Los comerciantes de jade de Birmania huyen de las tropas de la junta y esquivan los ataques de los rebeldes para vender sus valiosas gemas verdes, una industria multimillonaria que está perdiendo su brillo por el golpe de Estado de febrero.
El país del sureste asiático se ha hundido en una situación caótica desde entonces, con los militares tratando de sofocar la disidencia, la economía paralizada y los rebeldes organizando lucha armada en distintos estados.
Los combates llegaron a la mina de jade de Hpakant, la más grande del mundo en el estado norteño de Kachin, perturbando el suministro de una de las exportaciones más lucrativas del país.
Birmania es el principal productor de jade del mundo, con una industria antes muy lucrativa impulsada por la insaciable demanda de la vecina China.
La mayoría de gemas transitaban por la ciudad de Mandalay, la segunda del país, donde se levanta la Pagoda Kyauksein, un templo budista de 23 metros de altura construido con toneladas de esta piedra preciosa.
Ahora el complejo está silencioso, con apenas un puñado de fieles rezando bajo su cúpula turquesa y roja.
"El negocio no está nada bien", decía un comerciante, que llevaba meses tratando de vender sus gemas en las carreteras de Mandalay mientras su principal mercado de jade estaba cerrado por la pandemia y los disturbios.
"A veces, la gente entra en pánico cuando llegan patrullas de soldados y huyen. Y si uno corre, todos corren. Entonces, los soldados hacen disparos de aviso para controlar la situación", se desesperaba.
- "Vuestra vidas corren peligro" -
Dos días después reabrió el mercado y las autoridades empezaron a cobrar tasas de nuevo, una de las muchas vinculadas a esta gema que financia a todos los bandos de la larga guerra entre el ejército y los grupos étnicos armados.
Es "casi imposible" comprar jade de Birmania sin dar dinero a los militares y sus aliados, asegura el grupo Global Witness.
La extendida y a menudo violenta resistencia contra los generales, que a menudo lucen anillos de jade de alta calidad, han hecho que trabajar con esta gema conlleve nuevos peligros.
"Si continúan con su negocio (...) les advertimos seriamente que sus vidas corren peligro", se lee en un anuncio colgado por Generation Z Power, un grupo de disidencia local, días antes de la reapertura del mercado.
Una bomba estalló cerca del mercado una semana después del regreso a la actividad. No hubo víctimas, pero el grupo advirtió de nuevas acciones.
Aun así, el mercado recupera parte de su antiguo ajetreo. En una pequeña mesa, un hombre examina con una linterna una piedra del tamaño de un puño mientras habla por teléfono en mandarín.
Pekín ha cerrado su frontera con Birmania por la pandemia y los combates, pero la demanda sigue siendo enorme y los compradores chinos aprovechan la inestabilidad para conseguir gangas.
"Por el covid y la situación política, nos ofrecen precios muy bajos", lamentó un comerciante de 62 años, que no quiere dar su nombre.
"Pero no tenemos otra opción. Los necesitamos para el mercado. Si ellos no compran o nosotros no vendemos, no tenemos en qué sostener el negocio", añadió.
- Miedo a la próxima explosión -
"El precio cae", coincidió Myo Min Zaw, que pasó los meses de cierre del mercado deambulando por hoteles en busca de compradores chinos.
"Una gema de 550 dólares, ahora solo se vende por unos 225", indicó.
Antes del golpe, un 70-90% del jade extraído de Hpakant pasaba clandestinamente a China sin pasar por el sistema oficial en Birmania, según Global Witness.
Desde el golpe, con combates alrededor de las minas, todavía es más difícil controlar este opaco negocio, dijo Hanna Hindstrom, veterana activista de este grupo en Birmania.
"Hemos oído que los precios en China subieron porque la demanda es elevada y el suministro disminuyó", explicó, lo que acentúa la competencia entre los rebeldes y los fieles a la junta para controlar el negocio.
Para Tahndar, que gestiona un taller de confección de jade en la otra orilla del río en Mandalay, vender sus modestas piezas a clientes locales se ha vuelto más peligroso.
"Nos preocupa si tenemos que ir al mercado", dijo a AFP.
"Tenemos miedo a la próxima explosión (...) Pero no podemos evitar ir allí por nuestra supervivencia", agregó.
Una segunda detonación afectó el mercado el jueves, matando un agente de policía, indicaron medios locales, y ahuyentando a los comerciantes.
El mismo día, las autoridades anunciaron que cualquier tienda que no reabriera para el 5 de noviembre sería "temporalmente requisada".
"Estamos atrapados en el medio", dijo Aung Aung, usando seudónimo.
"El mercado dice que tomará las tiendas si los propietarios no abren", pero las fuerzas armadas rebeldes "nos dicen que no hagamos negocios en el mercado", lamenta.
bur-rma/dan/dbh/me