" para el gran rival Al Qaida, añade el analista estadounidense.

Aunque puede disuadir a algunos de unirse a los combates en la región por miedo a terminar encerrado allí, ofrece "una narrativa según la que la guerra de los musulmanes contra (los occidentales) es multiforme".

La cuestión es una patata caliente que nadie quiere asumir. Los kurdos ahora a cargo terminarán por dejarse de ocupar. Bagdad y Damasco no quieren ni oír hablar del tema. Y los países de origen de los detenidos, especialmente occidentales, no quieren repatriarlos y entregarlos a su sistema judicial.

Por su parte, los servicios de inteligencia tienen otras prioridades y deben desplegar importantes recursos para entender qué se trama en estas aglomeraciones precarias, gangrenadas por la violencia y la anarquía.

La cuestión "no es urgente para nadie, salvo para aquellos que ven los riegos que pueden provocar", lamenta Yoram Schweitzer, exmiembro de los servicios de inteligencia israelíes ahora en el Instituto de Estudios de Seguridad Nacional de Tel Aviv.

Para él, el contexto en que crecen estos niños es un "vivero" de yihadistas. "¿Cuántos se convertirán en terroristas? Es difícil de medir, pero esto (...) ocurrirá inevitablemente".

- Ejemplos del pasado -

El general McKenzie advirtió que "nadie se librará mirando a otra parte".

De hecho, solo hace falta mirar al pasado para tratar de comprender la amenaza. En los años 2000, los estadounidenses detuvieron a decenas de miles de personas en el campo Bucca, en el sur de Irak, entre ellos antiguos dirigentes y miembros del partido de Sadam Husein.

"Muchos no eran yihadistas al llegar, pero se habían convertido al salir" del campo, escribía en 2015 Will McCants, experto del islamismo militantes.

"Manifiestos yihadistas radicales circulaban por allí libremente bajo la mirada estadounidense, atenta pero ignorante", añadía.

Tanto el exlíder del EI Abu Bakr al Bagdadi, fallecido en 2019 en un asalto estadounidense, como su sucesor Amir Mohamed al Mawla estuvieron internos allí.

Al ser liberado en 2004, Bagdadi contaba con una agenda de contactos llena, decía McCants. "Habían anotado todos sus números en la goma elástica de su ropa interior", escribió.

Aunque ambos pueden funcionar como incubadoras de radicales, los contextos de los campos de Bucca y Al Hol son muy distintos. En Siria, por ejemplo, el campo participa activamente en la financiación del EI, algo que en Irak no ocurrió.

Más allá de comparaciones, Schweitzer insiste en lo que está en juego. "Es en primer lugar un problema de refugiados retenidos en condiciones muy duras y que tienen potencial de unirse al mundo criminal o terrorista", estima.

En su opinión, hay que dispersar los campos para terminar con este "desastre humanitario". "Es como el agua estancada que se convierte en barrizal", afirma. "Debe ser dispersada. Nada bueno puedo salir de allí".

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